Historia de vida

Una infancia difícil la llevó a consumir drogas, confiesa cómo logró salir y cuál es su mayor sueño

Maca pudo hacer un tratamiento por adicción en el Hogar de Cristo. Hoy agradece las enseñanzas recibidas y trabaja como acompañante en ese mismo lugar. Qué la llevó a las drogas, cómo fue su recuperación y cuál es el sueño que comparte con su esposo.

Giza Almirón
Giza Almirón viernes, 4 de marzo de 2022 · 07:46 hs
Una infancia difícil la llevó a consumir drogas, confiesa cómo logró salir y cuál es su mayor sueño

Macarena tiene 25 años, está casada y tiene cuatro hijos. Desde hace 7 años pertenece al Hogar de Cristo, un espacio donde reciben a personas de contextos vulnerables con problemas de adicciones. Maca, como la llaman, empezó formando parte del Hogar del Barrio Mugica (Villa 31), en Retiro, “pero como me portaba mal, me mandaron para acá, al Santa María”, dice en referencia al dispositivo del Barrio Ricciardelli (Villa 1-11-14), en el Bajo Flores.

Luego de 4 meses de vivir en el Hogar de Cristo Santa María, pasó a una granja, donde se hace un camino más intenso en la recuperación. A medida que avanzaba en su tratamiento por adicción a la pasta base, el equipo iba viendo su comportamiento, el modo de criar a sus hijos y de cumplir con sus responsabilidades. Cada Hogar de Cristo tiene un funcionamiento distinto: este se divide en casas donde viven quienes apenas ingresan y otras donde están quienes llevan más tiempo en recuperación. A Maca la eligieron para acompañar a las chicas que iban ingresando y mostrar, en primera persona, que es posible salir de esa realidad.

Estuvo entre dos y tres años en ese rol, hasta que le ofrecieron el puesto que ocupa actualmente como miembro del equipo de trabajo de todo el Hogar, no solo en una de las casas. Esta joven habla de la gran responsabilidad que implica “recibir la vida como viene, la de chicos y chicas de situación de calle”.

Maca con el resto de la familia del Hogar de Cristo

Maca entró al Hogar Santa María a los 20 años junto con su hijo Alexander, quien tenía apenas unos meses. “A mi nena la había perdido y la pude recuperar después de que estuve acá. Hoy está conmigo. He tenido altos y bajos, recaí, me levanté. Tuve que decir ‘basta’ para no volver a perder a mis hijos”, cuenta la joven.

Después del tiempo en la granja, pudo alquilar un lugar donde vive desde entonces. En el Hogar de Cristo conoció a su actual pareja, con quien se casó y tuvo dos hijos: “Ahí pude aprender a ser mamá, sentir lo que es un embarazo sanamente. Porque los otros dos fueron en medio de consumo, de golpes, no disfrutaba, no me tocaba la panza. Los últimos fueron con estudios y acompañamiento del papá”.

Esta joven intenta hoy darle a sus hijos y a su hija una infancia distinta de la que ella tuvo: “Mi mamá me mandaba a pedir y me sacaba todo, y si no llevaba nada, me pegaba. Me mandaba a dormir sin comer y yo en la cama veía cómo ella con otros tipos consumía ahí con la plata que yo llevaba”. A su mamá le dio cáncer de útero y eso llevó a Maca a delinquir, para conseguirle remedios. Tras quedarse sola, fue perdiéndose más en las adicciones y se instaló en la zona de Retiro.

Maca junto al resto de acompañantes del Hogar de Cristo

“Le agradezco tanto a Dios porque conocí el Hogar de Cristo, donde me enseñaron a quererme, respetarme, valorarme. Cada día el Hogar me enseña más cosas, a ser madre, por ejemplo”, dice Maca con alegría y cuenta que empezó yendo ahí solo para conocer qué había: “Yo no tenía a mi mamá, no me importaba mi hija, ya no tenía vida. Empecé yendo a desayunar y bañarme. Podía dormir y comer, pero al otro día volvía a la calle”. En esa época iba al Centro Barrial del Hogar de Cristo, que funcionaba de 8 a 12 del mediodía, donde “estaba por estar, no sabía que tenía que trabajar el dolor que tenía adentro”, cuenta Maca. Luego de idas, venidas, recaídas, caprichos y resistencias, terminó dándole una oportunidad al Hogar Santa María: “En los grupos escuchás y aprendés: empecé a hablar y a darme cuenta de por qué consumía”.

Dice que todo empezó por curiosidad, porque veía a su hermano: “Me empezó a gustar cada vez más, primero era solo consumir por las noches, hasta que pasó a los días, las tardes y después todo el tiempo. Hoy veo consumo en todos lados y digo que no quiero volver a estar así. Tengo que seguir perdonándome a mí misma por ese pasado”.

Maca explica que su recuperación sigue y que a veces quiere consumir, como cuando está muy frustrada o cansada. “Un adicto sabe cuándo quiere consumir. No es fácil, te tiembla el cuerpo, te transpiran las manos, estás de mal humor, contestás mal. Cuando tengo ganas de consumir, no soy yo, me pongo mala, agresiva. Y tengo miedo, pero la peleo todos los días”, dice la joven y agrega que es una batalla contra la mente, que la impulsa a desistir, a creer que no puede, que todo está perdido.

Maca se casó hace 4 años

Maca afirma que si su mamá hubiese tenido una ayuda como el Hogar de Cristo, hubiese cambiado. Es que además de ayudarla a dejar la droga, ese lugar le dio la posibilidad de algo que no había imaginado: “Es algo que nunca pensé. Tremenda fisura que fui, ¿cómo yo me iba a casar? En marzo cumplimos 4 años”. Su esposo también es acompañante, en el Hogar de Cristo de Barracas. Con él comparte el sueño de tener una casa propia, para dejársela a sus hijos el día de mañana.

La mejor decisión que Maca toma cada día es “estar de pie, poder acompañar al resto y demostrarle que quien quiere, puede y que la vida es linda” y menciona lo importante de curar las heridas para poder avanzar en el tratamiento. “Le agradezco a Dios que tengo familia, techo, abrigo y algo calentito en la mesa para mí y para mis hijos. Es lindo despertarme, ir a trabajar, llevarlos al cole. Yo me levantaba e iba al subte a pedir y no quiero que mis hijos pasen la violencia, el hambre y la necesidad que yo pasé. Trato de ser como me hubiese gustado que mi mamá hubiese sido conmigo. Si yo no rompo esa cadena de infancia, se la voy a transmitir a mis hijos”, sentencia la joven.

 

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