Opinión

Día del veganismo: ¿Somos los seres humanos un animal más?

En el Día del Veganismo, el autor se pregunta qué hay detrás de esta opción de vida que, en algunos casos, pareciera ir más allá de la alimentación y cuestiona sus fundamentos.

Lic. Juan Francisco Reinoso lunes, 1 de noviembre de 2021 · 20:26 hs
Día del veganismo: ¿Somos los seres humanos un animal más?

“Si no eres vegano, eres un abusador de animales”, decía una nota publicada hace poco en Clarín que relataba cómo una joven vegana había entrado a un restaurant acusando a los comensales de ser partícipes del mayor holocausto animal. Entre los argumentos que utilizan -quienes asumen posturas veganas extremas como esta- se sostiene, en primer lugar, que no existe ninguna diferencia esencial entre los seres humanos y los animales. Es decir, que lo único que nos diferencia es que somos especies distintas de animales. Para esta corriente, el ser humano simplemente se ha desarrollado en una determinada línea evolutiva que es diferente a la de otros animales y punto. A esto lo podríamos denominar igualdad en la dignidad. Lo que equivale a decir que ningún animal es más valioso que otro, todos los animales -simios, felinos, peces, seres humanos- somos igualmente dignos y tenemos el mismo valor existencial. Esto permitiría afirmar, por ejemplo, que los animales son personas o que hay personas no humanas. Por ejemplo, un orangután podría ser declarado persona, tal vez, por un juez que asuma esta misma interpretación.

Por otro lado, estos argumentos suelen ir acompañados por expresiones que dan a entender que en la vida humana sólo existe la dimensión material. Todos los animales -nosotros con ellos- y todo el universo se reduce a una dimensión material y nada más que material. Es una postura que podríamos denominar como materialismo filosófico. Todo es materia y sólo existe la materia. Si todos y todo es materia, entonces no hay diferencias significativas, por ejemplo, entre un cerdo y un niño. Matar un cerdo para alimentarse sería tan grave como matar a un niño, a un anciano, a un varón o a una mujer. Si esto repugna a nuestra sensibilidad, según esta postura, es simplemente por una cuestión cultural, ya que estamos acostumbrados a matar cerdos y no niños para alimentarnos, pero no habría ninguna diferencia a objetiva que nos impida matar a nuestras propias crías para que sobreviva nuestra especie humana.

Sin embargo, si todo es material entonces ¿cuál es la diferencia entre matar un vegetal para comérnoslo y matar a un cerdo? Que los vegetales –y este es el tercer argumento que se suele dar- no sienten, en cambio los animales sí sienten. Se los define como “seres sintientes”, también como sujetos de vida que pueden tener una identidad psicofísica a lo largo del tiempo. Es decir que el sentir dolor, el miedo, el gozo, la atracción, el rechazo, e incluso, poseer un determinado temperamento, sumado a la hecho de poder tener algún tipo de conocimiento, el poder recordar y reconocer -como cuando un perro reconoce a quien le da de comer-. todo esto nos hace iguales a los animales humanos y a los animales no humanos y, a su vez, es lo que nos diferencia de los vegetales. Podemos matar vegetales porque no sienten, pero no podemos matar animales porque sienten, porque les duele, porque desean vivir, porque muchos de ellos pueden recordar y conocer, por eso huyen cuando reconocen un peligro o se esconden cuando se los persigue como presas.

¿Qué pasó entonces con la famosa definición aristotélica según la cual el ser humano es un animal racional, es decir, un ser único que posee la capacidad de pensar, de escribir, de cantar, de hacer matemática y geometría, de bailar, de crear cultura, de construir máquinas, monumentos, edificios y mausoleos, de crear ciencias, producir cine o teatro, de provocar guerras, de hacer bombas atómicas, de salvar vidas o de asesinar, de cuidar el planeta o destruirlo… qué pasa con todo esto? No pasa nada. Así como las aves vuelan y nosotros no y eso no hace a las aves mejores que nosotros, así como los murciélagos se logran ubicar, aparentemente, con un sistema de radar natural y nosotros no y eso no hace a los murciélagos superiores a nosotros, así tampoco nosotros nos tenemos que considerar superiores a los cerdos por poder pensar y ellos no. Somos todos iguales. La razón humana no sería nada más que un instinto un poco más evolucionado, circuitos neurales un poco más complejos. En definitiva, la razón humana no sería nada más que la materia y la energía eléctrica de nuestro cerebro.

