Chau al “saquen una hoja”: nuevas formas de evaluar
Las nuevas pedagogías invitan a repensar los métodos de evaluación para los estudiantes. En esta nota, abordaremos la importancia de la retroalimentación y los beneficios que aporta la tecnología.
Demostrar lo que sabemos bajo estrés. Cuando nos dicen “evaluación” pensamos directamente en la situación estresante del exámen académico: un grupo de estudiantes sentados en sus pupitres, alineados prolijamente para que no se copien entre sí, con una hoja de papel en la que hay que responder preguntas o resolver ejercicios. Mientras tanto, el docente se desplaza por el aula o permanece sentado en el frente como custodia de un silencio riguroso. La situación, sin duda, lleva consigo cierto grado de estrés.
Otro factor para reflexionar es la estandarización de las evaluaciones. Hoy en día sabemos que los niños y las niñas aprenden cada uno a su ritmo y de acuerdo con sus inteligencias preponderantes. La teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner establece la existencia de siete tipos de inteligencia, reconociendo que cada persona tiene áreas en las que se destaca más que en otras. Esta teoría, ampliamente aceptada en el ámbito educativo, no suele aplicarse en las evaluaciones tradicionales. En general, estas evaluaciones presentan un único ejercicio que todos deben resolver de manera idéntica y en un lapso de tiempo similar, sin considerar las diversas inteligencias. En ocasiones, los estudiantes comprenden lo que se evalúa, pero saben resolverlo con otras estrategias a las propuestas en la prueba.
¿Por qué resultan tan estresantes los exámenes?
Probablemente sea debido al peso de la clasificación que implican. Las pruebas establecen una división entre aquellos que tienen el conocimiento y los que no, asignan una calificación que identifica a los niños y las niñas con un número: un 5, un 7 o un 10. Las evaluaciones en la escuela son una instancia estresante porque sabemos que nuestro desempeño determinará si seremos considerados “buenos” o “malos” estudiantes, independientemente de nuestros intereses o del esfuerzo que hayamos dedicado para mejorar.
En este sentido, es necesario recalcar que no podemos prescindir por completo de las evaluaciones. No se trata de erradicar los exámenes, ya que son herramientas necesarias para conocer el progreso de los estudiantes, identificar dificultades de aprendizaje o determinar la efectividad de diferentes estrategias educativas. Lo que debemos considerar es cómo podemos innovar y transformar el proceso de evaluación.

Evaluar en la diversidad
Los especialistas en educación coinciden en la importancia de abordar la diversidad en todos sus aspectos: gustos, intereses, capacidades, inteligencias y niveles. La evaluación debe seguir esa misma línea. El desafío radica en cómo crear herramientas de evaluación que presenten a los estudiantes diversas estrategias para demostrar sus aprendizajes. Esta tendencia ya está en marcha. Algunos docentes diseñan exámenes que ofrecen una variedad de ejercicios, como múltiple choice, redacción o mapas conceptuales, permitiendo a los estudiantes elegir aquellos que mejor se adapten a su forma de pensar.
Los docentes disponen de diversas formas de evaluar que van más allá de los exámenes. Pueden guiarse en el desempeño diario en clase, la participación oral a lo largo del año o incluso en ejercicios de menor escala con entregas. Esto se conoce como evaluación formativa, la cual permite a los estudiantes aprender, practicar y, al mismo tiempo, identificar deficiencias en el aprendizaje. Además, posibilita establecer apoyos o andamiajes específicos que cada estudiante necesita para alcanzar los niveles de conocimiento esperados.
Tanto si se trata de una evaluación formativa como sumativa (realizada al final del ciclo para evaluar el rendimiento de los estudiantes), la clave es la retroalimentación que el docente proporciona. Permitir a los niños y las niñas revisar sus trabajos, identificar aciertos y errores, y “hacer visible su pensamiento” con la orientación de sus maestros es un paso fundamental hacia un aprendizaje profundo. Cuando los estudiantes reciben el examen o el boletín con una nota sin explicaciones adicionales, esos resultados podrían parecerles como un papel sin sentido, y los conocimientos evaluados podrían olvidarse fácilmente. Sin embargo, si el docente se toma el tiempo de reflexionar con sus alumnos, guiándolos para entender lo que hicieron bien o mal, se está logrando un verdadero avance en el aprendizaje, convirtiéndolo en un momento más significativo y memorable.

La tecnología sale en nuestra ayuda
Las tecnologías educativas desempeñan un papel fundamental en la transformación de la evaluación. Por ejemplo, Wumbox ofrece la posibilidad de asignar misiones individuales a cada niño o niña, permitiendo un monitoreo continuo de su avance. Esta herramienta posibilita un seguimiento personalizado del progreso de cada estudiante en un lapso corto de tiempo, lo que facilita la identificación de apoyos efectivos adaptados a las necesidades individuales de cada uno.
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