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Masacre de Carmen de Patagones: qué pasó por la cabeza de Juniors Solich

Rafael "Junior" Solich tiene 34 años y un hijo. Hace 20 años se paró enfrente del pizarrón de su aula en el Colegio Malvinas Argentinas de Carmen de Patagones y disparó contra sus compañeros ¿Por qué?
Los disparos de Rafael Juniors Solich terminaron con la vida de Sandra Núñez, Evangelina Miranda y Federico Ponce; e hirieron a Natalia Salomón, Cintia Casasola, Nicolás Leonardi, Pablo Saldías y Rodrigo Torres. Foto: Archivo MDZ
Los disparos de Rafael Juniors Solich terminaron con la vida de Sandra Núñez, Evangelina Miranda y Federico Ponce; e hirieron a Natalia Salomón, Cintia Casasola, Nicolás Leonardi, Pablo Saldías y Rodrigo Torres. Foto: Archivo MDZ

La corriente psicológica conductista y luego la biología del comportamiento construyeron el concepto "caja negra" para referirse a la mente humana. Según estos autores no podemos observar la mente directamente, si no solo sus inputs (estímulos) y sus outputs (respuestas). Lo que sucede dentro de la mente, el proceso que hace que un estímulo se metabolice y ofrezca una respuesta, es un misterio. Este concepto fue pensado luego de hacer experimentos muy elementales con animales. Sin embargo, adquiere una significación distinta cuando una persona comete un asesinato. 

"Este va a ser un buen día", aseguran que dijo Juniors hace 20 años, el 24 de septiembre del 2004 cuando ingresaba a su escuela. Cerca de las  7:30 AM entró a su salón, se paró delante del pizarrón, metió su mano en un camperon verde que había llevado, sacó una Browning calibre nueve milímetros y vació el cargador contra sus compañeros que estaban sentados. Asesinó a tres de los alumnos e hirió a otros cinco. Luego, se dirigió fuera del aula a cargar de nuevo el arma para seguir disparando. En ese momento, Dante, su único amigo lo tiró al suelo y le sacó el arma. "¿Por qué hiciste eso?", le gritó. Juniors no paraba de llorar. 

Minutos después llegó la policía y Juniors se entregó sin resistencia. Lo aprendieron y, tras manejar 100 kilómetros, el patrullero paró al costado de la ruta y esperó a la jueza Alicia Ramallo que llegó en menos de media hora con su auto. Se acercó a la camioneta policial, entró y se sentó del lado de Juniors.  "Hola. ¿Cómo estás? Me llamo Alicia. Soy la jueza que va a trabajar con vos por lo que hiciste", contó la jueza que le dijo y luego narró que Juniors le respondió monosilábicamente. 

Juniors Solich
Juniors Solich. Foto: X.

Ramallo lo declaró inimputable por su edad y envió a hacerle estudios psiquiátricos. ¿Qué hacer con él? ¿Dónde enviarlo? Ahí comenzó la larga odisea de Juniors. 

Hoy se sabe que Juniors se atiende en la clínica Santa Juan de la Plata, que tiene 34 años, un hijo y que pasa el tiempo entre su tratamiento y la vida con su madre, en una localidad cercana a la capital bonaerense. A su hijo lo tuvo con una chica que conoció en una de las internaciones, pero la relación no prosperó.

A pesar de que hace más años que está institucionalizado que la edad que tenía cuando asesinó a sus compañeros de aula, no hay ningún profesional que se anime a firmar el alta.

Se dijo mucho de la patología de Juniors, que era esquizofrénico, que era completamente incapaz de sentir remordimiento o empatía por el otro. Sin embargo, todos esos diagnósticos fueron cambiándose y, en algún punto, pasaron a dejar de ser públicos, se incorporaron a los datos sensibles de Juniors, algo de su intimidad. 

Por que pasó la masacre

Cuándo nos enfrentamos a hechos cómo estos queremos intentar entenderlos, dominarlos. Queremos pensar que el problema es el bullying y que atacando el acoso escolar, se tiene la solución. Queremos creer que todo se resume en la patología mental de Rafael Juniors Solich y que, como la mayoría de las nenes en los colegios no tienen esos problemas, lo más probable es que no suceda. Sin embargo, a 20 años de que Juniors haya disparado contra sus compañeros en la Escuela Media Malvinas Argentinas de Carmen de Patagones, los "por qué" tienen dificultades para ser respondidos. 

"La mentira es la base de la felicidad de los hombres", escribió Juniors en su pupitre algunos meses antes de aquel terrible 28 de septiembre del 2004. Es una frase extraordinariamente profunda. Evidentemente, Juniors no se sentía feliz cuando la escribió. Aquella sentencia adolescente estaba al lado de otras como “Si alguien encontró el sentido de la vida, favor describirlo aquí” o "Lo más sensato que podemos hacer los humanos es suicidarnos". Queremos creer que esto es motivo suficiente para entender que Juniors estaba mal psicológicamente y por eso hizo lo que hizo.

