Educación

Jóvenes que estudian y trabajan: cuando perseguir sueños implica redoblar esfuerzos

Celeste Muñoz (20) trabaja en un comedor y Brian Molina (19) es obrero de la construcción. Este año ambos egresarán de sexto año y buscarán continuar una carrera en la universidad. La opinión de una destacada psicopedagoga.

Zulema Usach
Zulema Usach lunes, 29 de agosto de 2022 · 08:30 hs
Jóvenes que estudian y trabajan: cuando perseguir sueños implica redoblar esfuerzos
Foto: ALF PONCE MERCADO / MDZ

Cuando Celeste Muñoz (20) repitió el tercer año en la secundaria sintió que, por momentos, su mundo se venía abajo. De repente, comprendió que si no redoblaba esfuerzos para seguir adelante y retomar los estudios, sus sueños para llegar a la universidad y dedicarse a la higiene y seguridad de grandes empresas internacionales se vería truncado. Con las herramientas que tenía mano gracias a los aprendizajes previos logrados y el apoyo de su familia, retornó a la escuela y se organizó de lleno para llegar al último año.

Es que para ella, al igual que miles de adolescentes y jóvenes que trabajan para colaborar económicamente con sus familias y a la vez, continuar en la escuela, resolver el día a día requiere, entre otras cosas, conservar un orden específico, una responsabilidad que no puede moverse de su eje para llegar a cumplir con todo. Este año, la joven será una de las egresadas de sexto año de la escuela técnica Inmaculado Corazón de María, ubicada en el barrio La Favorita, de Ciudad.

Cuenta Celeste que, como el cursado en el colegio requiere asistir en doble turno, ella es una de las alumnas que apeló a la posibilidad de cursar de manera virtual las áreas que se imparten en la mañana para poder trabajar en esas horas y a la tarde asistir a clases. En su casa del barrio Cipolletti vende condimentos y una vez por semana presta servicios en un comedor comunitario. Con el dinero que recauda, colabora en su hogar pero además llega a costear una parte de los elementos que necesita para estudiar.

"Me sirve de mucho lo que hago y además me gusta colaborar con las personas que más necesitan porque hay mucha pobreza", destaca la joven.

Una de las actividades que más le gusta realizar en el comedor es justamente, preparar la comida para las decenas de personas que allí asisten en busca de un plato. Su jornada comienza muy temprano y termina muy tarde, porque además una vez que vuelve a su casa del colegio, debe hacerse el tiempo necesario para estudiar, realizar trabajos prácticos y, al mismo tiempo, colaborar en su casa.

Una vez que obtenga el título como "Maestro Mayor de Obra", Celeste asegura que seguiría sus estudios como licenciada en Higiene y Seguridad. "Lo que me gustaría mucho es poder trabajar en empresas y supervisar; es un área que me interesa mucho", explica la joven al imaginarse en un futuro no muy lejano. Sabe que con esfuerzo y dedicación, su camino se seguirá abriendo paso a pesar de cualquier dificultad. Hoy, sus palabras son de agradecimiento: "Cuando repetí tercero me dieron una gran oportunidad en mi escuela. Me ayudaron muchísimo y hasta el día de hoy me siguen ayudando para poder seguir con mis estudios. Con eso y el apoyo de mis papás yo no llegaría hasta donde estoy", reflexiona la joven que quiso compartir su testimonio.

Mercado de trabajo informal

Según los datos más recientes propiciados por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Nacional, en Argentina hay cinco de cada de diez (es decir, la mitad) jóvenes de 18 a 24 años que no estudian ni trabajan. Otro alto porcentaje, que no está delimitado en datos, hoy hace lo contrario; es decir, al mismo tiempo que estudia, trabaja.

