Vulnerabilidad extrema

Qué encuentran las personas en situación de calle cuando llegan a un parador

Según las estadísticas oficiales, más de 2.500 personas viven en situación de calle en Buenos Aires. Cerca de la mitad vive en Centros de inclusión social -antes conocidos como paradores- en donde los profesionales trabajan de forma integral las carencias múltiples y profundas con las que llegan.

Florencia Rodríguez Petersen
Florencia Rodríguez Petersen viernes, 22 de julio de 2022 · 07:00 hs
Qué encuentran las personas en situación de calle cuando llegan a un parador

Diversas organizaciones sostienen que hay más de 10.000 personas en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. La estadística oficial es distinta: según el último censo de personas en situación de calle, de las 2.548 personas que están en situación de calle, hay 1.538 que viven en los Centros de inclusión social dependientes del Ministerio de Desarrollo Humano y Hábitat. Uno de ellos es el Bepo Ghezzi, llamado así en homenaje a un conocido linyera cuyas andanzas fueron recuperadas por la literatura y le cine. 

"El Bepo", como lo llaman quienes lo habitan -es decir, los huéspedes y los trabajadores que los sirven y asisten en diversas áreas-, queda en Barracas, muy cerca de la Villa 21-24, y forma parte de una red de Centros de Inclusión Social que deberían funcionar como "espacio de contención integral para promover la reinserción social" a personas en situación de calle. A través del programa Buenos Aires Presente, el Gobierno brinda asistencia y contención a las personas en situación de calle. A ese dispositivo se suma una red de 33 CIS que suman un total de 2375 plazas y en los que se trabaja con los huéspedes en el "armado de un proyecto de vida que sea sostenible en el tiempo". 

Los huéspedes dicen, con otras palabras, que estar ahí es un privilegio. "Son tres pasos", dice Carlos, uno de los huéspedes del CIS y sigue: "El primero es el Roca, donde está toda la gente más complicada por drogas, alcohol, problemas con la policía y demás. La segunda fase es acá, en El Bepo, y de acá ya nos pasan aun mejor lugar que puede ser Casa Blanca u otra casa de la que no recuerdo el nombre. Ahi tenés tres meses de adaptación y volvés a reintegrarte a la sociedad".

Así es la cocina del Bepo, donde se realizan las comidas para los huéspedes del CIS sino también para otros centros

"Los que tienen mejor conducta vienen acá. No es una casa, pero es lo más parecido", resume. Y explica que esa "adaptación" de la que habla tiene que ver con respetar horario y cumplir ciertas normas de convivencia: hacer la cama, no consumir drogas y otras. "Tener respeto por las personas", sintetiza. Lleva tres meses viviendo en el Bepo Ghezzi y espera pasar pronto a otro lugar. "Yo tengo para alquilar", confiesa y sigue: "Me compré un terreno y estoy tratando de construir. Pero soy separado y tengo dos hijas que se llevan todo mi sacrificio. Las saco a comer y les compro cosas". 

Otro de los huéspedes, Nicolás, es técnico electromecánico y trabajó para consorcios antes de la pandemia que, dice, "me terminó de arruinar". Llegó al Roca después de dos días de deambular de un lado para el otro tras quedarse en la calle por no poder pagar alquiler. 

Carlos dice que no podría vivir en la calle, pero que "hay gente que está acostumbrada a vivir en la calle y no aguantaría esto. Están dos o tres días, vuelven a la calle y después de nuevo al parador", explica. Nicolás quiere "encontrar laburo para poder irme". 

El Bepo Ghezzi tiene "pensión completa": desayuno, almuerzo, merienda y cena, tiene calefacción, espacios adaptados para personas con movilidad reducida, lockers y 50 camas de las cuales hoy hay unas 20 ocupadas. "Esto parece un hotel. El Roca se parece más a una cárcel", dice Carlos y sigue: "Por la sociedad que hay: desde uno bueno hasta un ex presidiario o uno que usa pulsera. Eso no quiere decir que todos sean malos". 

Conocer la realidad para poder abrazar al otro

"Hay algunos que recién empiezan a conocer la calle o el circuito de los centros de inclusión pero después están los otros. Yo digo que reinciden, son personas que no pueden sostener el trabajo por sus adicciones, quizás están un año alquilando en una pensión -que son carísimas-", explica Cecilia Ametrano, licenciada en Trabajo Social y hoy a cargo del Centro de Inclusión Social Bepo Ghezzi. Las pensiones son lugares más básicos de lo que uno imagina: en el mejor de los casos, tienen baño privado, pero en general ni siquiera cuentan con ese servicio. Las más económicas, fuera de los barrios de emergencia, tienen valores por encima de los 16 o 18 mil pesos y si no tienen recibo para los inquilinos estos no pueden cobrar el subsidio habitacional que ronda los $13 mil pesos.

El Bepo es un CIS exclusivo para hombre de entre 18 y 59 o 60 años. El Roca es para el mismo grupo pero tiene muchas más plaza: unas 200. Y en la pandemia fueron más: hubo Roca 1, 2 y 3 para albergar familias, mujeres y hombres respectivamente. En Costanera Sur hay un CIS para mujeres con niños. 

El Bepo tiene 50 plazas y actualmente tiene una ocupación que ronda el 50%

"Las personas llegan cuando ya no pueden sostenerse con los recursos que tenían -materiales o simbólicos-", explica Ametrano y agrega que por eso los dispositivos del Gobierno de la Ciudad cuentan con trabajadores sociales, psicólogos, enfermeros y otros profesionales que abordan las problemáticas de forma integra. "Las personas llegan de la mano de alguien del BAP, es decir que ya hubo un abordaje y un seguimiento previo en la calle", explica. 

La primera instancia es asistencial: que puedan recibir un plato de comida, ir a un baño, darse una ducha caliente, dormir en una cama. "Después pasan a otro nivel que tiene que ver con trabajar las razones que los llevaron a estar en situación de calle. Creo que ahí radica la diferencia entre 'parador' y 'centro de inclusión', que más allá de lo asistencial trabajamos en la reinserción", explica. Y habla de casos de éxito de revinculación familiar, de personas que encuentran trabajo y comienzan a pagarse un alquiler, por ejemplo. 

Son conscientes de que muchas de las personas que logran revincularse con sus familias y reinsertarse en la sociedad, vuelven a caer. Pero eso no los desanima. Al contrario. Están con la mirada puesta en el otro, atentos a descubrir cuál es la necesidad del otro para poder responder a esa búsqueda. "Capaz llega una persona con las zapatillas rotas y uno e da otro ar así, sin más. Y no, no es así. Hay que ver qué más necesita y qué es lo que desea. Muchas personas se manejan con lo que uno cree que el otro necesita y hay que empezar a pensar más en lo que el otro necesita", reflexiona. 

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