Historias de inmigrantes

Eligió ser trabajadora sexual en Argentina para no morir de hambre

Cuando viajó de República Dominicana a la Argentina sabía perfectamente lo que le esperaba: "No había trabajo y lo más común era la prostitución", cuenta Margarita que gracias a la ayuda de otros logró dejar ese círculo. Se recibió de instrumentadora, estudia enfermería y trabaja en un geriátrico

Florencia Rodríguez Petersen
Florencia Rodríguez Petersen domingo, 29 de agosto de 2021 · 15:59 hs
Eligió ser trabajadora sexual en Argentina para no morir de hambre

Tiene 36 años y, en realidad, no se llama Margarita. "Prefiero que no digas mi nombre, no somos muchas y tengo una hija adolescente que no sabe de mi pasado", dice. Pasaron 14 años desde la primera vez que aterrizó en Buenos Aires. Dejó a su hija, de un año y medio, al cuidado de familiares en San Juan de Maguana al sur de la isla de República Dominicana. Acá la esperaba su mamá... y un trabajo que parecía ser la única opción ante la pobreza extrema. 

Si bien en Argentina fallan -o faltan- las estadísticas, muchos en el barrio de Constitución comentan que todavía son muchísimas las mujeres que llegan de América central para ejercer la prostitución en esta ciudad. Margarita cuenta el suyo como un caso más, de muchos que conoce. Y Elisabet Ríos, a la que llama "un ángel" coincide en la afirmación.

Eli -el personaje secundario, pero con un rol protagónico en esta historia- es enfermera, trabaja desde hace años en el Hospital Garrahan y hace voluntariado en una parroquia del barrio. Desde hace años decidió sumarse a la Red de Posaderos de Lumen Cor, una fundación que trabaja para asistir en forma integral a personas en situación de calle. Pero pasó un tiempo entre la llegada de Margarita y su encuentro con Eli. 

"Lo más común era la prostitución, vine sabiendo eso"

"MI mamá estaba en Buenos Aires desde el 2000, más o menos", recuerda Margarita y cuenta que la que la ayudó a venir fue su una prima de su cuñada. Así fueron llegando todas: una red de contactos que ofrece la prostitución como alternativa a la pobreza extrema de su país. "Mi llegada a Argentina, en 2007, fue dura. Me di cuenta de que había dejado mi mundo y mi vida, que es mi hija. Al principio mi mamá estaba conmigo y me apoyaba mucho. Es una gran mujer, una buena amiga", dice. 

"Cuando llegué, lo más común acá era la prostitución. No había mucho trabajo más allá de que uno tuviera estudios y profesión. Yo vine sabiendo eso. Y elegí. O me quedaba en casa y moría de hambre o venía a buscar el pan para mi hija porque soy madre soltera. Ganaba muy poco trabajando como secretaria y elegí", relata consciente de todo lo que implicó esa decisión. 

"Dejé a mi hija de un año y medio con mi hermana mayor. Le mandaba plata hasta el día que me la traje", acota con una sonrisa de satisfacción. Recuerda que uno de los momentos más fuertes de este recorrido fue cuando en 2011 volvió por primera vez a su casa, en República Dominicana, "Ella, mi hija, pensaba que yo era la tía. Me quedé unos dos o tres meses. Ese tiempo fue muy lindo. Me pude olvidar de la vida en general, los hombres... todo". Corta el relato. Cierra los ojos. Pide permiso para comer un chocolate y sigue: "Después de ese viaje, volví a lo mismo que hacía". 

"Hay quienes piensan que porque pagan pueden comprar a la personas", dice Margarita ya fuera del círculo de la prostitución.

Mientras seguía ejerciendo la prostitución, con el fin de enviar dinero a su casa y que su hija pudiera tener una educación, logró tener una pareja estable. "Viví tres años con él. Era un bipolar. Loco", afirma y sigue: "Dejé de trabajar un tiempo. Él me pagaba mensualmente lo que yo ganaba trabajando pero era muy celoso. Físicamente no me hizo nada, pero lo hubiera preferido. Aunque suene feo tengo que decirlo, muchas veces una bofetada lastima menos que las palabras hirientes. Hay quienes piensan que porque pagan pueden comprar a la personas", reflexiona. 

