La verdad de un elefante
Muchas veces un ejemplo simple sirve como para evidenciar nuestro comportamientos en nosotros mismos y hacia los que nos rodean.
Érase una vez seis hombres sabios que vivían en una pequeña aldea. Los seis eran ciegos. Un día alguien llevó un elefante al lugar y los sabios buscaban la manera de saber cómo era, ya que no lo podían ver.
-¡Ya lo sé!- dijo uno de ellos-¡Palpémoslo!
- Buena idea- dijeron los demás- ahora sabremos cómo es un elefante.
El primero palpó una de las grandes orejas del elefante. La tocaba lentamente hacia adelante y hacia atrás.- ¡Es como un gran abanico!- Gritó el primer sabio. El segundo tanteó las patas del elefante y exclamó: ¡Es como un árbol!
-Ambos estáis equivocados- dijo el tercero, que había examinado la cola- ¡El elefante es como una soga! Justamente entonces el cuarto sabio que examinaba los finos colmillos, habló: -El elefante es como una lanza--No, no- gritó el quinto- ¡El elefante es como un alto muro!- había palpado el costado del gran mamífero. El sexto sabio había agarrado la trompa. -¡Estén todos equivocados! El elefante es como una serpiente- -No, como una soga- insistió el tercer sabio… y a partir de allí nadie se puso de acuerdo y la tentación de ver quién tenía razón finalizó con una pelea entre todos.
Este koan conocido por nosotros, provoca como aprendizaje, imponer nuestra visión de las cosas al resto, sin tener en cuenta que podemos estar ubicados en diferentes perspectivas en relación a un mismo hecho-en-sí: aunque parcialmente en lo cierto, todos estaban equivocados. Jacques Lacan lo trabaja por el lado del acontecimiento. El interrogante es ¿Cuántas veces puede ocurrir lo mismo? Tantas veces como se lo pueda contar o tantas personas que lo puedan escuchar ¿Provoca ese relato una verdad? No, pero sin embargo nos muestra algo de la verdad. Es decir, los argumentos son diversos: pueden tener que ver inicialmente con la verdad, con su omisión, con su falseamiento, con un punto de vista, con una mirada orientada a la culpa o la responsabilidad, en general ausente de los argumentos enunciados. Cada uno de los testigos dará su palabra de lo que dice asegurando que es la verdad y sólo la verdad. Su verdad, claro.
Rashomon, film de 1950, dirigido por Akira Kurosawa, presenta diversas perspectivas de sus protagonistas en relación a la escena de un crimen: un leñador (Takashi Shimura), un sacerdote (Minoru Chiaki), un estudiante (Kichijiro Ueda) y hasta el testimonio del muerto!.
Todos ellos se refugian de una tormenta en el Rashomon, nombre de la puerta de ingreso más importante de la ciudad de Kyoto, lugar donde los personajes comparten la protección del frío húmedo, de la noche desolada, de la hambruna de un pueblo provocada por la guerra civil del siglo XI en Japón. Ese momento de descanso forzoso, permite conversar acerca de una historia donde sus propios caminos se encuentran cruzados. Un inquietante cross-over anticipatorio de Akira Kurosawa y una forma discursiva utilizada por el Séptimo Arte para narrar imágenes. Eje temporal en el cine, solidario de la elipsis o el flashback.
Violencia y verdad es una relación compleja que ha sido objeto de análisis. Los tipos de violencia pueden ser de carácter físico, simbólico (daño a la identidad por ejemplo) o estructural (lo que se perpetúa en el tejido social en función de la desigualdad u opresión). A veces, la violencia es un modo de relación entre el que la ejerce y quien la sufre, de este modo la violencia niega la libertad y la dignidad del otro. Lo que sabemos, es que la violencia resta el lenguaje, quita el valor de la palabra y esto que resulta tan valioso para todos, se debe defender sin lugar a dudas y sin equivocación para no vivir escenas cotidianas bochornosas ¿Será un ideal u otro elefante?
* Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.