Lo coyuntural y lo estructural en el caso de violencia de género contra Alberto Fernández
La denuncia de Fabiola Yáñez contra el expresidente por violencia física y psicológica se lleva todas las miradas. Aquí un análisis para MDZ de Damián Fernández Pedemonte.
La difusión de las fotos que evidenciarían la violencia ejercida por el expresidente Alberto Fernández a su mujer Fabiola Yáñez se agrega a otras noticias locales conmocionantes que se suceden con frenesí (la condena de Guillermo Moreno por tergiversación de las cifras del INDEC, la visita de un grupo de legisladores libertarios a militares que cumplen condena por graves violaciones a los derechos humanos). Cada nuevo caso nos hace olvidar del anterior. Ahí languidece en los medios la desaparición de Loan, llamada a desvelar la trama de la trata de niños en el país.
A esto hay que sumarle las noticias internacionales, porque estas son también locales. El presidente Javier Milei toma partido fuerte en las elecciones de Venezuela -como tomó partido antes por Israel- y se despacha contra la boxeadora de cuestionada identidad de género en las Olimpíadas. Todo encaja para Milei dentro de la batalla cultural y le permite también seguir construyendo su archienemigo que es el izquierdismo progresista internacional y local (ya no habla tanto de la casta). A la vez que usa su posicionamiento para zanjar discusiones internas, como ocurrió con la desautorización de Mondino por Venezuela, así como poco antes había desdicho a Villarruel por Francia.
Más que informarnos de noticias complejas y necesitadas de contexto tomamos partido en la misma dirección o en la dirección contraria de ese gran comentarista de la actualidad nacional e internacional que está resultando el presidente en medio del atascamiento de su plan económico. Las noticias nos llegan por las redes sociales antes de ir a buscarlas nosotros a los portales de noticia y allí ya las recibimos previamente editadas por los trolls y militantes digitales de Milei. (Hay que tener en cuenta que Milei mismo se pasa al menos dos horas diarias en Twitter y recibe las noticas de acuerdo con el algoritmo de recomendación de su escorado perfil).
Veamos esta operatoria en el caso de la denuncia de Fabiola sobre la violencia de género. Sabemos poco, sólo los escuetos términos en los que se efectivizó la denuncia y, luego, las fotos, chats y videos repetidos hasta el hartazgo por los medios y viralizados en las redes. Como vimos tantas veces esas piezas, ya nos sentimos expertos en la causa. Lo dicho no quita que sea completamente legítimo escandalizarnos del expresidente y creerle a la víctima. También se puede criticar la hipocresía de sus consignas feministas y la inoperancia del Ministerio de la Mujer, que ya había recibido críticas desde dentro durante el gobierno de Fernández y ahora fue desmantelado. Las políticas feministas de Fernández más preocupadas por la transmisión de ideología que por el estudio y la evaluación de las mejores medidas para reducir la violencia contra la mujer, no pudieron mostrar resultados exitosos. Es más, las contradicciones ideológicas de sus voceras las hizo caer en descrédito y le dieron letra a los libertarios. Ni hablar del daño que le hace a la causa feminista la denuncia de comportamiento violento del presidente que más se había embanderado con ella.
A Javier Milei le viene como anillo al dedo para terminar de desprestigiar al kirchnerismo y para ganar tiempo en estos momentos en que se demora la recuperación económica y crece la ansiedad social. Así, los trolls salieron a pegarle a todos los adversarios actuales del gobierno por haber apoyado en algún momento a Fernández. Como si no hubiese tenido tanto acompañamiento al principio de la pandemia como Milei ahora y como si el propio Milei no lo hubiera elogiado en 2019. Es una forma de reforzar la alianza contra los que lo votaron por lo cultural y están satisfechos con eso, aun sufriendo penurias económicas.
Desde la perspectiva del expresidente es un escándalo mediático mayúsculo. El escándalo consiste en un derrumbe de la reputación del transgresor. Como es mediático tiene un alcance global, porque se trata de una denuncia por violencia de género contra un presidente mientras estaba en ejercicio. Pero la reputación de Alberto Fernández no pueda caer más, así es que su desprestigio contagia el kirchnerismo. El escándalo que además de mediático es digital genera una cascada de expresiones furibundas que compiten por quien se muestra a su vez más escandalizado.
Ahora, el motivo de este nuevo triunfo comunicacional libertario es la violencia de género, en la que los libertarios no creen o al menos no creen que el Estado tenga nada que hacer en la materia (aun cuando en su credo la seguridad es una de las pocas razones de ser del Estado). Y sobre todo no creen que el discurso violento tenga nada que ver con la habilitación social de la violencia.
Nosotros, lectores azorados, debemos tratar de sacar este hecho lamentable de la coyuntura política, del sensacionalismo y de la polarización radical. Sólo así podremos leer debajo de lo coyuntural, lo estructural: la violencia contra las mujeres para comprender sus condiciones de reproducción, entre las cuales se encuentra la impunidad del poder.
* Damián Fernández Pedemonte. (Profesor de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral. Investigador del CONICET).