Su mamá la ayudó a salir de ese lugar. Le propuso que se mudara con ella y que lo hiciera sin avisarle nada. "Fui llevando mis cosas de a poco y un día me fui. Cuando se enteró, me llamó mucho. Volví, me junté una semana o dos y lo dejé definitivamente", comenta Margarita. 

"Mi mente era un signo pesos, sólo me relacionaba con personas por dinero"

Volvió a ser trabajadora sexual. Pero ya no era la misma. Al cabo de un tiempo, sintió el impulso de entrar a una Iglesia frente a la Plaza Constitución. "Fue hace seis años, más o menos. Necesitaba contención y fui a la Iglesia. Ahí conocí a dos maravillosas personas, Eli y Mario", cuenta y sigue: "Nunca antes había considerado entrar, pero ese día algo me empujó a hacerlo. No estaba enojada con la vida, pero sí era consciente de que tenía que salir adelante por mi hija. Sin ella, no me hubiera importado nada", dice. 

Lo primero que le llamó la atención fue que la recibieran con los brazos abiertos y sin preguntas. "Sin cuestionarme me abrieron la puerta de su casa. Diría que ellos tienen un don o algo. Yo no era de abrirme mucho, era muy cerrada. En mi mente tenía un signo pesos y sólo me relacionaba por eso: la persona era dinero y por eso no hablaba con mujeres", relata. Y reconoce que en los años de amistad con Eli se convirtió en una persona mucho más extrovertida. Y que ahora hasta se anima a abrirse para contar algo de su historia.

En esa época Margarita empezó a frecuentar la Iglesia con frecuencia. "Volvía siempre porque me gustó la manera en que me recibieron. Eli me decía que fuera a cantar. Me invitó a su casa. Eso me gustó de ella: sin conocerme me invitó a su casa. No me juzgó... Gracias a Dios Eli nunca tuvo desconfianza. Siempre digo que Eli es un ángel del Señor. A veces me enojo con ella porque es muy buena", dice. 

Del otro lado, Eli cuenta que le pedía a Margarita que la acompañara a reuniones, cumpleaños o a visitar a algún anciano que estaba solo en su casa. Incluso, como no sabe cocinar, dice que esa era una de las excusas que mejor funcionaban para abrirle un espacio de encuentro y diálogo. Sin embargo, a pesar de que cada vez había más confianza entre ellas, nunca le contó a qué se dedicaba. "Pero creo que ella lo imaginaba", dice y sigue: "Me daba vergüenza. Yo ya me empezaba a relacionar con otras personas. Y acá, sin conocerte te juzgan. Nunca escuchan el motivo por el que llegás a determinado lugar, qué te hizo así. Es más fácil para nosotros juzgar: nos pasa con un borracho o con un indigente, juzgamos antes de ofrecer ayuda… Hay personas que debemos aprender y dejar el egoísmo de lado". 

Me daba vergüenza decirle que ejercía la prostitución. Acá, sin conocerte te juzgan. Nunca escuchan el motivo por el que llegás a determinado lugar, qué te hizo así

Margarita recuerda exactamente el momento en que Eli se enteró de que ella era trabajadora sexual. "Me vio en la calle e hizo como si no pasara nada. Se acercó, me saludó. Yo estaba con otras personas y para ella fue lo más normal del mundo". Del otro lado, Elisabet replica: "Conocía a dos o tres de las mujeres que estaban en el grupo. ¿Cómo no las iba a saludar?"

Margarita siguió yendo a la Iglesia. Se había incorporado al coro de las misas y además estaba cómoda en ese espacio. "Cuando empecé a relacionarme con ellos empecé a estudiar para poder salir de ahí. Me gustaba encontrarme con Eli, porque es una persona abierta, que te escucha y te ayuda a buscar la manera de salir. Siempre había querido salir de la prostitución pero no sabía cómo. Ella me ayudó a ver que si no estudiaba no iba a poder salir". 

