Historia de vida

Trabajar y capacitarse dentro de la cárcel: la clave para que los presos se reinserten en la sociedad

Francisco Paiva tiene 38 años y nos cuenta cómo vivió sus años en la cárcel y cómo cambió gracias al trabajo que ejerció estando detenido.

Bautista Otamendi miércoles, 4 de agosto de 2021 · 07:03 hs
Trabajar y capacitarse dentro de la cárcel: la clave para que los presos se reinserten en la sociedad
Actualmente la Asociación trabaja con seis penales bonaerenses de manera presencial

Francisco Paiva tiene 38 años, vive junto a su mujer y dos hijos. Se encuentra desde hace siete años en libertad, luego de estar detenido en uno de los penales de Florencio Varela. Allí vivió nueve años, de los cuales siete se capacitó y trabajó en el taller de computación de María de las Cárceles. Actualmente trabaja en el depósito de la asociación chequeando que las computadoras estén bien y, si hay algún problema, lo detecta para buscarle una solución. Además recibe todas las máquinas de las empresas para distribuirlas dentro de los penales, o encargarse de ayudar a distribuirlas en las escuelas carenciadas. Francisco habló con MDZ de su experiencia y contó cómo las capacitaciones logran cambiar la vida de los presos y los ayuda una vez liberados. 

El proyecto se realiza en seis penales bonaerenses, uno en La Plata, y otros cinco en Florencio Varela. El trabajo consiste en capacitar a los detenidos en electrónica, para que puedan arreglar computadoras donadas que se encuentran en desuso. Al finalizar los arreglos necesarios, y las máquinas estén en perfecto estado, se donan a escuelas de bajos recursos del interior del país. 

La premisa principal del proyecto es que la educación es un pilar fundamental en la vida: brinda oportunidades y libertad. No se acaba en la infancia o en la juventud sino que una persona puede aprender hasta el último momento de su vida. Esto lo demuestran, hace más de veinte años, los jóvenes que acceden a los programas de María de las Cárceles.

Desde 1998 María de las Cárceles trabaja en los penales bonaerenses.

-¿Cómo conociste el taller de computación?

-Dentro del penal te empezás a hacer amigos y conocidos. Y uno del penal, que ya trabajaba en la Asociación María de las Cárceles dentro de la unidad, me invitó. Yo no sabía nada de computación por lo que me dijo de hacer un curso. Empecé estudiando ahí, me gustó, y al tiempo me invitaron a trabajar con ellos. No cualquiera puede entrar, hay ciertas pautas, sino se arma un re bolonqui

-¿Cuál es el filtro para trabajar en el taller?

-Los chicos detenidos que ya están en el taller hacen ese filtro. La manera para integrar a nuevos chicos es que ellos primero algunos internos hacen una capacitación para que arranquen a usar las computadoras, y después a repararlas. En el transcurso de los días, cuando estás con los chicos, los vas conociendo y te das cuenta del perfil que tienen. Si servirían para estar en el taller trabajando. Nosotros no aceptamos a gente que consuma drogas, porque si viene uno ya puede contaminar el resto. Siempre buscamos que sean chicos tranquilos.

Francisco junto a un compañero trabajando en el taller.

-¿Cómo se lleva la detención trabajando dentro del penal?

-Estar en la cárcel, no es nada agradable. Obviamente que no hay libertades y es un garrón estar adentro. Tenés que pedir permiso para todo, para ir al baño o salir al patio a lavar un poco de ropa. Una vez estando en el taller te sentís un poco más libre, te olvidas de que estás detenido. Por el hecho que estás haciendo algo para alguien más, también porque hay una cocina, un baño propio y principalmente porque las llaves las manejan los detenidos. Cuando estás ahí te olvidas, lo tomás como un empleo. La pasas muy bien trabajando ahí, haciendo las cosas bien, obvio.

-Al momento de cerrar el taller y volver al pabellón ¿Se hacía difícil?

