Arizona hizo historia, Argentina debe imitarla

En 2021 el gobernador Doug Ducey de Arizona firmó la revolucionaria ley de Education Empowerment Accounts (ESA) después de que la misma fuera aprobada en la legislatura estatal. Básicamente la ley devuelve a cada familia el 90% del dinero que el Estado hubiese gastado en educar a sus hijos. Las familias deben solicitarlo y la devolución se realiza a través de una cuenta bancaria especial -la ESA- cuyos fondos pueden usarse únicamente para fines educativos. Y los fondos que no usan se acumulan para el año siguiente.
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Ese dinero no está limitado sólo a pagar las cuotas de un colegio privado -como propone el más conocido sistema de vouchers- sino que la ley va más allá y habilita múltiples formas para invertirlo. Cursos online, materiales didácticos, tutores para homeschooling, viajes educativos, etc. Cada familia decide. Este es el nuevo gold standard en libertad educativa.
¿Te gusta el colegio público de gestión estatal de tu barrio? Podés mandar a tu hijo ahí.
¿Preferís un colegio de gestión privada? También tenés la opción de mandarlo ahí.
¿Querés armar un "learning pod" -homeschooling con grupo de familias amigas- en tu casa? También podés.
¿Querés que tu hijo tenga formación religiosa? Lo mandás a un colegio con formación religiosa.
¿Querés que tu hijo vaya a un colegio laico pero que aprenda religión por su cuenta? Lo mandás al colegio que quieras y contratás un tutor de religión por tu cuenta.
O también tenés la opción de que aprenda STEM con un curso online del MIT, un idioma en una app, literatura con un tutor a domicilio y natación en un club cerca de tu casa. Las posibilidades y configuraciones son infinitas. Tan variadas como lo son las necesidades y preferencias de cada estudiante y su familia.
Esto representa un enorme avance para la libertad educativa en Estados Unidos en general y para Arizona en particular. Ese estado, como muchos otros en el país, ya contaba con algunos programas similares pero de alcance limitado. Eran pocas las familias que podían reclamar los fondos educativos que corresponden a sus hijos y administrarlos como quisieran. Eran en general familias cuyos hijos tienen necesidades especiales. Lo que ahora hizo Arizona fue universalizar esta devolución. Cualquier familia que quiera puede inscribirse en el programa y recibir sus fondos para gastarlos como quieran. El programa alcanza a un millón de estudiantes de entre 5 y 18 años en el estado, de los cuales casi 50.000 ya se inscribieron.
Y Arizona fue sólo el comienzo. En el año siguiente Iowa y Utah sacaron leyes para programas muy similares. Y los siguió Arkansas a principios de este año. Arrancó así un efecto dominó que tiene muy entusiasmados a los estudiantes y sus familias (y muy preocupados al establishment de burócratas y gremios).
Después de pasar en Argentina 12 años dentro de un aula como estudiante y 10 como profesor no tengo dudas de que este es el camino que nuestro país debe seguir para salir de la catástrofe crónica en la que se encuentra nuestro sistema educativo. Un sistema arcaico e hiperregulado que no conforma a ningún estudiante y que asfixia la innovación, la adaptabilidad y el cambio. Un sistema en el que la gran mayoría de sus problemas no tienen nada que ver con educación.
Los pasos a seguir son simples: devolver y desregular.
Devolver a cada familia el dinero que el Estado gasta en intentar educar a sus hijos.
Y desregular todo el sistema para que los educadores y emprendedores puedan hacer lo que mejor hacen: innovar. Innovar y proponer múltiples formas de educarse.
Y que las familias elijan.
Pero simple no quiere decir fácil. Antes hace falta decisión política. O mejor aún: presión del electorado. Ciudadanos que exijan lo mejor para sus hijos. Y dirigentes con coraje que no tengan miedo de ir contra un establishment corporativo que hace tiempo se olvidó de educar y solo se preocupa por perpetuarse.
Ojalá alguna provincia argentina se anime a dar el primer paso.
* Santiago Morgan es padre de familia, ingeniero y profesor de matemática.