Semana Azul

El autismo y las barreras para la convivencia

El Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo es el 2 de abril. Se manifiesta en los tres primeros años de edad y no es una enfermedad, sino un padecimiento permanente del desarrollo.

Victoria Bein viernes, 29 de marzo de 2024 · 14:03 hs
El autismo y las barreras para la convivencia
Los obstáculos y dificultades críticas que enfrentan las personas autistas para lograr una real convivencia son de conocimiento público, o deberían serlo. Foto: Archivo MDZ

Los obstáculos y dificultades críticas que enfrentan las personas autistas para lograr una real convivencia son de conocimiento público, o deberían serlo. A menudo se argumenta que estas barreras son difíciles de levantar porque la invisibilidad de la
condición autista implica la invisibilidad de ellas mismas. Sin embargo, ni los desafíos enfrentados son tan invisibles, ni su magnitud justifica la falta de respuesta.

Suponer que las barreras son de índole social, políticas, geográficas, nos brinda cierta posibilidad de acción, pero no alcanza. Las políticas públicas son una parte fundamental del proceso, pero de ninguna manera son suficientes. Garantizar la convivencia de todas las singularidades de manera que cada uno pueda alcanzar su potencial e independencia depende del accionar de todos.

Las políticas públicas son una parte fundamental del proceso, pero de ninguna manera son suficientes. Foto: MDZ.

Todos podemos ser, o no, un obstáculo frente a la discapacidad y la neurodivergencia

Plantear que las dificultades están “afuera”, es un intento fútil de eximirnos de responsabilidad. En un momento social atravesado por crisis y discusiones, donde la empatía es un bien escaso y la vida diaria se colma de individualismos, puede vulnerarse el derecho de otros a ser escuchados, respetados y considerados en su idiosincrasia.

Algo tan sencillo como ser tenidos en cuenta en la toma de decisiones, no suele ser la regla para las personas autistas. Un ejemplo, lo presentan las instituciones educativas, donde muchas veces “no hay vacantes” para los estudiantes que llegan con una trayectoria atípica en su desarrollo. Otro, es el índice de desempleo de las personas con discapacidad, ya que más del 80% de las mismas no tiene trabajo.

Los saltos cualitativos en el desarrollo de las personas se componen de una continuidad de cambios cuantitativos, a veces  imperceptibles. Por lo tanto, cada pequeño gesto, cada interacción, cada experiencia, es relevante. Así, por ejemplo, a
nivel social y político podemos intentar garantizar un sistema educativo inclusivo mediante la firma de tratados internacionales, dándoles jerarquía constitucional, como fue la firma de la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad y la
sanción de la Ley 27.044, pero no es suficiente. Incluso, si este marco legal lograse abrir las puertas de las casas de estudio para todos (que sabemos no sucede), esta iniciativa seguiría siendo una condición necesaria, pero no suficiente.

Todos podemos ser, o no, un obstáculo frente a la discapacidad y la neurodivergencia. Foto: MDZ.

La convivencia no es posible si directivos y docentes no reciben la capacitación y las herramientas adecuadas; si madres y padres no dejan de etiquetar trayectorias con ideas estereotipadas sobre la discapacidad y la neurodivergencia. Si en el fuero íntimo
de cada uno no existe la creencia de que no existen niñas o niños “malos”, pero si los hay maltratados y excluidos a vivir en un rincón del aula y de la sociedad, nunca podremos sumarnos a la continuidad de pequeños cambios cuantitativos que impliquen un salto cualitativo en la convivencia.

Vivimos tiempos en los que se replican y publican enormes avances científicos en la materia. Pero ningún hallazgo vale si no se hace carne en personas concretas. La ciencia, por si misma, nada es sin humanidad. Solo partiendo de allí, desarrollar nuevas
políticas públicas; psicoeducar en materia de neurodivergencia y discapacidad; hacer disponibles las herramientas existentes y generar nuevas, podrá tener un impacto concreto en la experiencia de cada persona para la convivencia.

Es en la suma de individualidades responsables, que se puede transformar la experiencia colectiva

Pequeñas “amabilidades”, en palabras de Danusha Lemeris, pueden cambiar por completo la experiencia vivencial de las personas. Solo resta imaginarse, que esos pequeños gestos se multiplican por montones y se hacen gigantes. Donde uno se vuelve todos, y todos nos hacemos responsables de que en el suelo y el momento que habitamos, convivamos todos, en cada momento.

Victoria Bein.

* Victoria Bein. Docente e investigadora del Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral.

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