Alberto Fernández: entre el discurso feminista y la denuncia por violencia de género
Durante su mandato, Alberto Fernández se presentó como un defensor acérrimo de los derechos de las mujeres. En 2021, declaró: "Les prometo que el primer feminista voy a ser yo".
En el complejo panorama de la política y los derechos sociales, el caso del expresidente Alberto Fernández resulta especialmente controvertido. Autoproclamado como el "primer feminista" de la nación y creador del Ministerio de la Mujer, ha sido denunciado por su ex pareja por violencia de género. Este contraste entre su discurso público y la denuncia en su contra invita a una reflexión profunda desde una perspectiva criminológica.
La contradicción del discurso
Su administración promovió políticas de igualdad de género, destacando la creación del Ministerio de la Mujer. Incluso fue considerado para asesorar al gobierno español en materia de igualdad. Sin embargo, su imagen pública se ve ahora empañada por una denuncia de violencia de género, lo que genera una desconcertante disonancia entre su discurso y su conducta privada.
El caso se refiere a un expediente inicialmente archivado en julio, ya que la denunciante no deseaba instar la acción penal en ese momento. Sin embargo, en una audiencia reciente, Fabiola Yáñez expresó ante el Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal N° 11 que estaba sufriendo "terrorismo psicológico" y acoso telefónico diario por parte de Fernández. Este testimonio plantea serios interrogantes sobre las dificultades que enfrentan las víctimas de violencia de género cuando el agresor es una figura poderosa.
Violencia y poder: un cóctel peligroso
La violencia de género es un fenómeno que no distingue estatus social o académico, pero cuando el agresor es una figura pública con acceso a recursos e influencias, la situación de la víctima se vuelve mucho más precaria. El poder y la influencia pueden ser utilizados para desacreditar y silenciar a la víctima, quien puede sentirse atrapada y sin apoyo, incluso por parte de las autoridades.
Un aspecto crucial que no puede ser ignorado es la doble victimización que sufren las personas involucradas en casos de alta visibilidad. Las víctimas no solo enfrentan la violencia misma, sino también la exposición mediática y la posible instrumentalización política de su situación. En el caso de Yáñez, esta politización podría agravar su sufrimiento, afectando su vida personal y emocional de manera profunda.
La ausencia de protocolos claros para proteger a las víctimas en situaciones de alta exposición mediática socava la confianza en el sistema judicial y en el Estado de derecho. Es esencial que se garantice la protección integral de las víctimas, tanto a nivel físico como psicológico, y que sus voces sean escuchadas sin ser distorsionadas por intereses políticos.
Fernández ha negado las acusaciones en un breve comunicado, presentándose como defensor de la integridad de su familia. La reacción en los círculos políticos y sociales ha sido variada, pero el caso resalta la hipocresía que puede existir en las esferas de poder, donde el feminismo se utiliza como una herramienta de autopromoción más que como un compromiso auténtico.
Análisis criminológico
En casos de violencia de género, los agresores a menudo esconden su verdadero comportamiento detrás de una fachada de respetabilidad, especialmente cuando se trata de figuras públicas. Esta dualidad es particularmente preocupante cuando el agresor se presenta como un defensor de la igualdad y los derechos de las mujeres. La capacidad de mantener estas dos caras sugiere la presencia de rasgos narcisistas y psicopatológicos, que permiten al agresor manipular su entorno y proteger su imagen pública.
La violencia psicológica es una herramienta común entre estos agresores, ya que, al no dejar marcas físicas, facilita la conservación de una reputación intachable. Este tipo de violencia representa uno de los mayores desafíos en la lucha contra la violencia de género, ya que su objetivo es destruir emocionalmente a la víctima, dejándola sin fuerzas para escapar.
Cuando el agresor es una persona poderosa, la situación se complica aún más
El poder y la influencia pueden ser utilizados para perpetuar el abuso y silenciar a la víctima. Además, la disonancia entre el discurso público y las acciones privadas de estos individuos mina la confianza en las instituciones y refuerza patrones de violencia y desigualdad profundamente arraigados en la sociedad.
Este tipo de casos subraya la importancia de la coherencia entre el discurso y la práctica en la lucha contra la violencia de género. La visibilización de estas contradicciones es crucial para desafiar la hipocresía y promover un cambio real en la lucha por la igualdad.
* Carolina Torres. Criminóloga, Perito Judicial y Mediadora Penal. Universidad de Alicante España.
* Lic Eduardo Muñoz. Criminólogo y criminalista. Especialista en prevención del delito. Consultor de seguridad integral
linkedin.com/in/eduardo-muñoz-seguridad
emunoz.seg@gmail.com
IG: @educriminologo