La curiosa historia detrás de Carlos Thays, el jardinero de la Nación
Thays interpretó perfectamente el momento del país que le tocó vivir. Fue uno de los impulsores de la modernidad argentina. Cabal referente de la “belle époque”, pensaba que los espacios públicos debían ser aprovechados por toda sociedad
Empezamos la nota con una anécdota trascendental que correrá en simultáneo a la gran obra en Argentina de un verdadero artista como fue el arquitecto, naturalista y paisajista francés Jules Charles Thays (1849 - 1934). Seguramente una arraiga costumbre criolla hubiera sucumbido un siglo atrás de no haber aparecido Thays en escena. Lo cierto es que Thays se enamoró perdidamente de una uruguaya, Cora Venturino, a quien conoció al año de llegado al país. Él ya tenía más de 41 años y ella 16.
La tradición rioplatense (tanto en Uruguay como en Argentina) del mate se había arraigado en los Venturino, por ende, en su querida Cora. Pero a la par empezaba a surgir un problema con la provisión de yerba mate, pues después de la expulsión de los jesuitas nadie continuó su explotación productiva a escala industrial y solamente se cosechaba yerba mate silvestre, lo que hacía muy difícil la comercialización y consumo interno, debiendo entonces exportarse de Brasil y Paraguay para tratar de paliar la escasez del cebado “vicio criollo”.

“Corita, por vos hago lo que quieras”, habría dicho Thays. Fue así que, ante la obligada abstinencia por la carencia de yerba mate, el enamorado Carlos, siguiendo unos ensayos anteriores de su compatriota Aimè Bompland logró germinar semillas silvestres de yerba mate al someterlas a una larga inmersión en agua a elevada temperatura. Entonces en el mismo experimental Jardín Botánico logró germinar los granos y una vez difundida su metodología dio paso al cultivo masivo de yerba mate que terminó generando la vigente industria yerbatera que conocemos.
El “verde” como patrimonio social y colectivo
La concepción para afrontar la vida en Thays, fue la misma que reflejó en su trabajo. “Siento pasión y disfruto lo que hago”; lo manifestó cientos de veces. “Trabajo con mi mujer y mis hijos, lo que hace que la tarea se convierta en un juego”; era otro de sus habituales comentarios. “Para ser feliz es preferible vivir en una cabaña dentro de un bosque que en un palacio sin jardín”, lo expresó en sus discursos.
Thays interpretó perfectamente el momento del país que le tocó vivir. Fue uno de los impulsores de la modernidad argentina. Cabal referente de la “belle époque”, pensaba que los espacios públicos debían ser aprovechados por toda sociedad. Sobre todos, por aquellos cuyas posibilidades no permitían disfrutar de estancias y quintas privadas o las tradicionales vacaciones, por eso siempre en sus plazas diseñó áreas para juegos infantiles, glorietas para bandas de música, áreas deportivas y baños de uso público. En su discurso de asunción como Director de Parques y Paseos de Buenos Aires sostuvo: “El hombre, sobre todo el que trabaja, necesita distracción y ¿acaso hay alguna cosa más sana, más noble, más verdadera, cuando se sabe apreciarla, que la contemplación de los árboles, de las hermosas flores, cuando son dispuestas con gusto? El espíritu entonces descansa, las penas se olvidan momentáneamente y se produce un efecto inmediato sobre el corazón” (Carlos Thays. EN: Diario La Prensa. 5 de mayo de 1891).

