País de contrastes

La Argentina donde hay hambre y se tiran toneladas de comida

Mientras para el Observatorio de la Deuda Social unas tres millones de personas sufren de hambre en el país, al año se desperdician 16 toneladas de comida. El plan "Argentina contra el hambre" busca concretarse como una política de Estado, acompañada por otras acciones que unen ingenio y solidaridad

Rubén Valle
Rubén Valle miércoles, 18 de diciembre de 2019 · 06:52 hs
La Argentina donde hay hambre y se tiran toneladas de comida

La pelea contra el hambre tiene numerosas caras y una dolorosa contradicción: mientras millones de argentinos no comen, paralelamente se desperdician millones de toneladas de alimentos. 

Atentos a esta realidad, tres jóvenes inventaron una aplicación para evitar que se desperdicien los alimentos y que encima resulte un buen negocio. Saludable decisión considerando que al año en el país se tiran 16 millones de toneladas de comida, algo así como 38 kilos per cápita al año. 

Con un porcentaje de pobreza que en 2019 trepó al 40,8%, este cuadro resulta aún más inquietante. En este contexto, cobra otra significación el plan Argentina contra el hambre, impulsado por Alberto Fernández, quien desde el vamos lo definió como "la primera política de Estado del siglo XXI".

Esta acción incluye, entre otras, la entrega de 4 millones de tarjetas alimentarias que deberán destinarse únicamente para la compra de alimentos. En teoría, esto se complementa con el seguimiento de profesionales para que lo que se consuma esté acorde a las necesidades nutricionales básicas de chicos y grandes. 

Grietas y diferencias de lado, en algo todos coincidimos: es inmoral que haya tantas personas que no tengan para comer. Aquí o en Tombuctú. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, en América Latina se tiran 348.000 toneladas de alimentos por día, lo que representa un desperdicio de 127 millones de toneladas de alimentos al año.

Con un impacto económico, social y hasta ambiental, este flagrante desperdicio atraviesa toda la cadena agroalimentaria, desde la producción hasta el consumo final. Para alterar esta lógica, Santiago Guglielmetti (Logística y Comercio Internacional), Santiago López Silveyra (Finanzas) y Fernado Broggi (programador) lanzaron en abril de este año la app Winim, la cual ofrece a los comercios que se sumen un canal para que puedan vender el excedente de comida a un precio menor (entre 30 y 50% menos) antes que perderlo todo. 

Para el consumidor representa una opción más económica y de buena calidad, evitando de esta manera que el sobrante vaya a parar a la basura. En el mejor de los casos, hay comercios que avisan a organizaciones que van al rescate de la comida sobrente, como Plato lleno o el Banco de Alimentos, entre otros, y estos pasan a buscar esos alimentos que luego repartirán entre aquellos que más lo necesitan. 

El desperdicio de alimentos ya fue motivo de una conferencia específica en el Vaticano y una recurrente alerta mundial para que no se relativice esta mala praxis de consumo. Educación y solidaridad se revelan como dos puntas de un mismo camino para empezar a achicar la dolorosa brecha del hambre, flagelo que afecta según el Observatorio de la Deuda Social de la UCA a unos 3 millones de argentinos. 

El compromiso asumido por la actual gestión de gobierno nos incluye a todos. Si hay acuerdo en que hay que terminar con el hambre y el bolsillo de la mayoría ya no resiste más recortes, se impone ajustar ahí donde más privilegios sigue habiendo. El gasto político sigue siendo uno de los principales y de allí también debe surgir un gesto como el que se le pide al resto de los argentinos. 

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