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Participar y putear en el periodismo digital

La novedad en la provincia del periodismo digital trastocó los hábitos de lectores de noticias. Una herramienta que generó mayor participación del lector, quien además de informarse puede comentar las notas, discutirlas y… ¿putearlas?
Foto: Gerardo Gómez/ MDZ
Foto: Gerardo Gómez/ MDZ

La aparición de MDZ on line desde agosto de 2007 a esta parte, movió el avispero de los lectores de noticias. Del tradicional diario en soporte de papel, la tendencia nos indica, que los usuarios de Internet poco a poco incorporaron el hábito de la lectura de periódicos digitales. Esto motivó que otras empresas de comunicación en Mendoza también profundizaran el soporte digital en el marco de la lógica competencia del mercado comunicacional. Desde que apareció “nuestro diario on line”, el periodismo mendocino ya no es el mismo. Aunque otros medios y periodistas ni nombren al medio “públicamente”, por orden de sus directivos. Vaya paradoja, la indiferencia como condición de la construcción de la diferencia. Y eso es hoy MDZ, la construcción de la diferencia. Una diferencia amplia, plural y diversa. No es un portal “muchachos”. Es un diario.

Pero lo que nos llama en esta nota a la reflexión es el suceso que implicó el diario digital respecto de sus usos sociales. Mientras que en el tradicional diario de papel los lectores cumplen un papel más bien pasivo, en el soporte digital, por el contrario, se insta a su participación a través de un rol activo. Así es que, como todos ya lo habrán comprobado, cada lector puede opinar en cada una de las notas que ofrece el diario on line.

Esta herramienta de participación ciudadana, se inscribe en una tendencia general de las sociedades, donde la información ya no queda restringida a los especialistas sino que se difumina en la WEB, a innumerables lectores, en cualquier parte del mundo; “comprometiéndolos” en la noticia.

La figura del anonimato para los foristas es condición fundamental para una participación libre y sin ataduras. No obstante, hay lectores que se encargan claramente de burlar las reglas de convivencia democrática y de respeto por las ideas, atacando, muchas veces sin sentido alguno, a periodistas y foristas. ¿Es que no podemos tolerar opiniones e ideas contrarias a las nuestras? ¿Por qué abusar del anonimato malintencionadamente? ¿Se trata de un desahogo de aquellos que no tienen espacios de catarsis social y lo canalizan en los foros? ¿Será que la novedad genera un desacomodo tal de los hábitos de lectura pasiva, que para algunos, participar, implica gritar? Lentamente sabemos que la mayoría hoy participa haciendo un uso positivo de la herramienta. Por lo menos en MDZ esto se está notando en los tres años de vida del medio.

El periódico digital brinda una intervención más directa del lector/ciudadano en los discursos públicos que circulan en el medio; tanto para seleccionar contenidos como para producirlos. La tecnología digital “habilita” nuevas vías de expresión para el lector, al mismo tiempo que el periódico puede convertirse en un nodo de múltiples relaciones internas y externas para la exploración de contenidos. El concepto clave para estudiar cómo se articula esta relación entre lectores y el medio es el de interactividad.

Ante el fenómeno de agresión digital nos preguntamos si las injurias, vulgaridades, amenazas y consignas sectarias -que en otra época difícilmente habrían trascendido la mesa de la cocina o el baño, mientras se leía el diario- ¿no serán el precio del avance tecnológico? ¿Se trata acaso de hacer demagogia con los foristas que putean para que sigan interactuando? ¿Qué implica entonces “participar” en una comunidad de foristas?

Una herramienta como la que tenemos a mano, entendida en su más cabal sentido funcional, debe servir a los lectores y comentaristas para plantear puntos de vista, reflexiones e ideas para nuevas notas periodísticas. Es un feedback permanente entre el medio y el lector, quienes se retroalimentan, dignificando el concepto de participación. Los fascismos espontáneos, por derecha y por izquierda, le juegan una mala pasada a quienes toman la lectura como un canal de reflexión inteligente.