Al tiempo Buenos Aires deberá a la acción de Thays el 80 % de sus espacios verdes. Realizó 69 plazas y decenas de paseos públicos en la capital argentina, arbolando sus calles con 150.000 ejemplares en toda su gestión. Hasta 1880 las mejoras en calles y plazas habían sido escasas y generalmente ligadas a las iniciativas vecinales. Desde que Thays llegó a la gestión transformó los tradicionales espacios porteños caracterizados por el modelo español de plazas sin vegetación cambiándolo por el multicolor estilo francés donde el verde y los morados jacaranda invadieron el espacio. Solo en su primer año de gestión hizo plantar 21.250 ejemplares, cantidad superada recién en 1925 con el cultivo de 22.000 ejemplares.
La acción federal de Thays
Indudablemente la impronta de Thays inundó de árboles y flores Buenos Aires cambiando radicalmente en su gestión la imagen urbana porteña. De su mano surgieron, entre tantos los parques: Tres de febrero y el Jardín Botánico sobre una vieja casona que en tiempos coloniales fue un polvorín y cuyos terrenos posteriormente pertenecieron a Juan Manuel de Rosas. También construyó el Parque Los Andes, el Florentino Ameghino, el Colón, Parque Patricios, Parque Chacabuco, Leonardo Pereyra (Barracas), el Centenario en Belgrano, Parque Lezama en San Telmo, Avellaneda, Intendente Alvear y Parque Barrancas de Belgrano, además de las plazas del Congreso, Plaza de Mayo, Rodríguez Peña, Solís, Castelli, Brown, Balcarce, Olivera, Matheu, San Antonio (hoy Díaz Vélez).

Pero su accionar se reflejó también claramente en el resto del país. Su primera obra por la cual llegó a Argentina (1889) fue la creación del actual Parque Sarmiento de Córdoba (ex parque Crisol en honor a quien primero contrato al urbanista francés, Miguel Crisol). Y de ahí no paró más. El Parque 20 de Febrero en la ciudad de Salta (1900), la creación del Parque 9 de Julio en San Miguel de Tucumán (1908), Parque Independencia de Rosario, “Parque del Oeste”, actualmente el extenso Parque General San Martín de la Ciudad de Mendoza de 1896, Parque Urquiza de Paraná, Parque Sarmiento en la ciudad de Azul (Buenos Aires), la "Plaza 25 de Mayo" de la Ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, el Parque Santa Ana, Parque Centenario de San Luis, Plaza Laprida de San Juan, el Paseo General Paz y Boulevard Marítimo en Mar del Plata (desaparecido en 1903 para la construcción del Casino y el Hotel Provincial), la Plaza Colón en la misma Mar del Plata, la plaza principal de Coronel Suárez, así como el proyecto de una ciudad-anfiteatro (la Mansión de Invierno) en la ciudad de Empedrado (Corrientes). Deberíamos agregar el Parque Nacional Iguazú (Misiones) para proteger el magnífico marco paisajístico de las Cataratas del Iguazú.
El abuelo feliz
Thays era un hombre que disfrutaba la vida. Su hijo, su nieto y su bisnieto continuaron su prédica urbanística. Sus obras también abordaron tareas privadas para la aristocracia del momento. “La Villa María” de la familia Pereda (en Máximo Paz), el castillo “La Candelaria” de los Piñero en Lobos, “Un Durazno”, de Carlos Díaz Vélez en Rauch, “La Porteña” de los Guerrico-Güiraldes en San Antonio de Areco, “La Larga” y “La Argentina”, ambas del expresidente Julio Argentino Roca, etc. En la provincia de Córdoba, Thays también diseñó los parques de “La Paz de Ascochinga”, también del expresidente Julio Argentino Roca, el parque del Chateau Carreras y los jardines del Palacio Ferreyra (1913).
Investigador de la flora sudamericana, realizó numerosas excursiones científicas que le sirvieron para conocer especies autóctonas argentinas y aclimatarlas en el Jardín Botánico de Buenos Aires. Sus experiencias las describió en un libro: “Les Fôrets naturelles de la République Argentine” (1913). Como reconocimiento a la acción pionera de Sarmiento propuso que el 11 de setiembre (día del fallecimiento del gran maestro) fuera conmemorado el día del árbol y junto al famoso perito Moreno fue el fundador del movimiento de Boys Scout en Argentina.
Murió a los 85 años. Siempre se caracterizó por su muy buen humor. La revista “Caras y Caretas” lo bautizó como “el jardinero de la nación”. Por ese entonces la yerba argentina se había industrializado de tal manera que en cualquier almacén de barrio se encontraban varias marcas y a precios muy accesibles. El pueblo argentino, agradecido. Era lógico, Thays había plantado una semilla para siempre.

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