Opinión

Hasta que el silencio aturda al gobernador

La inacción de la Justicia y la manipulación por parte del poder político tuvieron el efecto contrario al esperado en el caso de Arcoíris. Lejos de disipar el interés, las miradas se volvieron sobre el abuso -rodeado de otros abusos- y el silencio.

Pedro Paulin
Pedro Paulin lunes, 13 de junio de 2022 · 20:46 hs
Hasta que el silencio aturda al gobernador

Walt Whitman decía que se contradecía y era lógico, que contenía multitudes y tenía razón, todos contenemos multitudes antagónicas o complementarias, depende del día y el tema en cuestión, seguramente. Ricardo Quintela es un típico caudillo del interior, parte de un pasado que no se dio cuenta todavía y encuentra en su desgaste su periodo inercial de poder cansino y violento. Es poco formado, no tiene estudios universitarios, ama a las mujeres a su forma, cree en las fuerzas de choque que queman autos y andan armados, le preocupa su calvicie como pérdida de virilidad y cree que el poder se tiene que reducir a una mesa de cinco miembros. 

No cree en la división de poderes, ni en las libertades que exigen las mujeres en La Rioja. Menos que menos en la justicia independiente o la prensa sin subsidios que sometan al comunicador. “Hay que poner platita en los medios” filtraron desde una reunión de Gabinete tiempo atrás, por si quedan dudas. Así gobiernan una provincia querible, rebalsada de personas amables, de empleados públicos que no trabajan, llena de pobres y sonrientes riojanos que reciben turismo y lo enarbolan como bandera provincial.

Arcoiris es una molestia para un caudillo rústico, que no entiende qué pasa y cuyo entorno, menos todavía, logran descifrar. El problema es que Arcoíris desnudó lo peor del quintelismo más violento: su falta de empatía con el dolor. No le duele el abuso de una nena.. Defender a un abusador es ser un abusador en sí mismo. El denunciado de abuso está vinculado al quintelismo, de hecho fue mano derecha de la sobrina de Quintela durante años. No hay distancia entre encubrir un abuso y consumarlo, y Quintela lo sabe y convive con esa cruz que ya hoy es nacional y reúne artistas, periodistas de todos los colores y parte de la dirigencia política riojana. 

La sobrina de Quintela es ahora parte del supremo Tribunal de Justicia provincial, todo queda en familia. El marido de la sobrina es secretario de Agricultura, la esposa de Quintela diputada y antes ministra provincial, el hijo de Quintela director de empresa de energía y así la lista sigue hasta el infinito. 

Quintela tiene un privilegio: a Alberto Fernández, Eli Gomez Alcorta, Gabriela Cerrutti y una decena de funcionarios riojanos, tampoco les importa Arcoíris. Yo les escribí a todos, especialmente a Cerrutti, una mujer que no logra dominar una conferencia de prensa de cinco preguntas pero cree que puede encauzar una comunicación de gestión. Cerrutti y la certeza, lo útil, lo que suma, un oxímoron.

Ahora bien, todos son cómplices del padecimiento de una niña que grita que la abusan, que explica que no quiere ir de nuevo a su infierno, y todos miran para otro lado. 

¿Alguien puede pensar en Arcoíris sin especular? ¿Alguien puede sentarse a pensar que le están arruinando la vida a una nena inocente que quiere ir al colegio, jugar, llegar a su casa con su mamá y ser felíz? Esa insensibilidad perversa y desamorada explica el fin próximo de estos metastásicos regímenes que tienden a terminarse por su propia incapacidad e inmoralidad.

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