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Liberales vs. libertarios: libertad con ley o libertad sin ley

Distingue liberalismo de libertarismo: el primero limita el poder con instituciones; el segundo las soslaya. Argentina necesita alternativa liberal ya

Presidente Javier Milei

Presidente Javier Milei

Captura de video.

En el debate público argentino, los términos libertarios y liberales se utilizan con frecuencia como si fueran equivalentes. Sin embargo, entre ambos existe una diferencia sustancial que no solo es teórica, sino también práctica y moral. Distinguirlos es clave para comprender qué tipo de sociedad queremos construir.

El liberalismo nació como una reacción contra las monarquías absolutas. Mucho ha cambiado desde el siglo XVIII y muchas son sus vertientes, pero sigue teniendo como objetivo evitar la concentración del poder y favorecer la autonomía individual. Defiende la libertad de las personas, pero dentro de un marco institucional que garantice la convivencia, la justicia y la igualdad ante la ley. Para el liberal, el Estado no es un enemigo, sino una herramienta indispensable que debe ser limitada y controlada, para que sirva a los individuos y no los aplaste. Es el que asegura el imperio de la ley, la educación pública, la seguridad y las condiciones para que cada ciudadano pueda prosperar sin privilegios ni tutelas. El liberalismo supone un delicado equilibrio entre los individuos y el Estado. John Locke, John Stuart Mill y Juan B. Alberdi, entre otros, pensaron en ese equilibrio: libertad sí, pero dentro de un orden jurídico sólido.

El libertarismo, en cambio, lleva la desconfianza hacia el Estado a un extremo casi absoluto. Postula que toda intervención estatal es una intromisión indebida y que la libertad solo existe cuando el individuo se desliga de cualquier poder colectivo. En su forma más pura, el libertarismo desdibuja la noción de bien común y sustituye la república por un archipiélago de voluntades individuales. Es una utopía de libertad total, pero desprovista de instituciones que la sostengan.

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Presidente Javier  Milei y José Luis Espert, en otros tiempos no muy lejanos.

Presidente Javier Milei y José Luis Espert, en otros tiempos no muy lejanos.

El liberalismo, en definitiva, busca una sociedad libre bajo la ley; el libertarismo, una libertad sin ley. El primero construye repúblicas; el segundo, si se exagera, puede terminar erosionándolas.

¿Qué podemos decir de los libertarios argentinos?

Si tomamos como figura emblemática a la de nuestro actual presidente, Javier Milei, dejo a los politólogos que analicen si su prédica y su actuación corresponden al ideal libertario o no, pero lo que no debería admitir mayores dudas es que no nos encontramos en presencia de un liberal, sino más bien de un populista de derecha.

En efecto, todos los límites institucionales le resultan un obstáculo impuesto por quienes quieren limitar la voluntad popular, que solo él encarna. El Congreso es un “nido de ratas”. Por eso, legisla mediante decretos de necesidad y urgencia (para saltear a ese nido), en casi todos los casos sin necesidad ni urgencia, y cuando el Congreso legisla por su cuenta recure al veto. Ahora sus voceros han anunciado que vetará, si se convierte en ley, un proyecto destinado a adecuar la ley 26122, que regula la intervención del poder legislativo luego de dictados decretos de carácter legislativo, a lo que impone la Constitución, que solo permite el recurso a ese instrumento en casos absolutamente excepcionales. Es decir, pretende ser el único legislador. Solo le falta impulsar una reforma constitucional que suprima al Congreso. Pero con sus decretos y sus vetos obtiene el mismo resultado. La idea de separación de los poderes, clave de bóveda del republicanismo y el liberalismo, le parece una estupidez propia de los “ñoños republicanos”.

También el periodismo, fundamental en las democracias liberales avanzadas, es su enemigo. No se anda con chiquitas: proclama que no se odia lo suficiente a los periodistas. ¿Qué liberal haría semejante afirmación?

Otro aspecto que delata su condición iliberal es su marcado dogmatismo. El verdadero liberal tiene una mente abierta, es no solo tolerante con las opiniones ajenas, sino que las valora como un imprescindible enriquecimiento del debate público y está siempre dispuesto a modificar sus opiniones. Jamás sostiene que quien profesa otras ideas lo hace por ser un inmoral, un delincuente, un ensobrado o por carecer de un mínimo coeficiente intelectual.

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Karina Milei, secretaria general de la presidencia.

Karina Milei, secretaria general de la presidencia.

Porque la Argentina necesita más liberalismo

Es necesario confrontar -con razones, sin insultos ni golpes bajos- el concepto de que Milei es liberal. Y presentar una alternativa genuinamente liberal, plural y alejada de todo mesianismo.

En tiempos de confusión ideológica, conviene recordar que la verdadera libertad necesita límites institucionales, porque sin ley no hay ciudadanía, y sin república no hay libertad duradera.

* Dr. Jorge R. Enríquez, exdiputado nacional – Presidente de la Asociación Civil JUSTA CAUSA

Mail: [email protected]

X: @enriquezjorge

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