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El lector es una especie en extinción

Después de haber hablado de los efectos del Chat GPT en la escritura, una reflexión sobre la incidencia de la inteligencia artificial en la lectura. Volver a la lectura metódica es fundamental para cuidar el conocimiento humano. Es un buen consejo en MDZ de Damián Fernández Pedemonte

Damián Fernández Pedemonte
Damián Fernández Pedemonte domingo, 23 de abril de 2023 · 07:07 hs
El lector es una especie en extinción
Volver a la lectura metódica es fundamental para cuidar el conocimiento humano. Foto: Foto: Area Libros

En “Pierre Menard, autor del Quijote”, Jorge Luis Borges imagina un autor del siglo XX que vuelve a componer algunos párrafos de la obra de Cervantes, pero desde la perspectiva que agregan los cuatro siglos que han transcurrido. Borges está hablando metafóricamente del lector, que vuelve sobre las palabras de un texto clásico, cargándolas de un sentido nuevo. Es su modo de entender al escritor. "Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído". De la implacable forma de leer de Borges proceden sus textos prodigiosos, que enseñan a leer. Y a poner en la lectura la creatividad que el escritor pone en la escritura. Como Menard.

Internet, las redes sociales, las aplicaciones nos permiten acceder a un océano infinito de textos. Chat GPT es una máquina imparable de escritura. Es también un procedimiento para ahorrar tiempo y trabajo de lectura. Puede sintetizarnos papers abstrusos, localizarnos citas sin que tengamos que ir a buscarlas a los libros. La aplicación Blinkist brinda las ideas principales de extensos volúmenes en 15 minutos. Otras generan automáticamente el abstracto nos narran las líneas principales de una novela en pocos minutos.

Poner en la lectura la creatividad que el escritor pone en la escritura

En la novela Si una noche de invierno un viajero, Italo Calvino realiza una insólita pero verosímil descripción del escrutinio de librerías de un ávido lector. Existen los libros que no compramos porque no hemos leído, pero ya conocemos todo su contenido. Dicen que los clásicos son los libros que se pueden citar sin haberlos leído. Citar sin leer, creer conocer el contenido de un libro no leído (o leído por una máquina por nosotros), puede contribuir a nuestra capacidad de amenizar una reunión de amigos, pero nos sustrae del placer de la lectura, y debería precavernos de intervenir en polémicas referidas a su contenido.

No es así en las redes sociales. Se comparten o votan tuits o publicaciones que no hemos leído. Así se propagan las fake news. Según el Pew Research Center sobre Internet, las personas mayores y de actitud conservadora son las principales difusoras de noticias falsas, en la medida en que los mensajes coinciden con sus predisposiciones ideológicas. Comparten esos textos y aparecen en sus muros más textos de esa índole, dándoles la sensación de que son muchos los que comulgan con su posición, con frecuencia irracional. En el origen hay una lectura fragmentaria, crédula, de textos apócrifos. El incremento exponencial de escritos que ya se está dando con el Chat GPT obliga a más verificación, más revisión y más lectura crítica tanto por parte de los autores como de los lectores. (La IA tiende a producir más escritores que lectores).

El fenómeno viene de lejos. De los métodos de lectura veloz (“He hecho un curso de lectura veloz y he leído Guerra y paz en veinte minutos. Habla de Rusia”, Woody Allen) y de los machetes de la escuela. Hay poetas jóvenes que no leen poesía, estudiantes universitarios que avanzan en sus estudios sin leer libros sino resúmenes. Incluso los periodistas leen en diagonal, a las apuradas, los documentos sobre los temas de los que escriben. Además, desde hace tiempo el periodismo es una industria de producción de textos para no ser leídos. Hoy estar informado sobre un tema consiste en haber leído tres titulares de la misma noticia en distintos
medios, que nos llegaron por las redes sociales. Cada texto periodístico prevé que se va a leer de él sólo el titular y la bajada.

El problema afecta también a los intelectuales, lectores profesionales. El mundo de la industria editorial académica no es gran promotor de la lectura. Para acceder a la publicación en un Journal de buena reputación, un paper debe pasar por un arduo proceso de revisión. Una vez publicado, sólo lo leen decenas de expertos. Como una de las condiciones para publicar en estas revistas es citar artículos de los últimos años (si es posible de la misma revista que así sube en el ranking), los colaboradores suelen citar artículos sin haberlos leído completamente. Soy investigador del CONICET y al promover de categoría tengo la impresión de que la principal evaluación que se me hace es formal (cantidad y tipo de publicaciones, en qué revistas o editoriales, citas recibidas) pero nadie discute conmigo los argumentos de mis escritos. Cargados de trabajo, los pares evaluadores de publicaciones o de proyectos leen también a los saltos. He integrado un tribunal de evaluación de tesis de doctorado en el que otro de los
miembros sólo había leído unas páginas de la tesis que debía evaluar. Hace años participé como jurado de un concurso a la trayectoria literaria en la Feria del Libro y era evidente que alguno de mis colegas no había leído varios de los libros sobre los que teníamos que opinar, si es que había leído alguno.

Si no hay lectura, menos hay lectura crítica.

Cuando los académicos vamos a las redes sociales para difundir más nuestros temas, nos encontramos con debates extensos –a veces, verdaderos linchamientos digitales- que surgen de no haber leído bien la declaración o el texto defenestrado. Hay personas que condenan a otras a partir de una liviana lectura de un texto periodístico, con sus errores y sesgos. Si no hay lectura, menos hay lectura crítica.

Deberíamos preservar un tiempo (al menos una hora por día) parecido al tiempo de la lectura por placer, sólo para leer, para reaprender a leer respetando el tempo de la lectura. Me parece que el principal desafío de la inteligencia artificial aplicada al conocimiento es la necesidad de recrear en uno y formar en los demás esa lectura metódica. Antes los semiólogos quisimos
llevar un método desde la lectura de escritos a todo tipo de textos: películas, programas de TV, cuadros, comics, gestos, situaciones. Hoy se extingue el método para leer aún los textos escritos. Y de allí nace todo: la escritura, la crítica, el placer.

* Damián Fernández Pedemonte (Director de la Escuela de Posgrados en Comunicación de la Universidad Austral).

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