Forman parte de uno de los sectores más informales de la economía, puesto que sus labores en general no están registradas y sus ingresos terminan siendo los más bajos del mercado. Son quienes en las horas que pueden, colaboran en tareas de limpieza, atienden en comercios (como verdulerías, carnicerías o quioscos), cortan el césped de jardines para lograr recaudar algunos pesos y aportar a sus hogares; cuidan niños o venden productos y artículos por las calles. Son adolescentes y jóvenes cuyos aprendizajes, en un contexto de crisis, se volvieron cuesta arriba y cuya realidad, en definitiva, los hizo madurar a base de esfuerzo.

"Los y las jóvenes que afrontan esta realidad de trabajar y estudiar, por lo general son muy organizados/as y tienen una gran conciencia sobre la administración del tiempo. También hemos observado que tienen una madurez superior respecto de sus pares que están en otra situación", destaca la psicopedagoga Mónica Coronado, una de las profesionales más abocadas al trabajo en equipo dentro de los establecimientos educativos. 

Puntualiza Coronado que en estos casos, en el fondo, los y las jóvenes que estudian y trabajan corren con cierta ventaja pese a que sus trayectorias muchas veces se ven complejizadas respecto de aquellos que cuentan con otras posibilidades: cultivan un alto sentido de la responsabilidad y como desean fervientemente cambiar su realidad, afrontan el desafío y buscan siempre ir más allá. Hacen todo lo posible por no quedarse en esos trabajos que por lo general son informales y precarios. Por eso, la gran mayoría lucha por llegar a la universidad. Pero además, destaca Coronado, estos grupos de jóvenes, una vez que se reciben, cuentan con un mayor bagaje relacionado a la experiencia laboral.

"A veces les lleva más tiempo, por las mismas interrupciones que tienen en el camino y porque tienen más dificultades; pero no por eso abandonan sus metas", aclara la profesional.

Jornada intensa con agenda completa

Al igual que Celeste, Brian Molina (19), forma parte del grupo de aquellos que además de trabajar se mantuvieron en el sistema educativo a pesar de todas las dificultades. Quiere ser ingeniero y para eso, asegura, seguirá luchando pese a cualquier dificultad. A los nueve años, supo lo que es ir una obra, tomar una pala, trasladar una angarilla y ver cómo deben pegarse los ladrillos para que la construcción sea de buena calidad. "Aprendí con mi papá que siempre ha trabajado en obras", cuenta el joven que desde que a lo largo de su trayectoria educativa nunca repitió. Una vez que se reciba, asegura que su fututo esta en la Ingeniería y para eso busca siempre formas nuevas de aprender, también, desde la práctica.

Brian trabaja en la construcción para costear sus necesidades y ayudar en su hogar.

Brian hace "changas" como obrero en el intervalo de tiempo que le queda por las tardes, después de salir de la escuela a las 18.30 y antes de iniciar el entrenamiento de fútbol a las 21. Su jornada, todos los días, es intensa: a las 8:30 ingresa a la escuela, sale a las 13.30 y debe retornar a las 15 para continuar hasta las 18. En ese horario es cuando en el colegio se realizan los talleres de construcción, el área que más le apasiona y con la que -asegura- incorpora las herramientas que luego aplica en la práctica.

Su itinerario sigue hasta la obra donde trabaja y una vez que sale, entrena hasta las 23. "Cuando llego a mi casa es cuando me pongo a estudiar para el otro día o a hacer los trabajos prácticos; si algo me falta, lo completo en los recreos", confiesa Brian, que este año egresará de sexto año. Con lo que gana de los trabajos" que hace, el joven entrega la mitad del dinero a su mamá y el resto lo utiliza para comprar útiles, elementos para los talleres y cuando puede, un par de zapatillas para entrenar. 

Cuenta que en su curso y en el grupo de amigos "son muchos los que además de trabajar, estudian". "Lo que yo creo es que no hay que bajar los brazos, siempre hay gente buena que te va a apoyar. Porque está claro que vida no es fácil pero hay que entender que cada golpe te enseña y que día a día hay que avanzar", reflexiona el joven. 

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