La llamativa advertencia de una azafata en pleno aterrizaje con viento Zonda en Mendoza
Un relato polifónico sobre el miedo que no sentí, aunque hubiese debido. Advertencias, expectativa y tensión. Al final, no fue para tanto. O tuve suerte, una vez más.
"Zonda, no te tenemos miedo", dijo la azafata del vuelo FO5060 con destino a Mendoza desde Aeroparque, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que salió el sábado a las 19.05. A la mujer le llovieron los aplausos. Interminables, intensos, de alegría, hasta con silbidos. La celebraron más que al piloto. Todavía no habíamos aterrizado y ya estaba desafiando a un fenómeno meteorológico. El valor se aplaude. La irreverencia, también. Pero lo que los pasajeros no sabían es que la cosa en tierra era peor.
Desde que el Servicio Meteorológico Nacional lanzó un alerta por Zonda Z3, rojo, que se corresponde a eventos con ráfagas superiores a 90 km/h no paré de recibir advertencias. Desde el clásico "tené cuidado", como si se pudiera escaparle a una tormenta, hasta "quizá te suspendan el vuelo".
Llegó el día. Debía partir a las 18.40. Revisé el estado varias veces: "estima". Ni demorado, ni cancelado, dije, pero tampoco con certezas. Todo puede pasar. Y para los que viajamos seguido desde Aeroparque sabemos que el verdadero desastre no lo hace un viento sino un paro de Intercargo, un desalojo, un operativo policial, una masa de turistas enojados o cualquier cosa que tenga que ver con los humanos y algún sindicato. De nuevo, todo puede pasar.
El aeropuerto estaba explotado de gente. Personas en todos lados, hacia todos los destinos. Llegó el momento del embarque y había tres filas interminables de pasajeros que debían tomar el mismo vuelo que yo. Pude escuchar algunas conversaciones, todas eran sobre el zonda. Estaban preocupados, alarmados, hacían llamados a Mendoza para organizar logística. "Que la Magui no vaya al cumpleaños porque el Ale no tiene el auto para buscarla y va a ser peligroso", le decía una mujer a alguien por teléfono. Avancé en la fila, comencé el embarque y vi una escena que me dio más miedo que cualquier desastre natural. Un niño de 5 años al grito de "No voy a subir a ese horrible avión, no quiero volar en ese espantoso avión, llevame a casa". Empleados aeroportuarios y azafatas habían hecho una ronda a su alrededor: le cantaban canciones, le ofrecían auriculares de regalo, papas fritas y Coca Cola, un asiento preferencial. Maxi respondía lo mismo una y otra vez: que no quería, que se callaran, que lo llevaran a su casa, que todo era feo.
Por Maxi no salimos más, pensé, así que metí la mano en el bolsillo y, con permiso de la madre, intenté regalarle un alfajor Havanna que había comprado para el viaje. No lo quiso. La gente seguía hablando del Zonda mientras subía al avión y yo sólo quería pedir silencio, que Maxi no escuchara. No hubo caso. Subimos. No sé qué pasó con Maxi, pero adelante de mi asiento había una bebé. La azafata se acercó a su mamá y su papá y les dedicó advertencias especiales para volar. Claro, por el Zonda. La cabeza hacia el lado de la ventana; todos con cinturón todo el tiempo; el baño de adelante queda más cerca; si pasa algo, primero deben ponerse la mascarilla ustedes y luego asistir a la bebé. Me pregunté si tenía que empezar a preocuparme, pero eso es algo que casi no me sale. Así que sólo tomé notas. Mi jefa me había pedido al menos tres veces que escribiera sobre volar con Zonda. Saqué el celular y comencé a grabar videos. Era cierto, el avión se movía más de la cuenta y la gente gritaba como si estuviera en una montaña rusa.
Aterrizamos 20.45. El primer mensaje que recibí era de mi novio, me preguntaba si habíamos volado bien y si podía bajar rápido porque en el estacionamiento se estaban volando las lonas y los carteles. Le dije que era un exagerado, que no podía ser. Hasta que bajé del avión. El descenso fue lentísimo porque desde las escalera hasta el aeropuerto a casi todos los pasajeros se les volaba algo. Vi despedidas de sombreros, de anteojos y chalinas. También volaron bolsas y algunos niños se agarraban de la baranda para bajar y flameaban como banderas.
Segundo mensaje: "Apurate porque en varias zonas no hay luz". Después vino otra advertencia, de la que me reí hasta que me pasó: "Cuidado cuando abras la puerta del auto porque se vuela". Manejar la apertura de la puerta en medio del Zonda, lo juro, es más difícil que manejar a oscuras. Te volás mientras la tierra de rebosa como a una milanesa y apenas podés abrir los ojos. Luego, la calle. Era lo que se dice la boca del lobo, volaban ramas y hojas y, en el medio, puede cruzarse cualquier cosa: desde una maceta hasta una remera. Todo se vuela. Pasar la noche fue como la escena de una película de terror, se podían escuchar golpes en los techos, puertas y ventanas, perros ladrando y el propio silbido del viento que por momentos resultaba ensordecedor.
Según datos oficiales, el viento comenzó a sentirse en el Gran Mendoza pasadas las 15 y se fue intensificando con el correr de las horas mientras que más temprano afectó al sur provincial y localidades del Valle de Uco. Esta mañana, el Servicio Meteorológico Nacional volvió a emitir un alerta amarillo y otro naranja para distintas zonas de la provincia cuyana. Por otra parte, autoridades internacionales cerraron el paso Cristo Redentor a partir de la medianoche del sábado, ante el ingreso de un temporal de nieve y viento en alta montaña que impide la transitabilidad a la vez que las fuertes ráfagas provocaron anoche un importante incendio en el pedemonte mendocino que obligó a evacuar barrios vecinos por fuertes destrozos.
Video: así se movía el avión por el viento Zonda rumbo a Mendoza