Cornejo, Barcala y la idea de la "secesión" de Mendoza que vuelve

Como siempre la coyuntura impone la agenda. Es ahí donde aparece la historia para darle marco al hecho presente y recordar a través del espejo del tiempo algún suceso que refleje comparativamente una situación ilustrativa que nos acerque al ayer. Lógicamente que son acontecimientos que traemos intencionalmente del pasado como un mero recurso pedagógico, pero que no dejan de ser un buen pretexto para revisar nuestra historia mendocina en el contexto de la cotidianeidad.
Te Podría Interesar
Recientemente, el gobernador Alfredo Cornejo esgrimió una frase. Dijo que a Mendoza le favorecería estar "afuera de Argentina ” puesto que la provincia tiene mejores condiciones que el resto del país. Agrego el gobernador: “Si uno ve el desempeño de Mendoza, de sus instituciones, de su administración, le hubiese convenido en más de una oportunidad estar afuera de nuestro querido país. Hubiese tenido oportunidades de crédito, hubiese tenido muchas chances de vinculación de comercio exterior con otros lugares, acuerdos de libre comercio”.
Nadie podrá negar que dicha expresión fue una especie de “piropo” a Mendoza, sabiendo todos que dicha declaración (aunque imposible) pretendió motivar propositivamente a los interlocutores de turno desde “lo nuestro”, las bondades propias y la necesaria cuota de mendocinismo con que se hacen las cosas en la provincia.
Patear el tablero
Repetiré una historia vivencial que he contado en otras oportunidades. Siempre recuerdo cuando en segundo año del secundario una muy querida profesora de Historia (recientemente fallecida) le preguntó a un compañero de curso lo que el programa de estudio exigía: "Por favor nómbrenos, los gobernadores de Buenos Aires". Estábamos revisando el periodo recordado en la historia argentina como "La Anarquía de 1820", según lo que ordenaba ese programa escolar. Mi compañero con la frescura propia de un adolescente miró a nuestra profesora, y sin inmutarse sostuvo: "¿Por qué los gobernadores de Buenos Aires, si vivimos en Mendoza?". Y redoblando desafiantemente la apuesta agregó: "Nómbreme usted los gobernadores de Mendoza durante esa época", algo que no figuraba en la planificación institucional de ninguna escuela de Mendoza. Un silencio sepulcral invadió el aula. Los segundos se tornaron interminables. Promediaban los años '70, y ese tipo de respuestas no eran comunes en el turno vespertino de aquella Escuela Comercial de Rivadavia. La docente detuvo su andar por el pasillo formado entre los bancos, y poniendo comprensivamente la mano en el hombro a nuestro compañero, sostuvo: “Vamos a hablar de Mendoza".
Ella caminó hasta el frente del curso, y como quien da la formación de un equipo de fútbol, enumeró los gobernadores de esa segunda década del siglo XIX mendocino: "Pedro José Campos, José Clemente Benegas, Tomás Godoy Cruz, Pedro Molina, Agustín Maza, nuevamente Molina, José Albino Gutiérrez, Lavalle, Juan de Dios Correas, Juan Rege Corvalán, Rudecindo Alvarado". Y así, a partir de ahí, desde esa “desobediencia genial”, un extenso viaje de casi un año nos permitió recorrer la apasionante historia de Mendoza.
Tras casi cuarenta años de docente, siempre recuerdo ese momento. Pondero esa rebeldía de una colega que amaba Mendoza y que tiró por la borda lo que realmente no nos importaba. Fue una lección que me marcó para siempre y de la cual extraje una clara enseñanza: muchas veces para conocer Mendoza hacen falta buenos maestros y oportunos disparadores, pero sobre todo animarse a patear el tablero y subvertir programas; desafiar diseños curriculares; alterar directrices emanadas de escritorios lejanos; transgredir modos políticamente correctos y adecuar “al nosotros” recetas enlatadas nacidas de un puertocentrismo y porteñismo cultural cerrado que poco tienen que ver con nuestra idiosincrasia e historia cercana. Vale en una escuela. Vale en un gobierno. “Estamos en la inmortal provincia de Cuyo y todo se hace; no hay voces, no hay palabras para expresar lo que son estos habitantes”. Lo escribió San Martín hace más de doscientos años.