Si somos todos iguales, estaríamos frente a la obligación moral de ser veganos

Por lo tanto, si somos todos iguales y la dignidad de los animales humanos y no humanos está en el hecho de ser seres sintientes, que pueden conocer, desear y huir, entonces sería inmoral poder consumirlos, estaríamos frente a la obligación moral de ser veganos. Esto es justamente lo que en la nota que mencioné al comienzo de este artículo gritaba la joven vegana: "Si no eres vegano, estás contribuyendo a este holocausto y eres un 'abusador' de animales". Esta frase sólo tiene sentido si -y sólo si- se sustenta en los aspectos que antes he mencionado y en otros semejantes.

A esta altura, habiendo sido introducidos al tema moral por esta joven defensora, pienso que es necesario que planteemos hasta el fondo la cuestión de los deberes morales frente a los animales. Aquí la pregunta que surge es si los animales deben ser tratados por nosotros de alguna manera especial, por ejemplo, no matándolos o no haciéndolos sufrir, es decir, si son sujetos dignos de consideración moral por parte nuestra y si la causa de esto se debe a que los seres humanos y los animales somos todos iguales o si existen otras causas.

Activistas por el veganismo

Asumiendo la postura según la cual somos iguales, sólo con diferencias superficiales y que no son significativas como para que nos creamos superiores, cabe preguntarse entonces por qué lo seres humanos no podemos -al igual que el puma, el perro e incluso algunos tipos de simios (suena raro pero parece que hay simios que cazan en grupo a otros animales pequeños)- alimentarnos de otros animales. ¿Por qué sólo nosotros deberíamos ser veganos? ¿No podemos estar en el mismo sector de la cadena alimenticia que los demás carnívoros antes mencionados y de tantos otros imposibles de listar en este artículo? ¿Deberían todos animales carnívoros hacerse veganos? Suena ridículo y es un planteo no sólo utópico sino sin sentido. ¿Un puma que caza una liebre o mata a una oveja para comérsela es un asesino? ¿Debería ser arrestado?

“La culpa no es del chancho…”

Existe un viejo refrán que dice: “la culpa no es del chancho sino del que le da de comer”. ¿Por qué el chancho no tiene “la culpa” y nunca se lo podrá considerar culpable de nada? Porque para tener culpa, antes, hay que ser responsable y para ser responsable de algo, antes, hay que ser libre. Solamente los seres libres son los que deben hacerse cargo de sus decisiones, responsables de lo que han hecho o dejado de hacer, de lo que han dicho o de lo que han callado.

¿Por qué el chancho no tiene “la culpa”? Porque para tener culpa, antes, hay que ser responsable y para ser responsable de algo, antes, hay que ser libre.

Cuando un ser humano posee como mascota un perro que es agresivo y lo deja suelto y su perro termina mordiendo o incluso matando a un niño, como lamentablemente tantas veces ha pasado, no es razonable acusar al perro de negligencia sino a su dueño. Sólo los seres humanos somos moralmente responsables de nuestros actos. Así como un niño pequeño no es prácticamente responsable de sus actos dado que aún no se ha desarrollado su inteligencia y su capacidad de decidir, menos aún puede ser responsable de sus actos un animal que no posee ni conocimiento intelectual ni capacidad de decisión libre, sino que posee un conocimiento sensitivo y se mueve atraído por sus instintos y tendencias. Con esto no menosprecio en lo más mínimo el conocimiento animal, el cual es sorprendente, complejo y muy útil para su supervivencia, sino que quiero dejar en claro que los animales no son seres moralmente responsables de sus actos, por más alto y refinado que sea su conocimiento sensible, sus tendencias instintivas y su capacidad de aprender de su experiencia concreta.

Si pretendemos tomar el camino de igualar al ser humano con los demás animales para justificar la obligación moral de ser veganos entonces caemos en una contradicción. Si somos animales y nada más que animales, entonces nada nos impide ser un carnívoro más en la cadena alimenticia, no existe ningún motivo por el cual algunos animales puedan ser carnívoros y otros -como el ser humano- no puedan serlo. Pero si, por el contrario, sostenemos que los seres humanos tenemos una responsabilidad moral para con los demás seres vivos, entonces estamos reconociendo que existe en nosotros una capacidad superior, no sólo diferente, a la del resto. Una capacidad que nos coloca en el lugar de “protectores” de la vida. Esta superioridad por poseer una dimensión moral, significa que en el ser humano no todo es material, pues si fuéramos sólo circuitos neurales y energía eléctrica, incluyendo a nuestros pensamientos conscientes y nuestras decisiones, entonces no existiría la libertad, todo sería causalidad física, la libertad sería tan sólo una ilusión, una mera sensación, ya que en realidad estaríamos determinados.

