¡Qué manera de chuparla!
Sí, así. Vamos chupando por la vida, mujeres y hombres, como buenos succionadores de raza. Pero todo lo que chupas te será negado tarde o temprano. Tetas de madre, tetas de novias, tetas de amantes, tetas de putas, tetrabrikes.

El mundo está llenos de madres. Eso lo sabe cualquiera que haya disfrutado de los brazos fraternos de la abuela o la tía o la hermana mayor. Pero lo que nos obtura y desconcierta es el destete –ese acto infame de la naturaleza y la cultura- que nos deja inválidos ante el mundo buscando qué carajo chupar. Chupamos. Vivimos chupando aunque más no sea simbólicamente.
Te Podría Interesar
Sí, así. Vamos chupando por la vida, mujeres y hombres, como buenos succionadores de raza. Pero todo lo que chupas te será negado tarde o temprano. Tetas de madre, tetas de novias, tetas de amantes, tetas de putas, tetrabrikes.
Adictos a las tetas conviven con su madre de por vida. Adictos al alcohol terminan sin hígado. Adictos al tabaco terminan sin dientes y sin pulmones. Y todo por chupar. Somos una famélica legión de chupadores. Y es por aquel temprano destete que seguimos la ruta de “los caminos del vino”, que no son otros que los caminos de la vida. La vida no es más que una buena teta hinchada de leche o de excitación, un falo turgente y endurecido como una piedra, o una botella de tinto.
Quien no chupa, o no mama, es porque no llora. Era más o menos así el tango. Chupamos cerebros y chupamos energía. La angustia es ese intersticio entre el chupar y no chupar. Y por eso chupamos, para calmar la angustia. Porque estamos hechos de angustia, porque la angustia nos antecede, como el lenguaje. Somos al fin hedonistas boquiabiertos.
Y de ahí, nace la cultura. Y de ahí inventamos las sopapas. Somos mucho más primitivos de lo que creemos. No faltará mucho hasta que aparezcan los Iphones o Blackberrys funcionando lingualmente. Blackberrys gusto a leche para los niños o gusto a Malbec para la dama y el caballero. Y diremos “a su salud” mientras posamos la lengua en la pantalla marcando un número de teléfono.
Quien no chupa, o no mama, es porque no llora. Era más o menos así el tango. Chupamos cerebros y chupamos energía. La angustia es ese intersticio entre el chupar y no chupar. Y por eso chupamos, para calmar la angustia. Porque estamos hechos de angustia, porque la angustia nos antecede, como el lenguaje. Somos al fin hedonistas boquiabiertos.
Y de ahí, nace la cultura. Y de ahí inventamos las sopapas. Somos mucho más primitivos de lo que creemos. No faltará mucho hasta que aparezcan los Iphones o Blackberrys funcionando lingualmente. Blackberrys gusto a leche para los niños o gusto a Malbec para la dama y el caballero. Y diremos “a su salud” mientras posamos la lengua en la pantalla marcando un número de teléfono.