Apuntes de siembra

¡El bullying no es cosa de chicos! El poder de nuestras palabras y nuestros gestos

Las autoras de esta columna debaten sobre la importancia de visibilizar la problemática del bullying en los últimos tiempos

Lic Magdalena Clariá y Mercedes Gontán domingo, 22 de agosto de 2021 · 18:43 hs
¡El bullying no es cosa de chicos! El poder de nuestras palabras y nuestros gestos
Foto: RODNAE Productions en Pexels

Gracias a la visibilidad del bullying, aprendemos a distinguir entre diversos tipos de acoso y podemos saber si se tipifica una conducta de bullying. Sin embargo, siempre es positivo volver a poner el tema sobre la mesa, y sobre todo compartir experiencias. Nuestra propuesta de hoy es un cambio de mirada.

Micaela tiene 14 años, es una chica muy sociable y en todos los lugares a los que va se hace nuevos amigos, lo que en la era digital se traduce a una abultada agenda de contactos e infinidad de grupos de whatsapp. Siempre le fue bien en la escuela, y se destacó en los deportes, sobre todo en Hockey, su pasión desde muy chiquita. Hace un tiempo, volvió llorando del club, y ante la sorpresa de su mamá no quiso compartirles lo que le pasaba. Unas horas más tarde, le confesó a su hermana mayor, que estaba muy angustiada porque una compañera de equipo había abandonado el club. Luciana, según les compartió el entrenador, había tenido algunos temas de salud, pero sobre todo un fuerte nivel de angustia a raíz de ciertas situaciones vividas con el grupo.

Días más tarde, Mica pudo conversar con sus papás, e intentó reconstruir esta historia. Releyendo el grupo de whatsapp, Micaela encontró infinidad de agresiones contra Luciana, que habían empezado a modo de broma, pero que iban subiendo de tono con el correr de los meses. Alusiones a su mal desempeño deportivo, a sus atuendos, a sus fotos publicadas en las redes. Cualquier excusa era motivo para reírse con Luciana, que respondía al principio con emoticones siguiendo la corriente. La película se fue transformando, y mientras todas se reían de Luciana, ella tenía cada vez menos actividad en el chat, y silenciosa recibía cada mensaje.

-¿Vos le dijiste cosas feas?-, preguntó enseguida su mamá. -¡No!, yo nunca le dije ni hice nada- repetía llorando Micaela.

Micaela, sin quererlo fue observadora y cómplice de este bullying que padeció Luciana.

Muchas veces ponemos el foco en el agresor y en la víctima, y no advertimos que la gran clave para desactivar este tipo de conductas puede estar en las personas que las rodean.

Nos tranquiliza pensar que nuestro hijo no dijo ni hizo nada. Nos entristece saber cuánto sufre si es víctima. Nos enoja si hace sentir mal a los demás con sus dichos y acciones. El abordaje tiene que ser integral, sin duda, pero si ponemos las energías en los numerosos testigos silenciosos de cada agresión vamos a tener un excelente punto de partida.

Como en todas las cuestiones en educación, sabemos con certeza que las palabras mueven pero nuestro ejemplo arrastra. Y así como no tenemos que naturalizar expresar constantes críticas o juicios sobre los demás, nosotros los adultos, tampoco tenemos que permitir que quienes nos rodean esparzan agresiones innecesarias.

-No digas así, ¿a vos te gustaría que alguien hable así de vos?- Claro que nos cuesta imponernos, imaginemos cuánto más a los chicos, a quienes les pesa sentirse aceptados por sus pares. Demos entonces nosotros el primer paso.

Sabemos que la tecnología no es la causante del bullying, ya que este existía muchos años antes del desembarco de redes sociales en nuestras vidas, pero tenemos que ser conscientes de cuánto puede potenciar y aumentar el alcance de las agresiones.
En el anonimato de un nickname, o escondidos detrás del teclado, nos animamos a más, se hace menos evidente nuestra responsabilidad. Se produce una despersonalización que asusta, y olvidamos que detrás de cada dispositivo hay una persona de carne y hueso, con nombre y apellido que es la destinataria de nuestros mensajes y comentarios.

Hace unos años dando un taller en un colegio a chicas de 7mo grado, realizamos una dinámica en la que tapándonos la cara con una muñeca de peluche, decíamos en voz alta agresiones a distintas personas. Al terminar el diálogo les preguntábamos a las chicas: -¿quién dijo recién esas frases tan agresivas?-. Sin dudarlo, y a coro respondieron: -¡La muñeca!- Pero si las muñecas no hablan, ¡lo dije yo!, les aclaré ante su asombro. Cuántas veces, nos parece que no somos nosotros los que hacemos o decimos las cosas, y olvidamos que lo virtual es también real, solo que se expresa en el mundo digital.

