Conductas sociales

La violencia que está y que no se ve: el destrato o la indiferencia

Cuando escuchamos la palabra violencia inmediatamente nos imaginamos golpes, insultos, invasión de espacio. Pero existe un tipo de agresión tan destructivo como los anteriores: el destrato o la indiferencia. Leenos que te contamos.

Cecilia Ortiz jueves, 22 de abril de 2021 · 08:01 hs
La violencia que está y que no se ve: el destrato o la indiferencia
Foto: TuPsicologa.

Cuenta la historia que un campesino tenía un corral lleno de gallos. Compró una perdiz y los puso a vivir juntos. Los gallos no tardaron en empezar a hacerle la vida imposible, y la perdiz creía que era por ser diferente. Sin embargo, un día observó cómo los gallos se peleaban entre sí, y entendió que era su naturaleza.

“De repente, cuando algo que hice no le gustó, Sara deja de hablarme, ni siquiera me mira. Me hace sentir como que no existo”, cuenta Mario con angustia, “He observado que su mamá le hace lo mismo al padre. Llevamos años así y, la verdad, no sé qué hacer”.

Etimológicamente, la palabra agredir proviene del latín aggredior, que significa “ir o cometer contra el otro”. Lleva implícita una provocación o ataque, es decir, una acción que tiende a provocar un daño en otro.

Dentro del ámbito de la Psicología y de las Neurociencias, conducta o acción hace referencia a lo que se hace y a lo que no se hace. Con lo cual, agresión, puede invocar también una no acción, una omisión.

Que Sara “ningunee” a Mario es una forma de agresión, pasiva, si se quiere, que implica un destrato. 

De acuerdo a un documento de la Fundación Instituto Internacional de la Lengua Española (FUNDEU Argentina), el verbo “destratar” y el sustantivo “destrato” no están en el Diccionario de la Real Academia Española, pero son de uso extendido en la Argentina con el significado de “trato desconsiderado”, equivalente a maltrato, es decir, a una actitud irrespetuosa y desconsiderada de una persona hacia otra.

El destrato es un oxímoron que pretende una no existencia en la existencia; implica una actitud de “hago de cuenta que no existís” o “no me importa si existís”, y se da en un contexto interaccional en el que un integrante busca someter al otro a través de la manipulación.

En este caso, con el “no hacer” se busca que el otro haga, que haga lo que uno quiere, claro está. Este tipo de violencia incluye una tríada de conductas que, presentadas constantemente, dejan huellas importantes en la salud mental de quien las padece: silencio sistemático, indiferencia y desprecio, dirigidas para castigar o manipular al otro.

El trato desconsiderado puede darse en el contexto de una pareja, entonces podemos observar las siguientes conductas:

- Negarse a mantener una conversación y dirigirle la palabra a quien está “castigado”

- No responder a las preguntas del otro, o hacerlo con monosílabos

- No mostrar afecto, ignorando deliberadamente las necesidades emocionales del otro

- Evitar el contacto físico y visual, haciendo de cuenta que “el otro no existe”, o que es invisible e insignificante

- Mostrar desinterés marcado en todo lo que ataña a la otra persona

- Negarse a colaborar con tareas, aun sabiendo que esto generará frustración y malestar en el otro

- No acudir a eventos sociales juntos, con el solo fin de avergonzar al otro

Pero también puede darse en el ámbito laboral, cuyas señales pueden ser:

- Limitar la comunicación

- Aislamiento

- Desacreditación

- Ignorar necesidades, como horas de descanso, comidas, etc.

El punto nodal es que si estas conductas son sistemáticas, se naturalizan. Entonces, pasan a ser una forma habitual de interactuar y de comunicarse. Los actores pierden la sensibilidad y la empatía frente al otro. Así, encubren e invisibilizan la agresión, de ahí que se denomine “pasiva”. Desde ya, este tipo de relación no es funcional y conduce a insatisfacción, disminución de la autoestima y sensación de pérdida de control.

¿Cómo reaccionar? 

En primer lugar, debemos tener en cuenta que es una forma hostil de vincularse, con serias secuelas en la salud mental de quien la padece. A partir de reconocer es que podemos cambiar. Muchas veces resulta necesario pedir ayuda profesional, a los fines de adquirir herramientas para hacer frente a la situación. Además, podemos procurar:

1- Ser directos: Es importante poder poner en símbolos el circuito del destrato, esto es, “blanquear” las situaciones de “ninguneo” a través de la palabra, comunicando qué se siente y proponiendo cómo podrían cambiarse las situaciones hostiles.

2- Controlar las propias emociones, no subir el tono de voz, mirar a los ojos, no dejarse paralizar por el miedo a la reacción del otro. A menor reacción emocional, menor posibilidad de manipulación desde el otro lado.

3- Recordar que no se puede controlar la conducta del otro (indiferencias, silencios), pero sí podemos controlar nuestra respuesta ante ella. Si consentimos, estamos, responsablemente, avalando esos comportamientos poco saludables para la interacción.

4- Es fundamental entender que no vamos a cambiar al otro, aunque lo intentemos, aunque tengamos paciencia. La situación no va a mejorar con el paso del tiempo.

Entonces, uno debe elegir ser honesto con uno mismo y alejarse de las circunstancias que nos ponen en peligro.

La integridad, la dignidad, son cualidades del ser humano a las que, por ningún motivo, debemos renunciar. Si los gallos pelean, no es asunto de la perdiz, que deberá procurar su bienestar eligiendo libremente alejarse de ello. Si alguien niega tu existencia, no es asunto tuyo, tu responsabilidad es elegir alejarte dignamente de donde no te tratan bien.

Lic. Cecilia C. Ortiz / Neuropsicóloga. Mgter en Neurociencias / licceciortizm@gmail.com 

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