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La grave amenaza de una plaga que pone en peligro parte de la cosecha en Mendoza

La polilla de la vid se expande en Mendoza y pone en riesgo la cosecha. Expertos advierten que los controles actuales no son suficientes y que la falta de recursos podría agravar la crisis.
La lobesia botrana ha avanzado en Mendoza, afectando casi todo el territorio. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ
La lobesia botrana ha avanzado en Mendoza, afectando casi todo el territorio. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

La temporada de cosecha en Mendoza enfrenta un enemigo silencioso pero devastador: la Lobesia botrana, conocida como la polilla de la vid. A pesar de los esfuerzos del Instituto de Sanidad y Calidad Agropecuaria de Mendoza (Iscamen) y de los productores, la plaga se ha expandido en los últimos años, generando daños en la producción vitivinícola y encareciendo los costos de control. La situación es preocupante, especialmente en el Oasis Norte, Este y el Valle de Uco, donde la plaga tiene mayor presencia y amenaza la calidad de la uva destinada tanto al vino como al consumo en fresco.

Según explicó a MDZ el ingeniero Guillermo Azin, del Iscamen, la plaga fue detectada por primera vez en 2010 en Cruz de Piedra, Maipú. "Cuando se la detectó ya tenía un nivel poblacional considerable, lo que indicaba que había ingresado tiempo antes, probablemente desde Chile, donde apareció en 2008", detalló. Desde entonces, el avance fue constante y, para 2015, el daño en la producción comenzó a ser significativo, especialmente en el Oasis Norte y Este.

La polilla de la vid es una plaga cuarentenaria. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ.

A lo largo de los años, las estrategias de control han ido variando. Inicialmente, el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) exigía a los productores aplicar insecticidas y ofrecía asistencia parcial con productos, pero la falta de control sobre su aplicación derivó en el crecimiento de la plaga. "Muchos productores no aplicaban porque no tenían la maquinaria adecuada, y además hay muchas fincas abandonadas donde la plaga no es tratada", explicó Azin. Como resultado, la polilla de la vid se extendió a casi toda la provincia, afectando también al Valle de Uco y el Oasis Sur.

Fondos que desaparecen, problemas que crecen

A partir de 2016, con la sanción de la Ley 27.227, se destinaron recursos significativos para el combate de la plaga. "En las campañas 2017-2018 y 2018-2019 se invirtieron alrededor de 15 millones de dólares por año, lo que permitió reducir sustancialmente la plaga", indicó Azin. Sin embargo, desde 2020 los fondos se redujeron drásticamente. "Se ha tratado de sostener el control con presupuestos de 7 u 8 millones de dólares, y la última campaña contó con 6 mil millones de pesos aportados solo por la provincia, ya que la Nación no colaboró", advirtió el especialista.

El Senasa ha establecido un programa nacional para controlarla, pero la nación no aporta recursos para ello actualmente. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ.

El problema es que estos planes actuales solo buscan contener la plaga, no erradicarla. "Para eliminarla, es necesario un trabajo de control en grandes áreas y con más recursos, como se hizo en el Oasis Sur, donde hoy el 80% del territorio está libre de la plaga", afirmó Azin. En contraste, en el Norte, Este y el Valle de Uco, la situación es crítica y en algunas zonas ya se observan daños directos en los viñedos.

Productores en alerta y costos en alza

El impacto de la Lobesia botrana no solo se mide en la cantidad de uva perdida, sino también en los costos adicionales que enfrentan los productores. La plaga favorece la proliferación de hongos que afectan la calidad del racimo, lo que obliga a mayores controles y tratamientos. Además, la uva de mesa destinada a exportación debe cumplir con exigentes requisitos sanitarios internacionales, lo que encarece aún más la producción.

La lobesia botrana genera daños directos en la planta provocando pérdidas en los volúmenes de producción. Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ.

Dejar el control solo en manos de los productores es una estrategia que termina fallando debido a la presencia de fincas abandonadas o sin los tratamientos adecuados, así como a la falta de maquinaria o el uso de equipos obsoletos. “Esto genera poblaciones altas de la plaga, pérdidas de rendimiento y calidad, y un impacto económico que afecta especialmente a los productores más empobrecidos. Mientras tanto, las propiedades integradas, que cuentan con viñedos y bodegas, sufren menos las consecuencias”, explicó Azin.

A esto se suma un factor clave: el cambio climático. "Los inviernos más suaves y los veranos más cálidos complican la situación, ya que las condiciones ambientales pueden favorecer la reproducción de la plaga", señaló el especialista. La preocupación crece en el sector vitivinícola mendocino, ya que, sin un refuerzo en los controles y sin una mayor inversión para combatir la polilla de la vid, la próxima cosecha podría estar en riesgo y con ella, uno de los pilares económicos de la provincia.

Si no se destina presupuesto para combatirla, la plaga puede ocasionar graves daños a la producción vitivinícola. Foto: Walter Moreno/Mdz.

En este contexto, el ingeniero destacó que quienes sí implementan estrategias de control sufren un doble perjuicio: el costo de las medidas y el daño que igualmente les genera la plaga que proviene del entorno. Por ello, Azin insistió en la necesidad de una estrategia público-privada que contemple todas estas situaciones y utilice diversas herramientas para abordarlas de manera integral. “Los resultados dependerán de cuánto se invierta entre todos los actores: producción, provincia y Nación. Hay un mínimo necesario para evitar daños, y a partir de ahí se puede trabajar en suprimir poblaciones de la plaga e incluso erradicarla por sectores en campañas sucesivas”, concluyó.