Fondo Nacional de las Artes: el rechazo al proyecto de su clausura
En este último domingo del año, el consultor de arte Carlos Pinasco hace un llamado a la reflexión en MDZ desde su historia familiar relacionada con el arte en nuestro país.
Ante la inclusión dentro de la ley enviada por el Poder Ejecutivo de la Nación al Congreso, de un artículo que deroga la norma de creación del Fondo Nacional de las Artes, esto es su desaparición, corresponde una revisión del desempeño del organismo que en febrero próximo cumplirá 65 años de existencia.
Debo, en primer lugar, dejar en claro el estrecho vínculo que me une al Fondo Nacional de las Artes: mi padre el Dr. Juan Carlos Pinasco que participó en 1958 junto con Julio Cesar Gancedo y Francisco Carcavallo en su creación, fue designado ese año presidente del mismo y reelegido a partir de entonces en cuatro oportunidades por distintos gobiernos.
En consecuencia, fue su titular hasta el año 1974, esto es durante 16 años. Aquella etapa en lo personal corrió desde mis ocho años, hasta que cumplí 24. No resulta difícil en consecuencia colegir que desde lo afectivo (y formativo) mi posición frente a la embestida, lejos está de ser objetiva. En cambio, dispongo de una importante cantidad de datos de aquel período que considero fundamentales para considerar la cuestión de forma ecuánime.
El FNA nació como una institución financiera al servicio del desarrollo de las artes. En su momento fue una auténtica innovación a nivel mundial, reconocida e imitada luego en distintas partes. La Unesco la tomó como modelo. Es un organismo autárquico cuyo principal recurso es el cobro del llamado Dominio Público Pagante. Este instrumento especialmente ideado para la financiación del FNA, consiste en el pago por los usuarios de la utilización de todas las obras intelectuales y artísticas a partir de que las mismas pierden su status privado (a los 70 años de muerto su autor).
Así, por ejemplo, la reproducción, con fines comerciales de las pinturas de Molina Campos (1891-1959) a partir de 2029 devengarán un derecho no para sus herederos sino para el FNA. Nótese entonces que se trata de un recurso generado por la cultura que vuelve a la cultura a través del organismo. ¿De qué manera?
Vayamos a las cifras de los primeros 15 años de la existencia del Fondo.
El destino de todo lo recaudado, en porcentajes
- 61% a préstamos
- 14% a subsidios
- 2.2% a publicaciones
- 2.1% a becas
- 0.7% a premios
- 4.9% a adquisición de bienes del Patrimonio Artístico Nacional.
- 4.1% a la adquisición de la sede del organismo de la calle Alsina.
O sea que el 89% de los recursos obtenidos en el período volvieron de una forma u otra, a la cultura. El 11% restante fueron gastos operativos, en su mayor parte salarios.
Lamentablemente aquel cuadro dista en mucho del actual
Las escuetas cifras del Presupuesto Nacional para el año 2023 preveían que un 67% del total de los recursos para este año serían destinados a “Conducción y Administración de Directorio y Áreas de Apoyo” y sólo el 33% restante a “Gestión para Artistas Nacionales, Servicios Culturales, etc”. El presupuesto del año anterior presentaba idénticas proporciones.
No hay publicado (o al menos yo no encontré) el balance del FNA correspondiente al año pasado y los años anteriores. Eventualmente con las cifras en la mano podría hacerse una defensa del querido organismo. Pero, aún sin ellas, resulta incomprensible la intención de la ley de eliminar un Organismo que supo ser modelo en el mundo, para (sic) “reasignar los recursos humanos, presupuestarios y materiales”.
Con la imagen de “Idilio Criollo” de Jean L. Pallière que en el año 1958 el Museo Nacional de Bellas adquirió con un subsidio del recientemente fundado Fondo Nacional de las Artes, envío a todos los mejores deseos para el año que inicia.
*Carlos María Pinasco es consultor de arte.
carlosmpinasco@gmail.com