Opinión

La fiesta de pocos: un partido pensado para las cámaras y los negocios en lugar de los hinchas

Ni las entradas, ni el rival, ni la organización son acordes a la vivencia del fútbol en Argentina. El evento se transformó en un gran infomercial lleno de sponsors que tendrá un partido de la Selección argentina en el medio.

Gonzalo Barrera
Gonzalo Barrera jueves, 23 de marzo de 2023 · 13:01 hs
La fiesta de pocos: un partido pensado para las cámaras y los negocios en lugar de los hinchas
La fiesta popular que se vivió en el Obelisco el 20 de diciembre, parece asemejarse más a los argentinos que la programada para esta noche. (Foto: Télam) Foto: TELAM

En 1978, cuando Argentina obtuvo su primera Copa del Mundo de Fútbol, el autodenominado "Proceso de Reorganización Nacional" utilizó la proeza deportiva como parte de su campaña y lanzó el film "La fiesta de todos" para promulgar esa idea popular mientras miles sufrían la opresión. Hoy, con Argentina campeona del mundo por tercera vez, nace la contracara con un evento que se aleja de lo popular y llena de glamour, una fiesta que también tapa realidades de un país quebrado socialmente.

La entrada de 12 mil pesos, asustó a muchos por su valor nominal, pero la realidad es que el valor real no es digno de tanto susto: 30,69 dólares; en comparación, la entrada es baratísima. La final de la UEFA Champions League del año pasado tuvo un valor, al cambio actual, de 76,21 dólares, siendo este uno de los eventos más convocantes. Un partido de menor envergadura, como es uno de la máxima categoría inglesa, sale cerca de 37 dólares, valor mucho más cercano en la divisa americana, pero que se vuelve impagable para un argentino, solamente guiado por el valor nominal. A todo esto hay que sumarle que la entrada representa más de un 20% de lo que es un salario mínimo en Argentina (poco más de US$177).

La explosión del seleccionado tras la victoria en el Mundial.

Con entradas poco accesibles y unas 20 mil de ellas dedicadas a sponsors, influencers y distintos protocolos típicos de estos eventos, el entorno es otro. Lejos estará este partido de cualquier hincha "natural" del fútbol. No será ni el de Excursionistas ni el de Defensores de Belgrano, vecinos del Monumental, el que esté en la cancha. Tampoco los más lejanos que tienen en este mundial, quizás, su única alegría con el fútbol. No estará el hincha apesadumbrado del ascenso que alienta a pesar de los resultados. Estarán en la cancha los que durante años opinaban que a Ángel Di María no le daba para jugar en la Selección; a pesar de ver fútbol cada cuatro años, ni se mosqueaban a la hora de opinar.

Al espectáculo meramente deportivo que será, seguramente, un emocionante cruce entre la selección campeona del mundo y los suplentes de una selección que ni siquiera clasificó al Mundial de Qatar, se le agrega un aura de Super Bowl americano. Show que al que es "un loco de la pelotita" lo deja a kilómetros, como pasó con Tula en The Best, que tuvo a miles de argentinos sin sentirse identificados con el buen hombre y su bombo.

Los festejos tras el campeonato del mundo colmaron plazas y calles de todo el país.

Aunque acertados, los shows elegidos para el espectáculo que buscan presentar no acompañan el marco de un campeón mundial. ¿Qué puede salir de personas arengando para cantar una canción de cancha? Un sentimiento fingido que poco tiene que ver con lo que se vivió durante esos 29 días que duró el Mundial. Nada de esto parece traer a la memoria lo que fue esa mañana tras perder con Arabia Saudita, a la explosión de una alegría anhelada con el gol de Lionel Messi a México, a esa desazón amarga del empate con Países Bajos sobre la hora, ni al llanto que llenó los ojos de millones con el gol de Gonzalo Montiel. Se parece más a un espectáculo para los que no creyeron y los que no tuvieron fe en que era posible, cosa que está acostumbrado el hincha del fútbol; desde los hinchas de River y Boca, hasta los de Centro Español y San Martín de Monte Comán: hay que confiar hasta cuando la ida termina 5 a 0 abajo.

La fiesta popular, con sus miles de críticas válidas, fue el 20 de diciembre, cuando esa maldita y escurridiza copa volvió a la Argentina con los jugadores. Esa sí que fue la fiesta de todos, la que le negaron a tantos en 1978, la que se hizo esperar tanto que logró que se dé la mayor manifestación de la historia Argentina. La que estuvo a la altura de los entierros de Carlos Gardel y Diego Maradona. Esto no parece más que un evento comercial que vende una imagen que no es nacional, que tapa a los pobres que cumplieron un sueño al ver a la Argentina campeona del mundo, pero que ni pensaron en intentar pagar una entrada que les comía gran parte del sueldo. Lejos de los ánimos socialistas, esto no parece más que la contracara de la mentira dictatorial de los 70, siendo "La fiesta de pocos" el evento que eligen algunos poderosos de turno para celebrar una de las pocas alegrías que tocan en suerte a muchos argentinos.

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