Basta navegar un rato por las redes sociales, para advertir el nivel de agresión con el que se expresan algunas personas, insultando o criticando de manera despiadada, dando opiniones que nadie pidió. Y que de ninguna manera actuarían igual si estuvieron frente a frente con la misma persona.

El bullying no es solo cosa de chicos, pero la vulnerabilidad propia de la edad en la que están construyendo su autoestima, nos obliga a los adultos a acompañarlos, sostenerlos y darles herramientas para prevenirlo.

Pistas y herramientas para prevenir el bullying

  • Fomentar la comunicación

Idealmente desde chiquitos. Si un niño está acostumbrado al diálogo cuando llegue a la adolescencia será más fácil continuar por este camino. Si no tiene este hábito incorporado, será más difícil que el preadolescente nos cuente su día, y mucho menos sus
preocupaciones. Pero siempre estamos a tiempo de generar espacios de diálogo.
Interesarnos por lo que está ocurriendo en sus diferentes grupos. Animarlos a tener una mirada de 360° que les haga ver a su alrededor. Siempre puede haber alguien sufriendo cerca nuestro, y no nos podemos quedar de brazos cruzados.

  • Fortalecer su autoestima

Reforzar el valor de cada persona, empezando por ellos mismos. Saber que son únicos e irrepetibles y que esto no está sujeto a las opiniones de los demás. Hacer este ejercicio en voz alta. Aunque sólo nos escuchen sin decir nada, la vivencia de fortalecimiento interior queda grabada a fuego.

  • Cuidar nuestro modo de hablar de los demás.

Los niños y adolescentes son esponjas, y nos observan constantemente. No naturalizar críticas, maltratos, juicios constantes, reírse de los demás. Ser compasivos con el otro. Y no solamente con los que tenemos más cerca o estimamos más, principalmente con extraños o con aquellos que más nos cuestan. Nos podemos esperar que sean tolerantes y comprensivos frente a las distintas realidades si nosotros reaccionamos negativamente a ellas.

  • Promover la empatía

A pesar de todo lo que se ha dicho y escrito sobre ella, a veces se nos olvida este sencillo y complejo acto de intentar ponernos en el lugar del otro. ¿Cómo me sentiría yo si alguien me dice o hace eso? ¿Cómo creo que se sintió tal o cual persona? Motivar el involucrarse, con las posibilidades de cada uno y acorde a la edad. No les pedimos que sean superhéroes ni las estrellas de la película, pero al menos que intenten no ser testigos silenciosos. Pueden acercarse personalmente a la víctima y mostrar su
apoyo. Este pequeño gesto cambia radicalmente la sensación de soledad y abandono de ésta.

  • Humanizar a todos los involucrados.

Recordar que detrás de cada uno hay una persona. Esto puede costarnos a veces con el agresor, recordar que no es un ogro o villano, sino simplemente alguien que elige el camino equivocado. No conocemos las luchas que atraviesa cada quien, pero todos las tenemos.

  • Roleplaying

Sea cual sea el lugar que ocupa nuestro hijo/a en el proceso del bullying, esta herramienta es valiosísima, y permite encarnar en el ejercicio un verdadero ponerse en el lugar del otro. Los anima a pensar que pueden decir o hacer en el momento, y les brinda seguridad.

  • Educar en el uso de responsable de la tecnología

Este tema amerita un artículo aparte ya que es todo un desafío y hay mucho para decir, pero acompañarlos desde el inicio en el mundo virtual, sin apurarlos (dejemos que los niños sean niños) y siendo también ejemplo con nuestra propia conducta (dejar el celular cuando nos hablan y mirar a los ojos, saber desconectar y tomar un descanso de las pantallas, decir personalmente lo que debe decirse haciéndonos responsables de nuestras palabras y acciones). Todo suma para prevenir futuras situaciones de bullying (en cualquiera de sus roles).

Queremos y pedimos para nuestros hijos una sociedad más amable y empática, pero depende de nosotros educar a los futuros adultos, jefes, empleados, educadores, emprendedores, políticos, padres de familia. ¿Estamos dispuestos? Estamos convencidas de que es posible si somos capaces de tirar todos para el mismo lado.

*Magdalena Clariá es Licenciada en Psicología y Mercedes Gontán, abogada, Mediadora y Orientadora Familiar. Juntas hacen Apuntes de siembra

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