Debate
Sigue el debate: Pablo Lacoste y la "Vendimia de lo sagrado"
El historiador Pablo Lacoste, que ha incursionado en numerosas investigaciones en torno al vino en Mendoza, se suma al debate que MDZ ayer dejó en superficie y que se desarrolla en las redes sociales por parte de protagonistas históricos de las fiestas de la Vendimia.
Una vez más, Vendimia ganó; volvió a demostrar que su capacidad de convocatoria supera todo; Vendimia tiene más seguidores que el fútbol, la política y la ideología. Vendimia le gana a todos, con lleno total en el Teatro Griego. A pesar del frío y la lluvia.
¿Por qué? Simplemente, porque es el alma de Mendoza que se pone de pie, una y otra vez, sin que nada más importe. Es nuestra alma menduca, que emerge y se hace fiesta.
La Fiesta muestra justamente, el alma profunda de este pueblo, interpretada por los artistas. Estos fluyen en el Teatro Griego, conectados con lo Universal. Hacen lo suyo: arte.
Los artistas entregan belleza, guiados por las fuerzas profundas de Mendoza. No hay grandes egos ni individualismos; es un tejido artístico, formado por miles de personas, desplegadas en toda la provincia, desde las más humildes fiestas distritales, hasta la pompa incomparable del Acto Central.
Por eso, el pueblo campesino responde siempre, tanto en las calles del carrusel como en el Teatro Griego. Y como es también en tradición de Vendimia, surgen las voces de los críticos, algunas veces, un poco sesgadas.
El mayor problema de los intelectuales ante Vendimia, es la premisa falsa de entenderla como mera obra de teatro o musical. No comprenden que es una Fiesta Antropológica, que expresa el “yo colectivo” del pueblo y la cultura de Mendoza. Dentro de esta categoría, Vendimia está anclada en los mitos y leyendas compartidos por la comunidad. Por lo tanto, no se trata de “tema libre”, sino de buscar nuevos modos de evocar el relato mítico. Es lo que ocurre con las fiestas del Dragón, en China, donde vuelven a representarse los rituales de la luna y el amor intergeneracional; lo mismo ocurría en la antigua Grecia, cuando se interpretaban una y otra vez, los mitos de la Guerra de Troya, de Edipo Rey y de Dionisio.
Vendimia es una creación humana semejante a aquellas fiestas; y tiene sus figuras legendarias: nuestra Helena de Troya es la Virgen de la Carrodilla; nuestro Aquiles es San Martín; y nuestros aqueos son los huarpes, los arrieros y troperos, juntamente con los inmigrantes y, poco a poco comienzan a aparecer, los afrocuyanos. En cada edición, el desafío del Director y el Guionista no es excluir a nuestros personajes legendarios, sino presentarlos en forma renovada y creativa.
En el Acto Central, Alicia Casares tuvo una idea genial con el concepto del “Tejido”. Inspirada por Vendimia, ella encontró esta palabra que es una de las mejores en un siglo de fiestas. Porque Vendimia es, justamente, eso. Tejer lo diverso para lograr algo mejor; indígenas, europeos y afrocuyanos vinieron a Mendoza y tejieron la cultura agrícola, en un país de ganaderos bruscos y toscos. Ello se notó también en la música, con la convergencia de la percusión afro, los vientos andinos y las guitarras españoles; ello brilló también en el Acto Central. Y el amor del viticultor, por su gente y por su tierra.
Vendimia ha inspirado a Casares con sus valores del “tejido”, que es otra forma de decir integración social y cultural, en un contexto nacional signado por la grieta que siembra odios, rompe amistades y familias, y hace virtualmente inviable al país. Tal como ocurrió tantas otras veces, los artistas de Vendimia se adelantan a los tiempos; nos muestran el camino a seguir para tener futuro.
Los artistas, músicos y bailarines advirtieron la profundidad conceptual del hallazgo de Alicia Casares, y se esmeraron en la representación de la obra; a pesar del frío y la lluvia, que no permitieron hacer ensayos generales y plantearon serios desafíos a la actuación.
Dentro de esa idea rica y profunda, la representación tuvo algunos puntos bajos; las modestas cajas lumínicas artesanales fueron infinitamente más bellas que las imágenes proyectadas con alta tecnología; sobre todo cuando estas mostraban automóviles o procesos industriales, que no tienen nada que ver con la dignidad de lo artesanal campesino, que es justamente, la identidad de Vendimia. Esos elementos de la industria debilitaron la belleza enorme del concepto central. Además, el guión olvidó a los héroes épicos; Helena de Troya apenas tuvo un papel deslucido; no pudo conmover a los guerreros que permanecen en la muralla todo el año, felices de su compañía; y faltó también la presencia de Aquiles, apenas perdido en la sombra y la lluvia.
La locución previa fue un punto bajo. Los locutores que tomaron la palabra durante la media hora previa, para satisfacer exigencias de auspiciantes, con sorteos largos y cansadores, cayeron rápidamente en lo vulgar; no fueron propios de una fiesta de clase mundial.
Lo mismo ocurre habitualmente durante la Vía Blanca y el Carrusel. Las palabras de los locutores son improvisaciones de escaso nivel técnico. Todavía no se ha tomado consciencia de la importancia estratégica de este espacio. Las palabras que usaron el viernes pasado parecían más bien de una conversación de entre casa, una charla de café, y no una meditada reflexión sobre la identidad de cada Departamento de Mendoza. Ellos llenan el espacio de palabras muchas veces sin sentido, con repeticiones y obviedades. Se perdió así la oportunidad de fortalecer y visibilizar la identidad de cada Departamento, con patrimonio agroalimentario, sus grandes creadores, sus escritores, sus destacados líderes, sus aportes al desarrollo social, económico, político y cultural de Mendoza, Argentina y América Latina.
