Postales de la historia

Quién fue el corsario “Hippolyte” de Bouchard, uno de los próceres elegidos por Milei

Llegó a nuestras tierras para enrolarse en las filas criollas y ponerse a disposición de la causa americanista.

Gustavo Capone
Gustavo Capone martes, 12 de marzo de 2024 · 11:00 hs
Quién fue el corsario “Hippolyte” de Bouchard, uno de los próceres elegidos por Milei
Hipólito Bouchard

Bouchard (1780 - 1835), nacido cerca de Saint - Tropez, la Costa Azul en Francia y nacionalizado argentino, peleador con ahínco por la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Obtuvo "patente de corso" por el gobierno, lo que le permitió luchar bajo la bandera argentina, transitar los mares y mediante ese reglamento "corsario" (entre particulares y el Estado) capturar naves enemigas y acechar puertos imperiales en defensa de los ideales independentistas. Fue soldado de San Martín en el combate de San Lorenzo e izó la bandera argentina en California.

"Hippolyte" (Hipólito) en realidad era el nombre de su hermano muerto. En su honor tomó el apelativo que lo inmortalizó. Su verdadero y casi desconocido nombre es André Paul Bouchard y Brunet, de quien no hay muchos registros y antecedentes históricos hasta que llegó, ya grandecito, a nuestras costas rioplatenses.

Seguramente el amor de Hipólito por el mar nació de niño, siendo pescador en las actuales famosas playas de la Costa Azul, y se cimentó de joven peleando como marino francés contra los ingleses.

Fue un férreo antiimperialista. Famoso por su mal carácter y su gran estatura física. Había peleado bajo las ordenes de Charles Emmanuel Leclerc, aquel almirante casado con Paulina Bonaparte (la hermana de Napoleón) que terminó muriendo en la Isla de la Tortuga (Haití), isla que sirvió de escenario natural al taquillero films cinematográfico "Piratas del Caribe".

Bouchard tuvo su bautismo de fuego marítimo en las costas de Egipto y en el Caribe. Con ese bagaje llegará al Río de la Plata en 1809. No está muy claro porque se había separado de la causa francesa. Es probable que, como convencido antimonárquico, no haya adherido a la idea de Napoleón de transformar su consulado en un imperio hereditario. Lo cierto es que previo a llegar a nuestras tierras pasó por EE.UU. donde se inició sin éxito en la actividad comercial e intentó varios emprendimientos mercantes, pero al parecer ya con 30 años, y con cierto hastío y desilusión, decidió buscar nuevas motivaciones y abandonó su empresa comercial en el país del norte.

Bouchard tuvo su bautismo de fuego en las costas de Egipto y en el Caribe.

Con la camiseta argentina

"Es difícil que pase desapercibido el notorio parecido de varias banderas de naciones centroamericanas (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua) con la argentina. Sin embargo, no es algo que se enseñe en nuestras escuelas, a pesar que al conocerlo se enciende el orgullo patriótico. (...) El motivo de tanta semejanza entre las citadas banderas centroamericanas y la nuestra, es que los corsarios autorizados por los gobiernos del Río de la Plata, que empavesaban sus navíos con la bandera celeste y blanco, se erigieron en los mares caribeños como símbolo de la guerra contra el opresor español". (Pacho O'Donnell. "Los héroes malditos". 2004). Mucha de esa admiración centroamericana se debió a Bouchard, "el halcón de los mares, corsario de la libertad", como titulará su libro el maestro Miguel Ángel De Marco.

Lo cierto es que Bouchard, una de las figuras elegidas ahora por Javier Milei para integrar el Salón de los Próceres, llegará a nuestras tierras para enrolarse en las filas criollas y ponerse a disposición de la causa americanista.

Pero en el marco de esta situación, creo que vale una primera digresión. Sería oportuno recordar que muchos de los marinos más trascendentes que defendieron la causa patriótica, como es el caso de Bouchard, fueron extranjeros.

