Conflicto por cesión de tierras

Qué grupos indígenas sobrevivieron en el Sur de Mendoza y cómo es su presente

En el marco de la polémica por la cesión de más de 25 mil hectáreas en el sur mendocino a mapuches, especialistas dicen que es innegable la existencia de pueblos indígenas en Mendoza. Un estudio con participación internacional muestra la permanencia de tradiciones originarias.

Zulema Usach
Zulema Usach sábado, 4 de febrero de 2023 · 09:02 hs
Qué grupos indígenas sobrevivieron en el Sur de Mendoza y cómo es su presente
Las comunidades que habitan el sur de Mendoza a los pies de la cordillera se dedican a la ganadería trashumante. Foto: Ricardo Curiel
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Mientras la tensión política e institucional se profundiza en el marco de las recientes resoluciones emitidas por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), a través de las cuales se dispone ceder territorios en el sur de Mendoza a comunidades mapuches, las voces de especialistas del ámbito científico- académico, que han puesto foco en la historia y la actualidad de las comunidades indígenas en la provincia siguen sumando aportes significativos, que colaboran a ampliar los conocimientos en relación a los procesos históricos y culturales que aparecen atados al territorio, la legitimidad de los reclamos y los cruces de intereses que giran en torno de la temática. 

Este viernes, la noticia sobre la existencia de una nueva disposición por la cual el organismo nacional agrega 4.477 mil hectáreas más de terreno (a las 21 mil pautadas en la resolución inicial), avivó aún más las tensiones y de hecho el propio gobernador de Mendoza, Rodolfo Suarez fue el primero en reforzar su oposición a la medida. Ocurre que justamente, hacia el oeste de Malargüe y San Rafael, las zonas en discusión conforman extensos terrenos ubicados al pie de la cordillera, con alto valor productivo para el Estado mendocino.

Además de la belleza de sus paisajes, en estos territorios existe actividad petrolera y turística. En este último caso, los suelos en disputa que le han sido asignados al Lof (organización social del pueblo mapuche o comunidad) Limay Kurref se ubican en el ingreso hacia la ruta N°222 que llega hacia el complejo Las Leñas y en el sector frontal a la Laguna de la Niña Encantada; ambos terrenos de incalculable valor turístico. 

Lo cierto es que a esos intereses políticos y económicos, se suma la complejidad de las normativas vigentes. En el medio, se plantea un tema clave y por el cual los especialistas en diferentes áreas se han expresado: la pertenencia de la tierra a las comunidades que habitan en esos sitios, la identidad construida a lo largo de generaciones y su identificación con pueblos indígenas que transcendieron a lo largo de la historia.

Presencia indígena incuestionable

Beatriz Bragoni es historiadora e investigadora del Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (Conicet) y la Universidad Nacional de Cuyo. Destaca que la temática de los pueblos originarios y la cesión de las tierras se ha instalado en el plano de la autopercepción. La pregunta, plantea Bragoni, sería por qué las comunidades que habitan esos suelos se identifican con el pueblo mapuche.

"La presencia indígena en Mendoza es incuestionable; lo que en realidad se pone en discusión es la denominación que han tenido los grupos de indígenas que se establecieron en el sur de Mendoza", explica Bragoni. La investigadora detalla que de acuerdo a las pruebas recabadas de la historia, la arqueología y la antropología se ha logrado comprender los procesos que atravesaron las comunidades originarias antes, durante y después de la conquista. Aclara que en función de ello y en el marco de los procesos que marcaron la limitación de los territorios en Malargüe y San Rafael predominaron las comunidades pehuenches y puelches.

Recurso colonizador

¿Por qué las comunidades actuales emplazadas en estas zonas y que tienen ascendencia indígena se asumen como mapuches y no como pehuenches y puelches? Bragoni tiene una postura al respecto. Destaca que en realidad la denominación mapuche era la más usada por los funcionarios colonizadores y representantes del poder provincial a medida que Mendoza comenzó a constituirse como tal y a ampliar sus territorios. Pero además, la denominación como pehuenches y puelches no es usada por los propios pueblos sobrevivientes, refuerza la investigadora. "La denominación pehuenche/puelche no la usan y aplican la mapuche porque expresa tradición de resistencia. Es un lenguaje de resistencia política, primero el conquistador y luego al poder estatal", profundiza Bragoni.

Así, el pueblo mapuche fue el que se posicionó de manera predominante y por lo tanto se hizo notar con más fuerza en la historia en el marco de los procesos políticos, militares y económicos que marcaron los cambios a lo largo de décadas entre las poblaciones. "Identificar a los pueblos originarios del sur con los mapuches fue también un recurso usado por los colonizadores. La duda que se plantea en este caso es por qué esas comunidades se identifican con el pueblo mapuche y no con los que fueron originarios de estas tierras", destaca la historiadora.

