¿Por qué el conflicto de Medio Oriente salpica a la Argentina?
La cercanía de dos satélites iraníes, como lo son Bolivia y Venezuela, y la presencia de células terroristas en la Triple Frontera, son una amenaza en términos de seguridad y defensa para el país.
Los más de 13 mil kilómetros que nos separan del conflicto de Medio Oriente no son suficientes para garantizar la seguridad interna de nuestro país. Sin ir más lejos, la Policía Federal se declaró en alerta naranja y estableció que la región de la frontera norte y las sedes diplomáticas situadas en áreas conflictivas permanecerán en un nivel de alerta “alto”. El propio presidente, Javier Milei, creó un Comité de Crisis que involucra a las Fuerzas Armadas y de seguridad, tras analizar las implicancias que el conflicto en Medio Oriente podría tener en la Argentina, en base a un informe secreto desarrollado en conjunto por Inteligencia, Seguridad, Defensa, Cancillería Interior y Estrategia de la Argentina.
La preocupación de las autoridades respecto a la seguridad interna no es exagerada
Para comprender la posición de la Argentina frente a la escalada de violencia que tuvo lugar en los últimos días entre Israel e Irán es necesario analizar el contexto geopolítico en el que estamos situados. El Hezbollah, brazo paramilitar de Irán, se infiltró en la década del ’80 y se encuentra completamente asentado en diferentes zonas de Latinoamérica. Una de ellas es la Triple Frontera al norte de nuestro país, conformada por Foz de Iguazú, Puerto Iguazú y Ciudad del Este.
Las células terroristas del Hezbollah, muchas veces camufladas en bandas criminales, se ramifican y se enquistan en todo el Cono Sur, con especial permeabilidad en los sectores más populares y de bajos ingresos. Desde la Triple Frontera los tentáculos del grupo terrorista libanés realizan su trabajo de recaudación, lavado y reclutamiento, y penetran en nuestro territorio. A esta situación se suman los “acuerdos comerciales” que tiene Irán con Venezuela: se trata del segundo país en toda América, después de los Estados Unidos, en emplear armamento real desde drones. A partir de esta alianza, el país sudamericano fabrica en su territorio, y bajo las órdenes del estado islámico, los drones “Mohajer 6” y su nueva versión, el “Shahed 131/136”, que son exportados a Rusia para atacar a Ucrania e Israel. Un detalle para nada menor ante las circunstancias actuales.

Otro gran aliado de Irán en Sudamérica es Bolivia, con todo lo que eso implica al ser un país limítrofe. A mediados del año pasado se conoció la firma de un memorándum de entendimiento entre los gobiernos de ambos países, que amplía la cooperación bilateral en materia de seguridad y defensa. Bolivia tiene una embajada con gran presencia en territorio iraní y este memorándum no hace más que oficiar de “fachada” con el objetivo de evitar que salgan a la luz los acuerdos secretos entre ambos países, que representan una verdadera amenaza para Sudamérica.
Como parte de estos acuerdos, Bolivia facilita los trabajos de inteligencia de Irán
Permitió el ingreso de células del Hezbollah a su territorio. Además, se encarga del desarrollo y funcionamiento de plantas de ensamble y exportación de los drones iraníes; brinda asistencia al estado islámico en las fronteras y garantiza el control migratorio, de la educación y las telecomunicaciones en la zona. Por otro lado, el gobierno boliviano emite pasaportes con identidad falsa para permitir el ingreso de agentes, generalmente vinculados a la Fuerza Quds, a cambio de recibir entrenamientos militares: la Escuela Antiimperialista creada por el ex presidente Evo Morales cuenta con instructores de la Guardia Revolucionaria Islámica, y agentes cubanos y venezolanos.
Lo que sucede en Venezuela y Bolivia no debe restringirse a los límites nacionales porque el terrorismo no respeta fronteras y destruye todo lo que toca. En ese sentido, es de vital importancia reconocer y aceptar las amenazas reales y múltiples a las que está sometida la Argentina en un contexto internacional muy delicado. Nuestro país tiene el desafío de volver a crecer de una vez por todas y prosperar. Para lograrlo, lo primero que debe hacer es garantizar seguridad y protección a sus habitantes.
Si bien se han tomado medidas de precaución necesarias, el combate contra el crimen organizado debe incluir una visión estratégica que incluya el perfeccionamiento de las Fuerzas Armadas y un plan de cooperación entre los países sudamericanos para desarticular a las bandas terroristas.

* Daniel Adler, especialista en Seguridad y Contraterrorismo Urbano.

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