Medio ambiente

El cóndor está en peligro de extinción y sigue siendo blanco de ataques

Desde la Fundación Cullunche advierten sobre los riesgos que afectan a esta especie única y característica de la fauna local. Tiros de escopeta y envenenamiento son las causas más comunes por las que llegan a la entidad muy mal heridos. Ya recuperaron ocho ejemplares que volvieron a la cordillera.

Zulema Usach
Zulema Usach jueves, 21 de abril de 2022 · 10:15 hs
El cóndor está en peligro de extinción y sigue siendo blanco de ataques
El cóndor andino está en peligro de extinción Foto: Fundación Cullunche

Símbolo por excelencia de libertad, fortaleza y resiliencia, el cóndor andino es una de las especies más emblemáticas de la fauna cordillerana y, sin embargo, una de las más maltratadas por los seres humanos. De hecho, en la actualidad ya se habla de un potencial peligro de extinción que ha llevado a agilizar los trabajos desde diferentes entidades dedicadas a la protección del medio ambiente y la fauna autóctona para lograr recuperar ejemplares y devolverlos a su hábitat natural o bien, favorecer su ciclo reproductivo.

El desafío no es menor y, de hecho, lograr llevar adelante las tareas de rescate implica un minucioso trabajo de investigación de cada caso puntual que incluye el seguimiento y cuidado de los ejemplares que van siendo localizados con heridas de gravedad. Jennifer Ibarra, titular de la Fundación Cullunche, alerta que la problemática que hoy atraviesa el cóndor andino debe generar decisiones de fondo, como por ejemplo, multar de manera más severa a quienes dañen a los ejemplares. Solo durante los últimos cinco años, desde la entidad han salvado la vida de ocho cóndores que fueron hallados en diferentes sectores de las zonas de montaña en grave estado, con perdigones de escopeta en su cuerpo, heridas profundas en sus cuerpos, alas rotas o intoxicados con plomo o veneno. Otros cinco fueron recibidos muertos y se les practicaron las necropsias para determinar las causas.

“En la gran mayoría de los casos las muertes se producen por los disparos de escopetas o porque han comido la carne de los animales que los puesteros dejan en las zonas de campo con cebo contaminado para que los pumas los coman. Pero la realidad es que los primeros que van a comer eso son los cóndores”, explica Ibarra y aclara que por lo general los más afectados por estos hechos son los machos y adultos. Desde la Dirección de Recursos Renovables Naturales y en conjunto con la Policía Rural, los cóndores que van siendo encontrados en riesgo son trasladados hacia la fundación. 

Especie reducida

Se estima que a lo largo de toda la extensión sudamericana de la cordillera de Los Andes, al menos 6 mil cóndores sobreviven a las inclemencias de los cambios en el clima y a los ataques propiciados por humanos. Al menos las tres cuartas partes de ese total, habita en el límite entre Argentina y Chile. “Por eso sabemos que el mayor porcentaje habita en nuestra cordillera. Pero es una cantidad muy reducida, sobre todo si se tiene en cuenta que es una especie de difícil reproducción ya que cada pareja puede tener un solo pichón cada dos o tres años inclusive”, explica la médica veterinaria dedicada desde hacer al menos 30 años en proteger la fauna autóctona.

El miércoles pasado, la entidad procedió a la liberación del octavo cóndor en plena cordillera. Tupun Tatu, a diferencia del resto de los cóndores que llegaron muy afectados a la fundación, había quedado muy débil como consecuencia de las fuertes tormentas que en marzo pasado azotaron a la cordillera. “Todo nos hace pensar que había estado luchando contra algo muy fuerte, porque estaba muy débil y no podía siquiera abrir sus alas. En los días que estuvo en observación su recuperación fue óptima y por eso decidimos proceder a su liberación”, dijo Ibarra sobre el pichón de tres años que pesa once kilos y hace cinco días volvió a disfrutar de la inmensidad de la montaña.

La ceremonia de liberación del octavo cóndor rescatado por la Fundación Cullunche

En este caso, el ejemplar había sido hallado por la Policía Rural en una finca de Tupungato. En el caso de los cóndores Akuy, Kellu, Wari, Chican, Huarpe, Auka y Kika (todos rescatados por los profesionales de la fundación), la realidad fue distinta. “En todos los casos fue necesario intervenirlos, darles medicación, curarlos, limpiarlos, alimentarlos, ayudarles a recuperar el peso, desintoxicarlos y cuando ya estuvieron en condiciones liberarlos a su hábitat natural. Pero en realidad, aclara Ibarra, es fundamental que se logre profundizar en una verdadera toma de conciencia respecto del cuidado de los ejemplares en las zonas de cordillera. Para eso, apunta, es necesario que quienes dañen a las aves no sean susceptibles de pagar una multa, como lo es en la actualidad, sino que “es necesario que las penas se endurezcan”, expresa Ibarra.

Con las alas abiertas el cóndor puede llegar a medir tres metros

La importancia de proteger y cuidar a estos valiosos ejemplares de la fauna autóctona reside en que ellos son los protectores del ecosistema: Debido a que se alimenta de animales ya muertos, el cóndor tiene el rol de evitar la propagación de infecciones y proliferación de gérmenes derivados de la carne en descomposición. Por eso justamente, forman parte de la familia de los catártidos, término que significa “el que limpia”.

Dueños de la inmensidad

El ciclo de vida de los cóndores es más bien largo: viven entre 70 y 75 años. Y en condiciones favorables, con sus alas abiertas, un cóndor con buen estado de salud es capaz de alcanzar los 9 mil metros de altura a una velocidad de 120 kilómetros por hora. Permanecen horas sin aletear y tienen la capacidad de sobrevolar extensos y vastos territorios de montaña. A diferencia de otras aves, el cóndor elige solo a una pareja para reproducirse a lo largo de su vida. “Si uno de ellos muere, es muy difícil que elijan un reemplazo y en ese caso pueden pasar muchos años”, detalla Ibarra al explicar las características de esta especie, que la hacen aún más única e irrepetible. “Por otro lado, son las aves que pueden lograr el vuelo más alto de las conocidas por la humanidad hasta ahora”, detalla Ibarra con fascinación.

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