Tomo prestada una pregunta que se hace el Dr. Andrés Rieznik en un artículo que compartió en una clase de la que participé: “¿Cómo podemos tener responsabilidades morales si nuestras decisiones son fruto del estado de nuestro cuerpo y sistema nervioso, estado que depende de las leyes de la física y está, por lo tanto, determinado?”. La única respuesta razonable que encuentro, para poder seguir aceptando la realidad evidente de que los seres humanos somos seres moralmente responsables, es que en nosotros exista algo que no responda al determinismo físico, algo que esté más allá del determinismo de la materia. Es decir que en nuestra capacidad de pensar, de amar y de decidir haya algo más que el aspecto material y físico pero no separado de él. El viejo Aristóteles -al que algunos “iluminados” han pretendido echar por la puerta de servicio de la historia- se está colando nuevamente por la ventana. Pienso que un neo-aristotelismo reflexivo y en diálogo con las neurociencias puede ayudarnos a pensar y a salir de esta falsa dicotomía entre la postura monista materialista (para la cual todo es materia y determinismo físico) vs. la postura dualista (según la cual está el cuerpo material por un lado y por otro lado la razón o espíritu). Pero este tema supera lo que en este artículo pretendo comentar.

 

Si pretendemos tomar el camino de igualar al ser humano con los demás animales para justificar la obligación moral de ser veganos entonces caemos en una contradicción.

 

Desde mi punto de vista, pensar que todo en el ser humano es físico-material me parece que es una reducción epistemológica en la cual se reducen los actos psíquicos y la consciencia psicológica, la voluntad, la libertad y la conciencia moral, la inteligencia y el pensamiento humano a eventos físicos, partiendo del supuesto a priori de que la naturaleza humana se limita sólo a la realidad física observable y medible, negando que los pensamientos y las voliciones o elecciones libres puedan ser actos perfectamente naturales aunque no sean físicos. La naturaleza del ser humano no es sólo física, su naturaleza es físico-psico-espiritual, es un ser corpóreo-espiritual. Pero espiritual no en sentido religioso o sobrenatural, sino desde el punto de vista de su realidad natural y concreta, desde lo que el ser humano es. En este contexto, el aspecto espiritual humano significa que en nosotros existe una dimensión no reductible a lo físico y capaz de realizar actos y operaciones en las cuales lo físico es condición necesaria pero no la causa de esos actos: pensar, amar, decidir; es decir que existe una causalidad que trasciende lo meramente físico. Esto no debe confundirse con el uso de la palabra “espiritual” en sentido religioso, o como sinónimo del mundo sobrenatural que presentan las cosmovisiones de las diferentes religiones. Es este el fundamento último por el cual los seres humanos somos responsables de cuidar a los demás seres vivos, de cuidar la salud del planeta, encontrando un verdadero equilibrio entre la cultura humana y el mundo natural que nos rodea.

Los seres humanos somos responsables de cuidar a los demás seres vivos encontrando un verdadero equilibrio entre la cultura humana y el mundo natural que nos rodea

Por todo esto rescato lo que muchos veganos sostienen y alertan respecto de los peligros de la contaminación por la producción indiscriminada y masiva de animales. Entiendo un veganismo como actitud de protesta y, a la vez, de cuidado del medio ambiente (dejo para los especialistas todo lo referente al cuidado nutricional de los veganos). También considero despreciable e innecesario el maltrato y el sufrimiento animal causado por negligencia o con fines de lucro desmedido, que por ganar más dinero termina contaminando el medioambiente o provocando la desaparición de diversas especies, entre otros muchos daños. Todo esto me parece moralmente malo, pero por razones totalmente diferentes a las de aquellos que desean obligar a todo el mundo a asumir una postura inconsistente y contradictoria.

El ser humano, en tanto que pertenece al mundo animal, puede alimentarse de otros animales como lo hacen diferentes especies carnívoras, pero en tanto racional, en tanto ser moral, libre y responsable debe, a su vez, cuidar el medio ambiente, a los demás seres vivos y al planeta tierra, sabiendo que no nos pertenece y que vendrán otros después de nosotros, quienes tienen el mismo derecho a gozar de la naturaleza y tendrán también el mismo deber de cuidarla en una verdadero acto humano de responsabilidad ecológica.

*Juan Francisco Reinoso es Licenciado en Filosofía, Diplomado en Bioética y miembro del Comité de Ética del CINME.

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