Opinión

Inseguridad: el impacto invisible

Vecinos de todas las localidades del conurbano bonaerense ubican a la inseguridad, largamente, como la problemática más preocupante. Aun con distintas características, el flagelo castiga a personas de distintos sectores socioeconómicos.

Alejandro Perandones sábado, 9 de abril de 2022 · 08:00 hs
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Foto: altonivel.com.mx
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Foto: Maximiliano Ríos/MDZ
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Todos los días el conurbano ofrece incontables noticias -muchas veces con final desgraciado- vinculadas a la inseguridad. Las entraderas y el robo de automotores impactan sobre los más acomodados. Ataques de motochorros, arrebatos y asaltos piraña inquietan a transeúntes. En barriadas populares las paradas del transporte son bravas cuando hay poca luz natural -la del alumbrado público casi siempre escasea- y deben organizarse e ir en grupo para no quedarse sin zapatillas ni teléfonos celulares. Los comercios son un blanco fácil para los ladrones, que ya los usan como si fueran sus cajeros automáticos. 

Pero hay otra afectación y es la que sobrevuela el sistema productivo. La geografía suburbana encuentra un gran número de pequeñas y medianas empresas entremezcladas con viviendas muchas veces medianera por medio. En las últimas décadas, no pocos de esos vecindarios fueron descendiendo en la escala económica y descampados o establecimientos abandonados se transformaron en asentamientos. Algunos de ellos y las adyacencias se convirtieron en los puntos más calientes de los mapas del delito. Las consecuencias son duras y directas para los que pasan por allí ocasionalmente y para los que no tienen alternativas. Pero no son los únicos damnificados. 

Dejamos de trabajar los sábados. No nos conviene. Los obreros debían entrar cuando los pibes estaban en la calle de regreso de la noche anterior y los asaltos eran moneda corriente. Al principio, pusimos un policía al que le pagábamos adicionales pero eso solo cubría la entrada de la fábrica y seguíamos con problemas en el trayecto desde que se bajaban del colectivo”, relata el dueño de una pyme cercana a la Santos Vega, una villa emblemática de Lomas del Mirador, La Matanza. “Por un tiempo armamos un circuito de remises, pero no podemos sostenerlo, los costos no dan”, agrega. 

No es el único relato de inseguridad por la zona. “Al turno noche lo reformulamos. Tuvimos que cambiar el horario de entrada y salida para que no transiten el barrio cuando está oscuro. Los asaltos no solo eran frecuentes, también eran violentos y los empleados se negaban a venir”, cuenta otro empresario. 

Más allá del drama personal, las consecuencias físicas de los ataques tienen correlato en la cadena de tareas: “Entre nuestro personal, no fueron pocos los asaltos que terminaron con palizas, facazos o fracturas. Esas víctimas -las que tienen más suerte- tardan en regresar al trabajo y hay que disponer cuadros de reemplazo. Si se trata de alguien con calificación profesional eso no es simple ni inmediato y hay procesos enteros que quedan detenidos demasiado tiempo”. 

Otro problema serio es la carga y descarga de los vehículos. Por la exposición en la calle es un momento de alto riesgo y son varios los proveedores que decidieron dejar de traer la mercadería que usamos como insumo y debemos ir a retirar a sus plantas”, suman. 

Tenemos que hacer y gastar en más cosas, como instalar rejas, blindar accesos. Esto es doblemente complejo, porque el vigente concepto de la seguridad industrial se basa en posibilitar la rápida evacuación de las instalaciones ante un eventual siniestro. Todas esas trabas chocan con la recomendación”, advierten. 

Estos “relatos salvajes” no solo generan contratiempos y preocupaciones sino directas consecuencias en los costos de producción que afectan la ecuación económica y la competitividad. Una secuela también severísima y hasta ahora poco considerada. 

 

Alejandro Perandones es periodista y analista de comunicación. 

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