La vigencia del retrato

Rubens en Gènova y Sorolla en Madrid, la primera a punto de concluir en el Palazzo Ducale, con cerca de cien mil visitantes y la segunda recién inaugurada en El Prado ponen de relieve dos colosos de distintas épocas que descollaron en la figura humana.

La muestra de Pedro Pablo Rubens (1577-1640), tiene un significado especial para la ciudad. El maestro flamenco del barroco la frecuentó con asiduidad durante largos períodos entre 1600 y 1608. Por entonces Génova era una república aristocrática de importante peso en Europa. Por encargo de las grandes familias (los Doria, los Serra, los Spinola) pinta obras religiosas, retratos y se interesa en la vida cultural. Escribe un tratado sobre la arquitectura genovesa, donde inventaría las residencias emblemáticas que publica en 1620 a su costo.

Al genuino interés que la exposición despertó desde su inauguración, en octubre pasado, vino a sumarse un episodio policiaco en torno a una de las obras expuestas. El “ Cristo Resucitado aparecido a su Madre”, que perteneció a una de las familias tradicionales de la ciudad, había sido exportado fraudulentamente como anónimo. Volvió ahora en préstamo, como obra de Rubens. Adicionalmente tras una restauración aparece en la obra una segunda mujer (María Magdalena) que el artista flamenco en algún momento tapó.

El 30 de diciembre pasado la policía secuestró el cuadro privando a la muestra de una obra importante. Le dio en cambio una promoción inesperada.

Quedan en cambio un “Autorretrato”, oleo de 1604-1605, y del 1607 un fabuloso óleo de “Maria Spinola Serra” y el retrato de su prima Giovanna Spinola Pavese.

Algo posterior (1615) es el óleo “San Sebastian curado por los ángeles” que pertenece a una colección privada y proviene del Museo de Anveres, donde normalmente está expuesta.

Resta para la semana que viene la recorrida de la muestra del Museo del Prado del maestro del Iluminismo, Joaquìn Sorolla y Bastida (1863-1923)

* Carlos María Pinasco es consultor de arte.

carlosmpinasco@gmail.com