Crónica de un evento histórico

Zonda: el viento del infierno que generó angustia, destrozos y dolor

El viento característico de Cuyo generó destrozos. Calles como laberintos, incendios y vecinos en pánico.

Pablo Icardi
Pablo Icardi lunes, 30 de octubre de 2023 · 09:27 hs
Zonda: el viento del infierno que generó angustia, destrozos y dolor
Vecinos de El Challao y brigadistas combaten los incendios provocados por el zonda. Foto: Pablo Icardi

La boca se seca y la lengua queda áspera, como la de los gatos. Cuesta tragar; el aire caliente quita el aliento y desconcierta. La humedad baja a cero, literal. “Cuesta respirar y abrir los ojos”, dice Alejandra, del barrio La Angostura, en medio de una ciudad que se mueve errática, desorientada por el Zonda, ese viento característico de Mendoza y San Juan que es caliente y áspero por la tierra. El zonda parece venir del infierno.

Alejandra, una de las vecinas de El Challao.

Habían pasado más de 24 horas de viento constante y furioso. Las calles se volvieron laberintos por la cantidad de cortes. Árboles tirados, cables colgando, postes de luz partidos a la mitad y algunas señoras y señores optimistas combatiendo el Zonda con lampazos para lograr lo imposible: hacer brillar las veredas de Mendoza en medio de un temporal. Sirenas de bomberos, aviones y helicópteros tratando de combatir los fuegos que atacaron la flora nativa del pedemonte. Muchas familias guardadas, otras cubriendo como podían sus casas.

Vecinos de El Challao, juntando agua.

Dicen que fue Z3, una de las categorías de Zonda más graves de todas las que describió en su investigación el científico Federico Norte. Además de la intensidad, la persistencia, la duración fue lo más sorprendente. No terminaba más y se agravaba. Y ocurrió en toda la provincia. La velocidad rozó los 100 kilómetros por hora en algunos sitios, pero no era solo aire caliente.

Las calles fueron laberintos por los árboles caídos. 

Alguien desprevenido se puede confundir. En la escuela albergue e 4-205 Embajador Pablo Neruda los alumnos debieron ser evacuados en medio de la clase por el viento caliente que les voló el techo. A pocos kilómetros, en la Las Leñas, del mismo departamento, nevaba con intensidad como en toda la cordillera. Frío y nieve en la alta montaña que se convierte en un aire caliente, sucio y destructor en el llano. Eso es el zonda, que es similar a otros vientos de zonas montañosas del mundo, como el temible föhn europeo.

Fuego

El monte, al pie de los cerros, quedó tapizado de negro; quemado, caliente y con un crujir feo al pisar. El Challao es una de las zonas que más ha crecido en el departamento Las Heras y también el que más sufre los zondas. Hace 5 años un incendio había quemado gran parte de los cerros (en los alrededores del Cerro Arco) y los campos de jarilla. Ahora avanzó más al sur y al oeste, quemando la reserva Divisadero Largo, San Isidro y los campos que antes se habían salvado.

Alejandra y su hijo trabajan sin cesar. Llega un camión que vacía el agua que trae en tanques más chicos. De ahí a los baldes y de los baldes a los árboles quemados. Un trabajo de hormiga. “Fue espantoso. No dormimos nada porque el fuego estaba cerca. Nos organizamos con los vecinos, con palas, baldes y picos. Podías perder todo. Por suerte no pasó”, explicaba la mujer.

El viento cambiaba de dirección y agitaba las llamas hacia otro lado. Más de 200 bomberos, guardaparques, brigadistas y pilotos se arriesgaban para tratar de contener lo que parecía imposible: la furia del zonda y sus consecuencias. Los helicópteros de la policía circulaban para arrojar agua y dos aviones hidrantes eran aplaudidos cada vez que hacían un vuelo rasante cerca de las llamas.

“Escuché que había fuego y me vine. Fuimos con la pala para tratar de cortar el fuego. En un momento me desorienté y me asusté, pero por suerte no pasó nada”; decía con la cara tiznada Armando González, que tenía pensado mudarse a su casa del barrio Corredor del Oeste la próxima semana. A su lado, una mujer trabajaba en equipo con su familia. Durante la noche anterior estuvo respirando humo. “No se veía nada por el humo y las cenizas. Hay que limpiar todo para evitar que esto pase, también mejorar la infraestructura, los accesos. Es desesperante”, decía la mujer en un descanso. Cuesta acostumbrarse al olor a quemado y a la ceniza en el aire. La tos se acrecienta.

El estadio Arena Aconcagua se transformó en un centro logístico para el Gobierno, los bomberos, Defensa Civil y los municipios. Allí se almacenaron agua, víveres, colchones y también funcionaba la tecnología para planificar el abordaje. Hubo más de 1000 intervenciones de todo tipo. Cortes de luz masivos, asistencia de emergencia, paredes caídas, incendios, familias a las que se les volaron las paredes de madera y nylon de sus casas. 

El helicóptero de la policía, reconvertido en hidrante.

El parque San Martín era un cementerio de árboles. La cantidad de árboles caídos en las calles hacía recordar lo añoso y enfermo que está el bosque urbano que tanto caracteriza a la provincia. Hay unos 650 mil árboles, muchos añosos y en mal estado porque desde hace años que en los 5 mil kilómetros de acequias que lo riegan pasa poca agua. El humo y la ceniza comenzaron a sentirse en la garganta, pero no solo de quienes viven en El Challao y Vertientes del Pedemonte, sino en todo el Gran Mendoza.

Vecinos de El Challao. 

El malestar que produce el Zonda no es una impresión. "El viento Zonda tiene un efecto negativo en el aparato cardiovascular. Esta demostrado que este fenómeno aumenta la cantidad de infartos y produce desequilibrios en personas con hipertensión. Por lo tanto la sugerencia en este tipo de situaciones climáticas es que los pacientes cardiológicos se cuiden más que nadie, sobre todo los que han tenido problemas coronarios y los hipertensos", había advertido Carlos Secotaro, médico cardiólogo y Jefe de Cardiología en el Centro Médico Palmares. Esa condición climática afecta sensiblemente las vías respiratorias. “Aumentan las bronquitis con el zonda”, explicaba Enrique Barimboim, médico neumonólogo.

El viento caliente comenzó a amenguar y entró el frente frío. Pero el infierno que sembró quedó latente: destrozos, fuego, cenizas y dolor. 

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