Siempre existió una tradición guerrera en nuestra patria que relacionaba el desierto, la pampa, la cordillera o la selva con el caballo o la mula. No había experiencia militar por mar. "Nuestros ejércitos eran de tierra". Es por eso que ahí nació la oportunidad para muchos foráneos de incorporarse a "la causa". Será el caso de Thomas Taylor, nacido en EE.UU., comandante del bergantín "Patriota", que es considerado héroe en Haití e impuso a su dictador (Petion) el enarbolamiento de la bandera argentina. O el caso del francés Louis Michel Aury (1788 - 1821) quien peleó en el Caribe y llegó a declarar la independencia republicana de La Florida. Relevante también será el ejemplo de Juan Bautista Azopardo (1772 - 1848), oriundo de Malta, que fuera nada más, ni nada menos, que el Jefe de la primera Armada Argentina (1811) compuesta por la goleta "Invencible", el bergantín "25 de Mayo" y la balandra "Americana", con el objetivo de apoyar a Belgrano en su expedición al Paraguay. Azopardo fue también jefe y camarada de Bouchard.

Aunque el más resonante de todos los marinos extranjeros que pelearon por nuestra patria fue William "Guillermo" Brown, nacido en Foxford (Reino de Irlanda), cuya familia emigró a Estados Unidos. El joven Guillermo al poco tiempo quedará huérfano. Tras esa triste coyuntura trabajará en barcos mercantes estadounidenses durante diez años. Luego peleará a favor de Inglaterra; será puesto prisionero por los franceses y milagrosamente logrará escaparse. Posteriormente volverá a Inglaterra donde todo cambiará radicalmente. Brown se enamorará en Londres perdidamente de Elizabeth Chitty y por pedido de ella se vendrán a América del Sur, para luego (ahora sí, definitivamente) convertirse en el gran Almirante de la patria. Su yerno será el también marino y famoso patriota Francis "Mayor" Drummond (escoses).

La patria y la heroica defensa del mar

Debemos recordar algo que muchas veces ha quedado injustamente en un aparente segundo plano histórico. La guerra de la independencia se libró paralelamente también en forma heroica por nuestros mares y nuestros ríos. Mayoritariamente quedó en nuestras retinas aquellas campañas terrestres que muy merecidamente reivindican a nuestros grandes patriotas y sus emocionantes gestas: San Martín, Belgrano, Güemes, y tantos otros. Pero el escenario geopolítico regional de ese momento nos muestra como simultáneamente se yuxtapusieron circunstancias que hacían imprescindible la conjugación e interacción de acciones terrestres y marítimas. Y Bouchard será un buen ejemplo de esa coyuntura.

Allá por 1811 (a meses de la revolución de mayo de 1810) las naves españolas bloquearon el puerto de Buenos Aires. Bouchard tuvo una actuación descollante defendiendo nuestras costas y soportando el asedio español. Pero inmediatamente después lo encontramos a Bouchard sumándose al reciente creado Cuerpo de Granadero a Caballos que conducía San Martín y peleando en el trascendente Combate de San Lorenzo (Santa Fe - 3 de febrero de 1813), donde nuestras fuerzas vencieron a las milicias realistas que por vía fluvial pretendían aprovisionar a la ciudad en el Sitio de Montevideo.

La iconografía de ese triunfo histórico seguramente nos traerá a nuestra memoria imágenes imborrables, cultivadas desde nuestros emotivos actos escolares de la escuela primaria. Ese cuadro de un San Martín caído y el arrojo de Cabral para salvarlo de la bayoneta española están grabados a fuego en nuestro sentimiento. Lo que probablemente ignoremos es qué en ese breve lapso (el combate de San Lorenzo duró aproximadamente 20 minutos) y mientras Cabral se convertía merecidamente en "héroe inmortal", Hipólito Bouchard conquistaba en base a su coraje y pericia para montar a caballos una de las banderas emblemáticas del ejército español sellando el triunfo patrio. Esa actitud le mereció el reconocimiento público de San Martín y de la Asamblea Constituyente de 1813, que le concedió “con honores la ciudadanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata”.

Ya instalado en estos “pagos” rioplatenses, Bouchard se casará con una de las mujeres más bellas y adineradas de Buenos Aires. Y con fama de excéntrica también: Norberta Merlo. Famosa por usar pantalones en las reuniones sociales de la época y caracterizarse por enlazar como los mejores, cazar pumas y domar toros.

"Valiente muchachada de la Armada"

Pero a Bouchard "le tiraba el mar". Y volverá a retomar su vida de marinero. Se lucirá nuevamente cuando bajo la dirección de la flota por Brown atacaron El Callao y Guayaquil. Bouchard conducirá la corbeta "El Halcón".