El mendoexit del negro Barcala
“El Negro” Barcala era un duro. Venía marcando la cancha en los conflictos internos de Cuyo. Su prestigio se había incrementado tras la guerra contra Brasil (1826) donde será tomado cautivo y quedará libre por un canje de prisioneros. Tras su libertad, se convertirá en seguidor de Lavalle y Paz transformándose en un ferviente unitario. Peleará en La Tablada (Córdoba - 1829) y en "la laguna larga" de Oncativo (1830). Creará el batallón de libertos "Cazadores de la Libertad". Estará en la batalla de Rodeo de Chacón (Santa Rosa - Mendoza - 28 de marzo del 1831) enfrentando a Facundo Quiroga y Aldao. Derrotado en La Ciudadela (Tucumán - diciembre de 1831) será apresado por Quiroga y ahí comenzará otro capítulo.
Enterado Aldao que Quiroga había capturado a Barcala, correrá a su encuentro donde le reclamará al riojano por qué no fusiló “al Negro” ya que éste tenía sobre sus espaldas sospechas ciertas que buscaba conspirar contra el gobierno mendocino de Molina.
Muy por el contrario, Quiroga lo veneraba a Barcala y le había dado protección a pesar de haberse enfrentado varias veces en el campo de batalla. Todo cambiará cuando Quiroga sea muerto en Barranca Yaco y Barcala se quede sin su protector.
Lo cierto fue que al poco tiempo aparecieron cartas que delataban a Barcala como un revolucionario conspirador contra el gobierno de Pedro Molina buscando la secesión de Mendoza y San Juan del resto del país. Precisamente esa era la prueba que Aldao y Molina necesitaban. Apresado en San Juan fue traído a Mendoza donde le libraron un juicio.
Entre los que compartían esta iniciativa separatista estaban también los militares José María Molina y Casimiro Recuero, héroes de la guerra de la independencia. Había extraordinarios intelectuales como Juan Gualberto Godoy y José Lisandro Calle, además de Domingo Francisco de Oro, ministro de Gobierno de la provincia de San Juan, y Pedro Nolasco Videla, que sería nombrado gobernador de Mendoza en caso de triunfar la rebelión. Sumariamos a la iniciativa a otros ilustres: Martín Zapata, Joaquín Godoy y Vicente Gil.
En el fondo el problema de Barcala, no era tanto entre unitarios y federales, sino que le preocupaban las intrigas de aquellos que llamándose federales “se constituían por su mayor ilustración en núcleos de influencia sobre el gobernador” (Vicente Sierra) favoreciendo la intromisión de Buenos Aires y sojuzgando a Mendoza. “Mi propósito era variar la administración de un modo pacífico, sin derrame de sangre, escogiendo después entre los partidos los mejores hombres para el gobierno”, habría sostenido Barcala en el interrogatorio.
“¿Qué tiene usted contra Buenos Aires?”, replicará el fiscal. “Quisiera la más absoluta neutralidad en todos los asuntos. Que Buenos Aires no se meta en nada”. Mientras tanto el fiscal insiste: “¿Hubiera actuado contra Aldao?”. Barcala no dudó: “Solo una gota de sangre derramada hubiera sido un obstáculo para la conciliación. Pero nada nos hubiera detenido en el caso de resistencia”. No negó la conspiración ni se retractó de nada. Había escrito su sentencia.
Barcala fue fusilado el 1 de agosto de 1835. En la plaza principal de Mendoza (hoy Plaza Pedro del Castillo). El lugar estaba abarrotado de curiosos. Ese era un espectáculo público que un hombre no se podía perder y al cual las mujeres tenían vedado concurrir. Lorenzo Barcala no aceptó que le vendarán los ojos y optó por quedarse erguido para esperar el desenlace fatal. Así moriría “el Negro”. De pie; como para agrandar su leyenda ante la vista de todos.
Será acribillado por cinco tiradores. Fue a muy pocas cuadras de la casona donde creció como esclavo sirviente y en el mismo lugar donde él precisamente en 1821 fuera el oficial encargado del fusilamiento de José Miguel Carrera.
Así fue la muerte de Barcala; el que luego será elogiado por Sarmiento en “Facundo”. El primer “oscuro” que llegó a coronel. Y mientras los testigos se dispersaban, dos negros como él, limpiaban el mar de sangre que inundaba la vereda de la plaza. Eran tiempos bravos que tenían a Pedro Molina por tercera vez como gobernador de Mendoza y al fraile Aldao como el máximo caudillo federal de la región. Lo fusilaron a Barcala, pero su trasgresión y su pasión por Mendoza hicieron escuela.