Un emigrante cuenta lo que se siente los primeros años fuera del país
Cuando un emigrante se instala en un nuevo país se produce un proceso interno movilizante. Angustia, euforia e incertidumbre se entremezclan en esos primeros años. Un argentino que vive hace diez años en Suiza cuenta las distintas etapas que hay que ir superando.
La decisión de emigrar no es fácil. Son muchas las dudas y temores que pueden surgir antes de comprar los pasajes. Sin embargo, esa es sólo una parte de un mar de emociones que se deben enfrentar. La más importante se vive cuando se deja al país atrás y se empieza una vida nueva. Desde ese momento, el emigrante pasa por distintas etapas que van de la euforia a la angustia en un ciclo que se repite, una y otra vez, con distintas intensidades hasta que llega un momento en que los sentimientos se vuelven manejables.
Fernando es un argentino de 41 años que, desde hace diez, vive en Suiza, en una localidad cercana a Zurich. Está casado, tiene un hijo y trabaja en tecnología. Desde su cuenta de Twitter (@viviendoensuiza) brinda información para quienes están pensando en emigrar.
Entre sus publicaciones, realizó una una serie de comentarios sobre el proceso que vive una persona que decide instalarse en otros país. Cómo se viven las primeras semanas, los primeros meses o años, la ansiedad por volver a visitar a su familia y amigos, cómo son esos encuentros y qué producen los regresos. Cómo, poco a poco, emigrante va cambiando internamente hasta que, como en su caso, se logran superar los replanteos y se siente que su “casa” ya no es más en la que nació y se crio, sino en la que decidió vivir.
Estas son las distintas etapas por las que pasa un emigrante, según la opinión de alguien que ya vivió esa experiencia.
- “Cuando llegás a tu nuevo país, es todo una maravilla, a las dos o tres semanas empezás a extrañar horrores, pero sabés que tomaste la decisión correcta y aguantas”.
- “Cuando llevás casi un año, aprendiste un montón sobre tu nuevo lugar, pero mirás a tu país de origen, y querés volver para contarles a todos cómo es y abrazarlos. Lo hacés, y cuando regresás te agarra otro bajón que te hace cuestionarte todo. Tus amigos más cercanos y familia te dirán, aguantá que ya va a pasar. Ves como tu país de origen (en nuestro caso) se hunde un poquito más cada vez, lo que te hace enfocarte hacia adelante. El idioma y la cultura se hacen notar diferentes como si te invitaran a irte. Pero mordés el cuchillo con los dientes y le das para adelante. Sabiendo que lo que estás haciendo es por un futuro mejor y para el de tu familia. Donde podrás construir sin tanto ruido y donde tu esfuerzo rendirá sus frutos mientras lo hagas con honestidad y dedicación".
- “Pasa un segundo año y ya te empezás a sentir más cómodo y ya se tiene más confianza sobre cómo funciona todo y se empieza a aceptar las diferencias del clima y las costumbres que quizás al principio chocaron. Entendés el por qué de muchas cosas”.
- “Volvés por segunda vez a tu país desde que te fuiste, las reuniones ya son más calmas pero siempre emocionantes de ver a tu familia y amigos, no parás un minuto y querés ver a todo el mundo”.
- “Regresás. Ya tenés un círculo de amigos chiquito con los cuales podes ir compartiendo más y un tiempo en el trabajo ya te hace sentir más emponderado para seguir creciendo. Cobrás bien y miras a tu país de origen para comprar propiedades o pensar en inversiones. Tus amigos y familia del país de origen te dicen que no se te ocurra poner un peso porque todo va a explotar. Vos seguís pensando que podría ser una buena idea, no podés creer la diferencia monetaria, pero no hacés nada. Menos mal”.
- “Viajás por tercera vez desde que te fuiste y ya muchas cosas te apabullan y a las dos semanas no ves la hora de poder tomarte ese avión que te llevará a tu casa (en tu nuevo país) para tener paz. Ya “casa” no es de dónde venís; sino donde estás viviendo”.
- “Cuando pasás ese punto que te sentís lo suficientemente cómodo en tu nuevo país, es cuando empezás a construir verdaderamente. No cortás ningún vínculo, las personas con las que menos hablás son las que en realidad no tenías un lazo tan fuerte. La vida se encarga de darte algunas lecciones más, se van muriendo algunos familiares y ya no estás ahí para acompañar en persona pero te hacés presente de distintas formas. La tecnología hoy nos permite estar mucho más cerca que en la época de nuestros abuelos”.
- “Siempre aclaro a los que me consultan en mi cuenta de Twitter @viviendoensuiza, emigrar es una decisión muy personal. Tiene muchísimas cosas buenas pero también tiene lo malo, y todo dependerá de cómo se puedan manejar las dos cosas. Si hay dudas de emigrar se puede probar y si no te gusta, se puede volver”.

Menos de 10.000 personas fueron a Chile por el fin de semana largo

Se acercan las tormentas que cambiarán radicalmente el tiempo en Mendoza

Endometriosis: lo que toda mujer debe saber

Qué cambios habrá en la Ciudad de Buenos Aires por el feriado de este lunes

Heridas emocionales: sanar en la adultez lo que traemos de la infancia

Las zonas del Gran Mendoza en las que hay cortes de agua este sàbado

No maltratemos nuestro idioma: calcos semánticos, esos falsos amigos