Ocupación de los territorios

En este sentido Bragoni explica que hay dos momentos clave en la historia: uno es la campaña al desierto de 1833, que avanzó en función de las divisiones de las parcialidades (o grupos) indígenas y los conflictos existentes entre éstas y en su interior. "Muchas de esta poblaciones estaban divididas y también mantenían conflictos entre sí", aclara. El otro proceso a destacar en el siglo XIX surgió a partir de 1879 con las campañas militares lideradas por Julio Argentino Roca y aplicadas en Mendoza militarmente por Rufino Ortega. Explica la investigadora que justamente, en esos procesos, hay un esquema de ocupación del espacio donde estas parcialidades van siendo asesinadas y otro tanto se ve obligada a formar parte de la vida cotidiana de la sociedad que se va formando..

En las tierras en disputa viven familias con tradición indígena-criolla. Foto: Ricardo Curiel.

Fueron obligados a trabajar en servicio doméstico o en las chacras, entre otros roles. Por otro lado, explica Bragoni, existió una movilidad muy alta de comunidades indígenas en la cordillera de Los Andes; se plantearon disidencias en el marco de la causa de la independencia. José de San Martín fue quien en su cruzada por liberar a los pueblos del sur, logró llegar a un acuerdo con las comunidades pehuenches. "La reivindicación se plantea desde el pueblo mapuche porque es una denominación que marca una herencia más fuerte y se deja de lado la denominación original, en el marco de un proceso de gran movilidad con las comunidades emplazadas más hacia Neuquén. "Se trata de una denominación que ha sido heredada de los gobiernos criollos", analiza Bragoni.

Tradición puestera y herencia

Oscar Soto es politólogo, mágister en Estudios Latinoamericanos y docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo. Actualmente es becario del Conicet y lleva adelante el proyecto de investigación denominado “Espacios rurales, derechos y estatalidad en el Sur de Mendoza: configuración identitaria y re-emergencia campesina e indígena en los distritos rurales de Malargüe a comienzos del siglo XXI (2000-2020).

El propósito de su trabajo es comprender los lazos entre las formas de vida de las familias puesteras (campesinas e indígenas) y cómo inciden en esos procesos las dinámicas estatales locales, nacionales y regionales, tanto en configuraciones identitarias como territoriales. Justamente, su objetivo es actualizar la información pero al mismo tiempo contar con evidencia empírica para la colaborar con el diseño de políticas públicas que contribuyan al desarrollo rural de esas zonas rurales.

Días atrás, junto a otros investigadores de Argentina, a los que se sumó el análisis de expertos de Brasil Bolivia, Guatemala, Ecuador, Chile, México y España, Soto revisó los procesos que vivieron a lo largo de los años las familias indígenas del sur mendocino. Entre las conclusiones que aparecen en el texto denominado “Etnopolítica mapuche-pehuenche: escenarios de reemergencia indígena en Malargüe, Argentina”, aparecen recreadas modalidades de acción y prácticas productivas que reafirman la identidad ancestral de las familias. Todas conclusiones que amplían la mirada sobre los derechos individuales y colectivos de esas comunidades.

“Sobre esa base estudiamos las estrategias de acción indígenas emergentes a partir de los años 2000, las nuevas problemáticas y los reclamos pendientes”, detalla el investigador a MDZ.

Miles de familias dedicadas al pastoreo

Entre las explicaciones derivadas de los estudios realizados, Soto detalla que Malargüe cuenta con una división territorial distribuida en cuatro distritos internos. Tres de ellos corresponden a amplios márgenes rurales locales: Rio Barrancas (sur), Agua Escondida (hacia el este) y Río Grande (centro-oeste).

Si bien Soto detalla que las investigaciones han incluido a familias puesteras dedicadas a la tarea caprina de varios de estos parajes, “en el último tiempo hemos centrado la tarea en acompañar a comunidades y organizaciones campesinas e indígenas situadas en el paraje de Bardas Blancas, perteneciente al distrito Río Grande”.

La cría de ganado es una tradición ancestral heredada por generaciones. Foto: Ricardo Curiel.

¿Cuántas familias se estima que viven en esos puestos? Soto ofrece una respuesta. Aclara que según el censo 2010, hay en la zona 27.660 habitantes, de los cuales 21.619 corresponden al tipo urbano y más de 6.000 pobladores rurales, entre concentrado y disperso. En los registros de la provincia se cuentan unas 3.500 familias campesinas dedicadas a la cría de cabras. Sin embargo, la Federación de Cooperativas Campesinas y de la Agricultura Familiar, articulada al trabajo de la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (que tiene presencia en Malargüe) estima que hoy esas familias se multiplicaron, existiendo hasta cuatro grupos familiares donde antes había uno solo.

“Según lo que hemos ido relevando en Malargüe se manejan unos 2.200 productores caprinos aproximadamente, incluyendo El Sosneado, en San Rafael. De ese total unos mil son caprineros, que no tienen vacas. Menos de la mitad se maneja con solo caprino el resto tiene cabras, vacas u ovejas”, profundiza el investigador.

Soto destaca que en Malargüe existe una perdurabilidad cultural de las tradiciones indígenas, trasmutada y reeditada en la cría de ganado y la trashumancia, las prácticas alimenticias, recursos curativos, ceremonias colectivas, entre otras, llevadas a cabo por puesteros de la zona. Fundamentalmente la trashumancia es un signo de esa indianidad negada. Esa práctica remite a una modalidad de pastoreo en continuo movimiento que se adapta y re-adapta en el espacio a zonas de productividad cambiante.

