La máquina de escribir
La semana pasada recogí en esta columna algunas señales de alarma sobre el peligro que representa el disruptivo avance de ChatGPT sobre la cultura escrita. Quizás el clima alarmista se deba a la aceleración misma de los avances y las noticias sobre ellos.
Algo similar se dio con el origen mismo de Internet o con la propagación de las redes sociales. Sin embargo, hay un lado positivo en esta divulgación de la inteligencia artificial para la escritura. Esta semana salió el ChatGPT 4 y ya hay múltiples aplicaciones que se sirven de él para realizar a toda velocidad presentaciones en Power Point, publicaciones para blogs, podcast o videos. Muchas de ellas son pagas y se apoyan en el desarrollo de Open IA, quizás por eso tan asustado con el vertiginoso uso y usufructo de esta inteligencia artificial que genera textos en lenguaje natural sobre todos los tópicos. De hecho, quienes la están aprovechando más rápido para generar dinero son los profesionales del marketing, que encontraron en el ChatGPT un gran aliado para producir slogans o copys e incluso logos, en función de los intereses de sus targets. “¿Cómo ganar dinero con ChatGPT?” es una pregunta que hoy devuelve más de 800000 sitios con respuestas. Muchos usuarios se lo están preguntando al propio ChatGPT. En Amazon ya se pueden comprar libros enteros con consejos en este sentido.
La ansiedad –por la amenaza que representa o por sacarle el rédito pronto- que nos provoca ChatGPT es porque siempre la innovación tecnológica se adelanta a la asimilación cultural y cada vez lo hace a más velocidad. Sin embargo, hay un lado positivo en esta divulgación de la inteligencia artificial y es que nos puede facilitar la intervención en los miles de canales en donde hoy se difunden los textos en Internet y eso porque genera el lenguaje que está en la base de la producción de los más diversos textos: un artículo para una revista, un paper, un podcast, o un hilo en Twitter. Las ideas originales, el argumento central, la verificación de la información y la revisión de estilo siempre seguirán necesitando de un humano. Y de un tiempo humano en la elaboración.

Nuestra incorporación de la tecnología para la producción de textos es algo que empezó hace rato y ya está completamente naturalizado en nuestras prácticas. “Si en este cambio de siglo hemos incorporado a los procesos de redacción y escritura literaria las búsquedas en Google, la corrección automática, el corta y pega o incluso la opción de autocompletar, es más que probable que las redes neuronales ingresen pronto en nuestras rutinas profesionales y artísticas”. Lo afirma el escritor español e investigador de estos temas, Jorge Carrión.
En su reciente libro Los campos electromagnéticos. Teorías y prácticas de la escritura artificial, Carrión vincula la escritura automatizada con la escritura automática de los surrealistas, es decir el esfuerzo de producir textos deprisa, sin corregir, para acceder al inconsciente creativo. El abstracto lenguaje de programación se torna transparente. Sigue la lógica que Alessandro
Baricco considera, en The Game, propia de la era digital: la lógica del juego, esto es que en la superficie las aplicaciones más complejas resulten simples y aptas para que los usuarios jueguen con ellas. Para Carrión ahora se trata de invitar “a nuestras inteligencias artificiales y compañeras a participar del viejo arte de contar historias y desarrollar ideas y construir belleza, para que escriban con nosotros o incluso más allá de nosotros, como máquinas de escribir autónomas”.
Aunque no sean de los que sólo buscan ganar dinero fácilmente o de ahorrarse trabajo creativo, los escritores de esta era no pueden prescindir del conocimiento de las grandes plataformas (Google, Alphabet, Meta, Apple, etc.): ellas organizan la información y median sobre nuestro acceso a los textos, ya que los viralizan, los comentan o recomiendan, o no. “Lo único que tiene en cuenta las grandes productoras de contenidos es la capacidad de seducir de un modo duradera, de secuestrar la atención, para generar el máximo número posible de datos útiles”, dice también Carrión.
ChatGPT ya se integra a esa “plataformización” de la cultura: una cadena de producción por la que circulan datos, pero sin que las máquinas que los capturan, procesan y transmiten se enteren de qué se trata. La producción y la comprensión de sentido sigue siendo privativas del humano. Se puede usar una aplicación para resumir un texto largo y pegarlo en un trabajo práctico para la facultad sin haberlo leído, lo que no se puede es haber aprendido de su contenido.

En la segunda parte de su libro Carrión le hace escribir sobre la escritura artificial a GPT-2, luego de entrenarlo con sus propios textos para que lo haga con su estilo. El resultado es una escritura sin alma, aburrida y repetitiva, que expulsa al lector. El profesor Mushtag Bilal, en un hilo de Twitter que ya se hizo famoso entre los académicos, refuta formas tontas de usar ChatGPT. La primera es pedirle que escriba ensayos, artículos o papers. ChatGPT usa un modelo predictivo que adivina la siguiente palabra de la oración sobre la base de la información que tiene cargada. Por lo tanto, el texto resultará estadísticamente predecible. Los escritores realizan conexiones impredecibles que ChatGPT no puede hacer. En cambio, sugiere Bilal, se puede usar la inteligencia artificial para crear estructuras para los textos, porque estas tienen bastante de predecibles (de hecho, para que sea identificables, un género literario tiene que repetir la estructura de otros textos del mismo género).
Le pedí a ChatGPT que continuara mi artículo de la semana pasada, explicitándole los tópicos que quería que aparecieran. Me escribió párrafos como estos: “Es importante destacar que ChatGPT no puede reemplazar la creatividad y originalidad de un escritor, pero puede ser una excelente fuente de información para complementar y mejorar las ideas que ya existen. El modelo puede proporcionar información detallada sobre cualquier tema que se le solicite, desde datos históricos hasta detalles técnicos. Además, ChatGPT puede ayudar a organizar la información obtenida de manera lógica y coherente, lo que es especialmente útil al escribir textos con estructuras definidas como ensayos, artículos o informes. El modelo puede ayudar a generar un esquema para el texto y sugerir ideas para cada sección”.
Cierto, pero aburridísimo. Intervenir en forma original, relevante y creativa en un ecosistema textual y comercial automatizado es el desafío de los escritores de hoy. Requiere tomarse un tiempo en el andén para pensar estrategias, dejando pasar más de un tren de alta velocidad.
* Damián Fernández Pedemonte, director de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral.

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