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Ricardo Gil Lavedra: "Era más fácil condenar a todos a prisión perpetua, pero no hubiésemos sido jueces"

A 40 años del Juicio a las Juntas, Ricardo Gil Lavedra repasa testimonios, presiones y decisiones legales que marcaron un momento decisivo para la democracia.

Ricardo Gil Lavedra fue juez del Juicio a las Juntas y ministro de Justicia en la presidencia de Fernando de la Rúa.

Ricardo Gil Lavedra fue juez del Juicio a las Juntas y ministro de Justicia en la presidencia de Fernando de la Rúa.

Ricardo Gil Lavedra fue el más joven de los jueces que integró el tribunal que juzgó a las Juntas Militares entre 1976 y 1983, como miembro de la Cámara Federal. A él, como a sus compañeros "astronautas" le tocó ser uno de los que hicieron justicia. A 40 años de aquella cita con la historia, el actual presidente del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal, dialogó con MDZ sobre aquellos largos meses del Juicio a las Juntas.

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Entrevista con Ricardo Gil Lavedra

- ¿Qué le viene a la mente cuando se habla del Juicio a las Juntas?

- Muchísimas imágenes. Por supuesto, la sala de audiencias, alguno de los testimonios y también muchas imágenes de la sala de acuerdos. Que es una habitación contigua a la sala de audiencias, que es donde se cocinó el Juicio, donde pasábamos horas y días discutiendo la organización del Juicio. Cuando pensamos en el Juicio, me vienen a la memoria, en tropel, muchos testimonios y también imágenes.

- ¿Cuál es el testimonio que a usted le quedó en el recuerdo?

- Me cuesta decir uno porque hay muchísimos testimonios. En cuatro meses tomamos 850 testigos y, muchos, terribles, desgarradores. El de Hipólito Solari Yrigoyen, el de Gladys Cuervo, el de Pablo Díaz, el de Claudio Tamburrini, por supuesto el de Adriana Calvo, que ha tenido muchísima popularidad.

- ¿En quien confió durante todo ese tiempo?

- Había una confianza recíproca entre los integrantes del tribunal. No hubiera sido posible llevar adelante una tarea tan compleja, de una presión tan intensa, si no hubiéramos confiado cada uno en nosotros. De ahí viene la metáfora de "los astronautas", de que, como los astronautas, estábamos en una nave espacial y dependíamos de lo que hiciera el otro. Teníamos que dispensarnos una confianza recíproca.

- Siendo testigos del horror, ¿cómo se evita emitir un juicio previo sobre los condenados?

- Por su puesto que cada uno de nosotros sabía o tenía, por lo menos conciencia, que durante la represión de terrorismo se habían cometido delitos, pero ninguno conocía cual era su alcance, su magnitud ni tampoco cual era la responsabilidad completa que tenían los comandantes. Por lo tanto, todo esto se fue conociendo durante el propio juicio, a partir de la prueba que se rindiera y que se pudiera acreditar que esto hubiera sido ordenado desde lo más alto del poder o no. Llegado el caso, que responsabilidad legal le cabía. Además, éramos conscientes de que era muy importante que se respetaran todas las reglas del debido proceso.

- Por qué garantizar el debido proceso a los que no lo garantizaron

- Porque estábamos en democracia. El Gobierno de la democracia es el Gobierno de la Ley, el Gobierno de los derechos. Yo creo que precisamente, a quienes no habían respetado la Ley había que hacerles un juicio como correspondía.

- ¿Hicieron Justicia?

- Sí. Generalmente hay que explicar esto. La represión ilegal en la Argentina terminó de repente en el año 1980. A partir de 1980 no hay más violaciones ilegales de libertad, ni secuestros. La última junta no tiene ningún hecho, por lo que están las absoluciones. Con respecto a las penas es porque el tribunal decidió que la responsabilidad era por armas, o sea que cada una de las armas responde por los hechos de sus subordinados y, además, cada comandante responde por los hechos que el imputó el fiscal, no por todos los hechos que ocurrieron, de lo contrario el juicio hubiera sido imposible. Por lo tanto, cuando llegó la hora de graduar la pena, uno para cada uno tenía que ver que hechos le habían quedado. Por eso muchos no tienen homicidios, tenían privaciones ilegítimas de libertad y algunos muy poquitos, porque la presencia cuando uno lo mira por armas, la responsabilidad de la Fuerza Aérea es mínima. Con lo cual, era más fácil condenar a todos a prisión perpetua, pero no hubiésemos sido jueces, no hubiéramos aplicado la ley de acuerdo a los hechos probados para cada uno en la causa.