Con la ayuda de Eli pudo buscar otro trabajo. Desde hace cinco años trabaja en geriátricos. Pensó en estudiar enfermería, pero cuando fue a inscribirse, a último momento, optó por ser instrumentadora. No se arrepiente de haber estudiado, pero sí de esa elección. "Ahora trabajo en un geriátrico con adultos mayores. Lo básico de enfermería sí lo sé hacer. Y me doy cuenta de que eso es lo que más me gusta, porque la enfermera es el pilar del paciente. En cambio como instrumentadora sólo puedo estar en el quirófano y además sin nacionalidad es muy difícil ejercer". 

"En 2017 fui a Dominicana a buscar a mi hija"

No usa tarjetas de crédito porque no le gusta deber y es bastante desorganizada con la plata, pero en ese momento necesitaba una tarjeta para comprar el vuelo a Santo Domingo. "El novio de la hija de Eli sacó con la tarjeta el pasaje para que yo pudiera viajar a Dominicana", dice con extrema gratitud. tenía planeado volver con su hija, pero hasta último momento no sabía si eso iba a ser posible. 

"Estaba casi segura de que iba a volver con ella. Un año antes había empezado el trámite para el ingreso de ella. Encontré al hijo de una paisana que me contactó con una abogada que me ayudó a hacer ese trámite. Ella no sabía que iba a venir", recuerda. Y añade: "Fue muy lindo tenerla conmigo". 

Mi hija no sabe que fui trabajadora sexual ni sabe que mi madre aun lo es

Su hija, adolescente, forma parte de un grupo scout en la Iglesia Inmaculado Corazón de María, la misma parroquia a la que Margarita había entrado sin saber bien qué buscaba unos años atrás. "Mi hija no sabe que fui trabajadora sexual ni sabe que mi madre aun lo es. Quiero que se sepa defender, que sea algo importante en la vida, que tenga una carrera, una profesión, que viva 

Muchas veces Margarita aprovecha sus francos para ir a ayudar a la parroquia. "Ayudo en Caritas y en la merienda, quiero devolver a otros lo que hicieron conmigo. En cada persona hay una historia. Esos lugares dan el pie para que las personas puedan hablar y buscar ayuda. Está bueno porque uno necesita que lo ayuden, que lo atiendan". 

"Si uno no quiere salir de la prostitución no va a hacerlo por más que otros insistan"

Insiste una y otra vez en que encontrarse con Eli fue una salvación. "Es muy personal querer salir de la prostitución. Si uno no quiere hacerlo y no llega su momento, por más que otros insistan, no lo vas a lograr. Uno es quien tiene que decidir: 'Ya no quiero más esto'. Si en verdad querés salir te incomoda todo. Yo sentía que ya molestaba en ese lugar... Y me sentía aceptada en otro ámbito. Eso fue clave", dice. Agrega además: "Hay gente a la que le gusta ese círculo y lo elige. También hay quienes quieren salir pero no pueden". 

Su mamá todavía ejerce la prostitución. Margarita lo cuenta sin juzgarla. No manifiesta un reproche ni resentimiento. "Mi hermana tiene cuatro hijos. Ella es sola y no tiene ayuda de los padres de sus hijos. Con mi hija acá yo sólo puedo darle un poco de dinero. Y mi país es caro. Pagamos colegio, agua, todo. Somos mi madre y yo para cubrir todos los gastos. Mi mamá sigue en la calle porque necesita ayudar a mi hermana con sus gastos", relata y añade: "Yo, gracias a Dios, tengo un trabajo. Ya estoy hecha. La veo a mi mamá trabajando para ayudar a mi hermana porque los chicos no tienen la culpa. Y necesitamos que ellos se eduquen", concluye mientras sigue buscando un lugar accesible -por costos y horarios- donde estudiar la carrera de enfermería. 

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