Cómo protegernos del "síndrome de diciembre"
Hacer un balance implica, tomarse un tiempo para ordenar pérdidas y ganancias.
Promediando noviembre, coincidiendo con la proximidad del fin de año y las fiestas, comienza la "temporada alta", no sólo en las agencias de turismo, sino también en los consultorios de psicólogos y psiquiatras. A los que les gusta la taxonomía lo llaman "Síndrome de diciembre". Se suele adjudicar este fenómeno al balance emocional del año.
La intensidad de la realidad en nuestros días no suele ser la aliada de un tiempo indispensable que todos necesitamos para conectarnos con otra realidad, la realidad interna, la de cada ser humano, la de sus percepciones, sus afectos, sus emociones.
Así, inexplicablemente, comienzan síntomas de ansiedad, angustia, tristeza, insomnio e irritabilidad, corridos por el almanaque de reuniones, exámenes, encuentros y desencuentros postergados.
Quizás esos síntomas de "pánico", bajón, irritabilidad o insomnio que aparecen repentinamente, tengan que ver con alguien o algo que se perdió corriendo, en esta sociedad que un filósofo, Han, llama "la sociedad del cansancio".
Quizás se murió "naturalmente" algún abuelo, amigo, compañero, pareja, situación, y está pendiente de proceso, y elaboración. Quizás ser padre o madre es maravilloso, pero ¡sorpresa! todo cambió, la vida es distinta. Quizás no sabés si se renueva tu contrato de trabajo o alquiler, o estas pensando en probar suerte lejos y el entusiasmo se olvidó de lo que te arraiga.
Y además, la vedette de los desvelos: la incertidumbre. El cerebro no se lleva bien con ella.
Algo está cambiando y nadie te puede tranquilizar. Mientras nos prometen veranos de 50 grados con cortes de luz, te mandan a comprar generadores; cuando "no hay plata". el noticiero te muestra que se congelan los aviones en el otro hemisferio por temperaturas insólitamente bajas. La guerra pasea oronda dejando tendales de vidas y destrucción.
Debe haber barcos repletos de inmigrantes meciéndose en una oscura marea sin certeza de destino, lejos, pero están.
Una inteligencia artificial atiende el teléfono de una línea de asistencia al suicida. Y vos, que tenés que comprar los juguetes, la sidra, el pan dulce. Tenés que cenar con ese que votó a??., y la grieta no debe existir porque debe reinar la paz, que seguro no reinará.
De repente todos tienen programa y preguntan ¿con quién la vas a pasar? Solo o sola ¿no sabés que estoy solo?.
Otro año de hacer piruetas de locos recorridos de una casa a la otra para que nadie se ofenda, y capaz que no había nada para festejar.
Conectar con uno mismo
Bienvenida sea entonces la oportunidad para terminar con la procastinación del encuentro con uno mismo, conectar con alguien que te escuche, y con ese tiempo para vos.
Porque te dirán que son días como cualquier otro día, pero no es tan así. Los rituales tienen una función, quizás lo que cambia es esa función, quizás encontrarse sea la idea, un ritual de encuentro.
Cualquier momento del año es propicio para eso, pensar, hablar y que alguien te escuche. Y si no hay turno, o no llegas antes de las fiestas, también podés sacar el parlante a la calle, que suene la música y bailar con tu vecino o vecina. Pero no te olvides de tu tiempo.
Liliana Fernández es médica psiquiatra, prosecretaria Comisión Ejecutiva de la Asociación de Psiquiatras de Argentina (APSA) y presidenta de Fundopsi (Fundación de Docencia e Investigación Psicofarmacológica).