Pero desavenencias y contramarchas harán que Bouchard abandone la expedición tras algunos logros y regrese a Buenos Aires solicitándole a Brown la liquidación proporcional de sus beneficios sobre el botín conseguido. Tras el reparto del botín, Bouchard obtuvo una gran fragata capturada a los españoles: "La Consecuencia" y una goleta: "Carmen".

Otro hecho relevante y poco conocido de la vida de Bouchard fue cuando Guillermo Brown, en medio del asedio a Guayaquil e intentando tomar el Castillo de San Carlos fue apresado. Las negociaciones para la liberación de Brown las llevó adelante Miguel Brown (su hermano) y Bouchard. En canje por la liberación del almirante, los corsarios argentinos tuvieron que otorgarles a los realistas: la fragata Candelaria (conquistada en combate), tres bergantines, toda la estratégica correspondencia (5 cajones de cartas y mapas) que viajaba a Buenos Aires con informaciones, noticias, planos de ruta, diarios de viajes y secretos confidenciales. Y más aún, tuvieron que entregar toda la pólvora que llevaban y las últimas 4 bordalesas de ron que le quedaban a la tripulación.

Vamos "La Argentina"

Ya de regreso Bouchard en el Río de la Plata cambiará el nombré de la fragata "Consecuencia" por "La Argentina". Luego de aprestos, y no exentos de dificultades que oscilaban entre carencias de recursos económicos a fuertes pujas políticas (recordemos que estamos en pleno tiempo emancipadores plagado de urgencias y de intrigas) "La Argentina" zarpará el 9 de julio de 1817, con la patente de corso Nº 116. Un año después de consagrada nuestra independencia nacional.

La flota se lanzará al mar con una ecléctica tripulación, en cuya plana mayor se destacaron británicos, norteamericanos, franceses y holandeses, entre ellos: el capitán Nathan Sommers, los primeros tenientes Guillermo Sheppard, Colverto Thompson, Daniel Oliver, Guillermo Mills, Miguel Burgués y Luis Greissac; el teniente de infantería José María Píriz; los cabos de presa Juan Arhens, Carlos Douglas y Martín Van Burgen; el cirujano Bernardo Copacabana. Junto a ellos el criollo Tomás Espora, el primer marino argentino en dar la vuelta al mundo. Mencionaremos también a Peter Corney (ingles), quien al tiempo de la excursión será reclutado y designado capitán de la corbeta "Chacabuco" y segundo jefe de la última etapa de la expedición cuyo grueso de la tripulación eran marineros criollos y filipinos.

Al trazar el rumbo que seguiría la expedición, Bouchard había planeado navegar en busca de la gran corriente sur ecuatorial que atraviesa el Atlántico hasta las costas africanas, lo que le permitiría bordear el Cabo de Buena Esperanza con el fin de perseguir los navíos de la Compañía de Filipinas que navegaban por las costas de la India. Y así irán pasando puertos: Madagascar, India, Filipinas, Borneo, Sumatra, Java, Macasar, las Célebes, el archipiélago de la Sonda. Liberando esclavos de los buques "negreros", combatiendo contra piratas malayos, suscribiendo acuerdos con el rey de Hawái, hasta erguirse triunfante ante los españoles en Centroamérica y California, e izar nuestro pabellón nacional en California entre marzo y abril de 1819. En síntesis, aunque cueste creer tamaña hazaña, por dos meses California fue de Argentina.

"Triste, solitario y final"

Finalizada su expedición decidió partir a Valparaíso para sumarse a la campaña libertadora sanmartiniana que ya se encontraba en Chile. Cuando llegó al puerto chileno se le informó que pendía sobre él una orden de arresto. Se le librará un juicio. Pasará penurias económicas. Igualmente partirá al Perú siguiendo los pasos de San Martín. Se radicará definitivamente en Perú y fundará un ingenio azucarero.

El mal genio de Bouchard ya fue mencionado. Tanto a bordo de una fragata, donde sus represalias fueron feroces, como en su estancia peruana donde trataba a sus empleados con extremada dureza. Harto de sus abusos un esclavo de su hacienda le dará muerte el 4 de enero de 1837.

Archivado en