Sin embargo, las frases depresivas en la adolescencia son algo muchas veces habitual. La adolescencia es un período problemático en la cuál, según el psicoanálisis hay dos duelos en paralelo que se suceden de manera inconsciente: el cuerpo de la infancia y los padres idealizados. Es decir, se experimenta la sensación de ya no ser un niño y no volver a serlo jamás y los padres todopoderosos que nos enorgullecen en la primera infancia pasan a ser los progenitores criticables de los adolescentes. Estos duelos en la pubertad generan cierto aire melancólico permanente. No es extraño que en este período escuchen música oscura y "sad". 

"I Don't Like Mondays" (No me gustan los lunes), dijo una Brenda Ann Spencer cuando la policía le preguntó porque había disparado con una rifle calibre 22 a alumnos de lo que había sido su colegio primario en California, Estados Unidos. Juniors respondió que lo molestaban y que pensaba en matar a sus compañeros desde séptimo grado. De hecho, un año antes escribió en el pizarrón "todos van a morir".

Un grupo de alumnos le planteó a los docentes que Juniors no tenía "actitudes normales". El mismo padre de Juniors pidió una reunión con el gabinete psicopedagógico para contarle que su hijo estaba irreconocible. Se la pasaba dibujando esvásticas y hablando de Adolf Hitler. Además su humor era irascible y se recluía durante horas en su habitación. Evidentemente, algo en Juniors estaba cambiando y su entorno lo había notado. Sin embargo, el colegio no intervino luego de estos planteos. Este falta de acción luego de las inquietudes planteadas por su familia y compañeros, sumado a que no había ningún adulto en el momento en el que Junior disparó, le valió al colegio una denuncia de los padres de las víctimas, quienes hace apenas dos años recién, fueron indemnizados por la Dirección General de Escuelas. 

Fue luego de esto que Junior fue con Dante a ver Elephant, la película en la que se rememora, mediante una ficción, la masacre de Columbine, Estados Unidos. En este hecho lamentable, en 1999 los estudiantes de último año de la secundaria de Columbine, Eric Harris y Dylan Klebold asesinaron a 12 estudiantes y un profesor antes de suicidarse. Luego de ver esta película, Juniors había dicho que lo "dejó sin palabras". 

Todo este proceso interior que Junior venía haciendo, encontró una lamentable forma con esta película. Días después, Junior disparó contra sus compañeros.

Junior tenía un malestar profundo hecho de muchas capas: Juniors se sentía alejado de sus compañeros y sentía que sufría bullying. Se sentía alejado de sus padres y creía que querían más a su hermano. Tenía un enojo particular con el padre y contó que una vez lo golpeó salvajemente porque lo encontró fumando. A todo esto, se le suma el estado básico de duelo y confusión que tiene todo adolescente y un colegio que no respondió a los llamados de atención. Obviamente, todo esto no explica la reacción de Juniors. Nos falta un elemento central que es la vida interior de su familia y como se construyó la subjetividad del propio Juniors. 

Hay algo que se pasó por alto y que puede darnos una idea de la particularidades de la vida familiar a la que estuvo sometido Juniors. Él manifestó tener una relación particularmente difícil y durante el 2015 el padre de junior fue denunciado por el abuso sexual de una menor, a tal punto de que los vecinos de la localidad de Punta Lara, casi le prenden fuego la casa. Evidentemente, hay algo de ese sistema familiar que no sabemos y que Juniors no lograba tolerar. 

Podría volver a ocurrir una masacre

Julio del 2022 en el partido bonaerense de Ituzaingó. Una adolescente de 16 años atacó a otra con un cuchillo porque dijo "que siempre la molestaba". "Tres meses antes, un niño de tercer grado, es decir de 8 años amenazó a sus compañeros con un cuchillo y dijo "que los iba a matar a todos". Sus padres dijeron que su hijo sufría bullying y el resto lo negó. 

Noviembre de 2023, dos estudiantes de 13 y 14 años acuchillaron a otro y lo tiraron dentro de un contenedor pensando que estaba muerto en el partido bonaerense de Berazategui. Afortunadamente, un vecino lo encontró y recibió asistencia médica. 

En julio de este año, un estudiante de 14 años llevó un arma a la escuela y amenazó a sus compañeros con cometer una masacre. Sucedió en un colegio de González Catán.

Recientemente en la UBA, en un grupo de WhatsApp un estudiante dijo que llevaría un arma a una fiesta de la Facultad de Exactas y lo mismo sucedió en un grupo de WhatsApp de la Universidad de La Matanza. Hay gente que sufre en silencio, que acumula frustraciones familiares, sociales y luego no hay contención simbólica, no hay palabras para canalizar esto que sucede. Cuando el malestar no encuentra la palabra, pasa al acto. Tan simple y bestial como esto. A 20 años de la masacre de Carmen de Patagones, el Gobierno, las instituciones educativas y las familias tienen un enorme desafío: contener el malestar, poner el oído y darle palabras.