Cuando la antigua Grecia fue a la Guerra de Troya, cada una de sus ciudades Estado tenía argumentos suficientes para fundamentar un papel dentro de una historia épica. Cada una se sentía orgullosa de sus líderes, sus dioses y sus soldados; Atenas y Esparta; Itaca y Creta; cada uno tenía algo especial para destacar. Por eso, la Guerra de Troya alcanzó la estatura del mito.
En Vendimia, ocurre algo parecido. Cada Departamento tiene motivos suficientes para afirmar su identidad, su orgullo y su carácter único. Sin embargo, estos temas están ausentes en las glosas que leen o improvisan los locutores; estos prefieren usar ese espacio para tratar temas triviales e intrascendentes.
Tenemos departamentos que han escrito páginas de la Historia Universal. Pensemos, por ejemplo, que San Carlos nos dio a José Néstor Lencinas, introductor de la legislación social en la Argentina; Luján nos entregó a Benito Marianetti, el más brillante legislador que tuvo Mendoza en su historia, y el más visionario analista y crítico de la vitivinicultura como herramienta estratégica de desarrollo de América Latina. Guaymallén nos dio a Armando Tejada Gómez, poeta mayor; San Rafael tuvo a Alfredo Bufano y a Valentín Bianchi, pionero de la viticultura argentina de calidad. Maipú tiene los palacios de Giol y Gargantini, actual Museo del Vino y la Vendimia. San Martín y Junin son las tierras que colonizó el Libertador, el cual elaboró allí sus vinos rosados. Las Heras alberga el Campo Histórico de Plumerillo y el Museo de Las Bóvedas de Uspallata, íntimamente ligados a las campañas de la libertad de América.
En Vendimia, vienen de todo el mundo a vernos. Y los visitantes no son idiotas. No les interesa saber si a la reina tal le gusta coleccionar cajas de fósforos ni que su color favorito es el violeta. En cambió si les hace sentido saber que los viticultores cuyanos contribuyeron a crear variedades nuevas, como el Torrontés, y que instalaron la frontera enológica del Malbec en la Cordillera de los Andes
La visibilización de la identidad de cada Departamento se hace no solo con palabras, sino también con artes plásticas, particularmente, los Carros Alegóricos. Si la reina es la embajadora cultural, el carro alegórico es la embajada, es decir, el espacio desde donde se representa un territorio, se lo valora y promueve. Los carros alegóricos de Vendimia son como los barcos de la armada griega ante la Sagrada Ilión. Cada uno de ellos forma una pieza indispensable, cargada de sentido, de tradición y de identidad. Cada una de ella libera las tropas de guerreros listos para desembarcar en las playas troyanas y cambiar el mundo.
Los carros alegóricos son espacios de importancia estratégica para promover las fortalezas de cada Departamento, principalmente su patrimonio agroalimentario. En esta edición 2019, los carros de Lavalle, Junín y Maipú lo lograron, al menos en parte. Pero la mayor parte de los carros alegóricos perdieron este rumbo; las figuras geométricas modernosas de San Carlos, poco tienen que ver con la capital de la tradición; el tomero de Guaymallen aparecía en un ambiente de grandes masas de agua, más cercano a un Poseidón que a un territorio semiárido como el de Mendoza; lo mismo puede decirse del carro de San Rafael, con sus inentendibles paños de lienzo.
Algunos tecnócratas tratar de explicar estos desatinos a partir de la necesidad de articular los carros alegóricos con el guión de la Fiesta Central, lo cual es un disparate: dada su calidad de Fiesta Antropológica, Vendimia se articula de abajo hacia arriba y no al revés. Por lo tanto, su diseño tributa a la identidad territorial de cada comunidad. No corresponde imponer un pie forzado desde arriba.
Junto con las glosas de los relatores y los diseños de los Carros Alegóricos, también puede mejorar la prensa. Sobre todo por la distribución de esos espacios. Actualmente, las reinas departamentales concentran más del 95% del interés y la atención de los medios, lo cual es desproporcionado; sería mejor incrementar la visibilización de los Carros Alegóricos y del patrimonio agroalimentario de cada Departamento, de modo tal, de promover la valoración de sus productos típicos locales, lo cual a su vez, va a impulsar su desarrollo.
Esto sirve también para los hacedores de políticas públicas. Por ejemplo, el Departamento de Lavalle se esfuerza por promover sus melones; pero todavía nadie se ha interesado en delimitar la Denominación de Origen de este producto, lo cual serviría para incrementar su valor de mercado. Lo mismo vale para los chivos de Malargüe, las cerezas del Valle de Uco, el vino rosado sanmartinano de la Zona Este, entre otros.
En resumidas cuentas, los ministros que circunstancialmente están a cargo de representar Vendimia pueden mejorar su trabajo, para lograr cada vez mayor sintonía con el alma profunda de Mendoza. Ayudará mucho en ello, la toma de consciencia de la naturaleza de este espectáculo, como Fiesta Antropológica, que se construye de abajo hacia arriba, desde el campesino hacia el poder central. Por eso, su carácter Sagrado, lo cual debe llevar a todos los involucrados a tratarla con la máxima delicadeza, tratando que las limitaciones y torpezas personales afecten lo menos posible esta obra de creación del alma profunda de Mendoza.
A pesar de esos aspectos perfectibles, Mendoza puede sentirse orgullosa de realizar una de las mejores fiestas del mundo. Y eso es obra, principalmente, de los artistas y su talento.
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