-Los primeros días fueron complicados, hay chicos que te envidian porque estás ahí todo el día. Al estar ahí todo el tiempo entre nosotros que nos conocíamos, estábamos tranquilos. Pero después cuando te arrancan a conocer, saben que sos buen tipo, que vas a laburar, y que estás dispuesto a dar una mano cuando podés, no te hacen más quilombo. Igual nosotros pasábamos ahí todo el día, comíamos y todo. Cuando terminábamos nos tomábamos uno mates con amigos, y nos íbamos a dormir. Al día siguiente ya teníamos que volver a las 7 de la mañana y comenzar de nuevo la rutina. 

-¿Cómo es la convivencia dentro del taller?

-Muy buena... casi como una familia porque ahí estábamos todo el día juntos. De los nuevos que ingresaban ninguno era quilombero, ni tenía problemas con drogas, o algo, se hacía agradable estar allí. En el taller no hay peleas. Pero, lógico, si uno se levanta mal y discute con uno, se charla para arreglar las cosas, como en todos lados. Es entendible. Nosotros estamos detenidos, extrañamos a nuestras familias, muchas veces no recibimos visitas y nos ponemos mal. 

-¿Al momento de salir, es difícil conseguir un trabajo?

-Mirá, te voy a contar mi experiencia: yo quise entrar a un empleo donde estaba mi señora. Ella es metalúrgica y no me tomaron en ningún lado por los antecedentes, que es entendible. Por un lado me enojaba porque decía: “Ya pagué lo que hice, dame una oportunidad de trabajar y demostrarte que cambié y que me quiero reinsertar en la sociedad”. La verdad que nadie me dijo que me iba a dar una oportunidad, y la realidad es que es difícil. Para que tengas una idea, cada cien liberados, sólo cinco pueden conseguir un empleo. No todos tienen la misma suerte de esos cinco. Con el tema de las capacitaciones, cuando salí, yo me hacía unos panfletos que se los daba a mis familiares. Entonces cuando alguien tenía un problema con la compu decían: “Sí, Fran sabe, llamalo que te puede ayudar”, en ese momento iba y les arreglaba las máquinas. 

A raíz de la virtualidad, la Asociación está capacitando cada vez a más cárceles bonaerenses.

-¿Qué les pasa a los liberados que no consiguen trabajo?

-Cuando un chico sale de estar detenido, primero es una felicidad terrible porque salís en libertad. Después al pasar los días ya te empezás a poner mal porque no producís y sentís que generas una pérdida y generás gastos en tu familia. Pedís plata para los puchos, para el bondi, para todo y te sentís una carga para tu familia. Me pasó de estar ahí y sentirme inútil. Pero luego me di cuenta que no es así, y siempre le explico a los pibes: “¿Vos te sentís inútil? ¿Tu mujer labura? Ponete a limpiar, ayuda en la casa, hacé la comida, así cuando viene tu señora no tiene que hacer eso. Vos le estás ayudando a tu señora a ganar tiempo y no perder un día de trabajo”. Ahí vas sumando de otras formas, si no conseguís un laburo podés hasta cuidar a tus hijos o llevarlos a la escuela. Por más que no tengan empleo no son un gasto, son una ayuda para su familia. También les digo que no se desesperen, ni se pongan locos. Hay que tener paciencia, y el laburo de arreglo de computadoras aunque no te da tanta plata, es continuo y a la gente siempre le pasa algo en la máquina y ahí es cuando deben estar. 

-¿Con toda esta experiencia que tenés encima, si miraras para atrás qué te dirías?

-Mil cosas. Primero que no me mande cagadas que después me arrepentiría toda mi vida. Yo cuando caí detenido mi hijo tenía tres meses, y cuando salí tenía diez años. En esos diez años lo vi tres veces. Me perdí toda la crianza de mi hijo, no lo vi gatear, ir al jardín, ni nada. Eso no lo recuperás nunca más, es tiempo que perdés. Obviamente que después lo ves y convivís con él, pero no es lo mismo. 

Perderse la crianza de un hijo, o diferentes momentos de la vida es una lástima. Por eso le digo siempre a los chicos que antes de mandarse una cagada lo piensen mil veces, y en las cosas lindas de la vida. 

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