En ese sentido, el investigador aclara que es erróneo pensar que los indígenas desaparecieron después de la conquista. “La toponimia (es decir, los nombres que describen el territorio) es un signo de esa herencia indígena por ser eminentemente mapuche, basta solo revisar el nombre de Malal-Hue y todos los parajes rurales que son identificados en mapudungun”, recalca el investigador.

Pueblos sin fronteras

Soto describe en base a los estudios existentes a la fecha que hasta 1870 “el actual espacio de Malargüe era parte de la territorialidad indígena. Luego se convirtió en la puerta de acceso tardía a la expansión estatal de la “república”. “El pueblo mapuche abarcaba la mitad de la provincia de Mendoza y su identidad se extendía a los dos lados de la cordillera, mucho antes de la existencia de los Estados-Nación”, destaca el investigador y detalla que en realidad, lo mapuche engloba varias etnias que se identificaban por una lengua y costumbre comunes: los “pehuenches” montañeses de la zona del “pehuén” (o araucaria), “puelches” al este de Los Andes, “lafkenches” en las zonas costeras y “huiliches” al sur.

Por eso, detalla que en Malargüe los pehuenches fueron un grupo indígena ubicado en ambos costados del cordón andino. Soto inclusive profundiza que sobre finales del siglo XVIII e inicios del XIX la hegemonía de los pehuenches en el territorio de la frontera sur, especialmente bajo el liderazgo de Ancán Amún, daban materialidad a una nueva frontera malalhueche. Los Pehuenches –detalla- agrupaban, como mínimo, tres parcialidades identificables de manera clara: los pehuenches del Reñileuvú y Curi leuvú, los del Barbarco (Varvarco) y los de Malargüe –llamados malalquinos– cuya extensión abarcó desde el norte neuquino hasta el sur mendocino.

Por eso, según Soto, el fenómeno geográfico de los “malales” –corral o refugios naturales– constituyeron una distinción en las estrategias de defensa y resistencias de estas comunidades en lo que hoy es Malargüe y San Rafael.

Tierra “codiciada” a lo largo de la historia

El investigador del Conicet remarca que la región de Cuyo es un importante escenario para comprender el despliegue invasor y la conflictividad de frontera que emerge como producto de la avanzada territorial de los conquistadores. “La frontera sur que abarca al actual departamento de Malargüe, al sur del Cerro Diamante, incluyendo allí también el territorio de San Rafael, fue un espacio codiciado por sus recursos naturales, condiciones climáticas y la templanza de sus valles”, explica Soto y puntualiza que entre 1879 y 1885, el conjunto de campañas militares (conocidas como “Conquista del Desierto”) provocó el exterminio de las prácticas culturales de los grupos indígenas.

La cría de ganado caprino es uno de los recursos sobre los que se sustentan las familias que viven de la tierra en Malargüe. Foto: Ariel Vanstraelen

“Desde el Fortín Alamito (Malargüe), el mendocino Rufino Ortega condujo la IV División Expedicionaria al Desierto. Como premio a ello, en 1874 la legislación mendocina le otorgó la concesión de tierras en Malargüe para su ocupación gratuita y para usufructo pleno, en reconocimiento a la cantidad de asesinatos y vejaciones que le propino las poblaciones indígenas”, detalla Soto. Aclara que a pesar de ello, las prácticas culturales en esas zonas se mantuvieron.

La lucha por la identidad

A principios del año 2000, en continuidad con un proceso de reemergencia indígena que comenzó en los ’90, surgieron grupos rurales y urbanos que comenzaron a proclamar su identidad mapuche, mapuche-pehuenche y pehuenche en el sur. “La Ley de Emergencia de la Propiedad Comunitaria Indígena (N° 26.160 y prórrogas) y el cumplimiento de la reforma de 1994 de la Constitución y el derecho internacional, han ayudado a este proceso”, destaca Soto.

Destaca el profesional que esas familias crían sus animales desde hace cinco o seis generaciones en esos campos. “Su reclamo es por el acceso a la tierra amparados en el Estado de Derecho”, detalla el investigador y profundiza: "de acuerdo con el Código Civil y Comercial de la Nación se requiere tener un título válido de propiedad de la tierra mediante una escritura pública. Para estos casos el artículo N°1.909 del código dice que hay posesión cuando una persona, por sí o por medio de otra, ejerce un poder de hecho sobre una cosa, comportándose como titular de un derecho real, lo sea o no".

Solo la organización denominada Identidad Territorial Malalweche reúne 27 comunidades mapuches. Su proceso organizativo comenzó hace 14 años y ocupan unas 800.000 hectáreas. Su principal actividad económica está vinculada a la cría de ganado menor, especialmente cabras y chivos. También llevan adelante una serie de programas sanitarios y comunitarios con las familias mapuches; "inclusive algunos proyectos que incluyen el rescate cultural del territorio", detalla el investigador mendocino. 

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