Opinión

Sobre la deuda y su futuro pago: Argentina puede estar mejor parada de los que parece

Las últimas novedades con respecto al estado de las negociaciones con el FMI han aportado cierta información sobre cómo abordar, de aquí al año 2024, el tratamiento de la deuda contraída con el organismo durante 2018 y 2019.

Agustín Jaureguiberry domingo, 13 de febrero de 2022 · 10:40 hs
Sobre la deuda y su futuro pago: Argentina puede estar mejor parada de los que parece
Foto: Twitter @KGeorgieva

Básicamente, el Gobierno está logrando una prórroga del actual stand by hasta que, tras las elecciones de 2023, se negocie un programa más duradero que repague el préstamo. 

Pero esta realidad no viene más que a confirmar que el asunto central sobre el verdadero nivel de endeudamiento del país no está resuelto en su definición. No sólo porque la deuda continúa subiendo, en tanto los déficits del Tesoro y del Banco Central son mayores; sino también porque el país no tiene una estrategia general de abordaje del tema que permita restituir la confianza deudor-acreedor. El canje del 2020 y este “acuerdo” con el FMI posterga –pero no arregla- los pagos de deuda.

Esto es así, por ejemplo, en tanto que varios bonos emitidos tras el conocido Plan Brady de los años 90 no han sido por completo refinanciados en los mercados sin mediar: una ruptura unilateral del contrato (2002), una tergiversación del valor del capital por alteración del nivel de inflación tras el canje de Kirchner y Lavagna (2005 –intervención del INDEC-), un canje “voluntario” como el realizado por el ministro Guzmán que incluía ya esos bonos reestructurados. Es decir que, en términos técnicos y de voluntad de transacciones en el mercado, el default del 2002 continúa.

La situación, desde ya, no es gratis. El país presenta los mismos índices de deterioro social que hace 20 años. Pobreza estructural más alta, informalidad laboral creciente, caída en los salarios e ingresos reales. Todo un escenario que, si no fuese por los subsidios a los servicios públicos y la asistencia social, presentaría peores indicadores que el año 2002. Gastos que generan el déficit in-financiable que altera la macroeconomía. Nuevamente, el gato se mordió la cola. Nada raro para Argentina. 

Las postergaciones de deuda comienzan a vencer fuerte en 2025 y, sumados a un eventual acuerdo de pagos con el FMI, no bajan de U$10.000-12.000 millones promedio por año hasta 2032 que habrá que cancelar o refinanciar. Frente a este escenario, la visión del gobierno, en cuanto a la restricción externa, complica el asunto. Para los defensores de los controles de capitales duros, los dólares disponibles siempre serán pocos. Aun con toda la masa de dólares existente en el mundo. Por ende, todo ingreso de divisas se aplica como suma 0. Lo que va a un lado, no puede ir a otro.

Ventajas estructurales 

La deuda externa parece mucha. Son U$135.000 millones entre bonos, el Fondo Monetario Internacional y otros organismos internacionales. En diez años debemos cancelar dos tercios de esa cifra. De seguir este esquema de cepos y controles, no se vislumbra como se generarían las divisas para pagar. Es con esa información que los analistas de Bancos y Fondos de Inversión plantean una nueva reestructuración aun antes de tener que pagarse el capital. Una situación nunca vista.

Pero Argentina puede estar mejor parada de lo que parece. El retorno de la inflación a nivel mundial, con Europa y Estados Unidos promediando un 7% anual, sin perspectivas de fuerte baja en los próximos años, agrega un elemento favorable para el país: la licuación de la deuda. ¿Por qué? 

Esta suba de precios mundial viene impactando muy positivamente en los productos de exportación de la Argentina. La soja retorna a niveles de U$600 como a inicios del 2021. El petróleo está en U$90 el barril, su mayor nivel en ocho años. El trigo también está con sus precios en los mejores valores en diez años. Ni que hablar del gas, que triplicó su valor pero insólitamente importaríamos más para seguir subsidiando la tarifa cuando la realidad indica hacer lo contrario.

Este escenario producirá, aun manteniendo el país restricciones a los movimientos de capital, muchos mayores flujos de divisas que otorgaran un colchón significativo de recursos para abordar la cuestión del pago de la deuda, en tanto esta se va reduciendo en términos reales. De esto último los argentinos sabemos.

De hecho, en 2021, el país obtuvo U$10.000 millones más de exportaciones por la sola variación de precios. Esto representa en la cuenta final un 25-30% promedio más de las ventas al exterior que en el periodo 2016-2019. Que el Gobierno y su política económica no hayan acumulado mayores reservas o despilfarrado la recaudación por retenciones en subsidios en forma indiscriminada no invalida el argumento. Los dólares están y podrán ser muchos más.

¿Cómo seguimos?

Hasta aquí, el diagnóstico. La solución pasa entonces por aplicar lo mejor posible un escenario que puede ser aún más positivo que el proyectado. Sabemos lo que puede ofrecer la visión restrictiva; todo es visto como un problema, la autonomía se ve limitada, los costos políticos a pagar son altos. 

La conclusión sobre ello es que el funcionamiento de la economía está condicionado por una serie de variables estadísticas (inflación, déficit, deuda, escasez de dólares) que son de difícil reversión. Entonces, vamos administrando cada tema porque tememos perder aún más el control. Pero no se tiene en cuenta que, en realidad, están disponibles los recursos y las herramientas que pueden solucionar aquello mucho más rápidamente de lo pensado.

Más allá del rebote tras la brusca caída, tenemos mayor consumo interno por los cepos al exterior; y por negocios privados que aprovechan las cotizaciones libres del dólar, la economía ya está creciendo. Si cerramos el capítulo sobre los costos a pagar y vemos los beneficios a obtener, la cuenta cierra. Y, aunque hoy no se vea, la deuda puede dejar de ser un problema. 

Estos cálculos expuestos son, de mínima, conservadores. No incluyen muchos más beneficios como, por ejemplo, incentivar a parte de los U$400.000 millones que los argentinos tienen en sus hogares y en el exterior para hacer negocios en el país. O potenciar aún más la agro-industria, el turismo, la exportación de conocimiento, o las inversiones en materia de oro, plata y litio. ¿Depende de qué gobierno tengamos? Sí. Pero mucho más de vislumbrar el futuro cambiando el eje de pensamiento para la toma de decisiones de quienes gobiernan. 

*Agustín Jaureguiberry es politólogo, magister en Estudios Internacionales y máster en Políticas Públicas.

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