León Arslanian: "Una democracia fuerte es el gran triunfo que celebramos a los 40 años del Juicio a las Juntas"
Cuarenta años después de la sentencia que pasó a la historia, León Arslanian recuerda junto a MDZ el día en que un tribunal civil hizo justicia y condenó a las juntas militares que sembraron el terror en la Argentina.
León Arslanian en su estudio jurídico, donde recibió a MDZ por los 40 años de la sentencia del Juicio a las Juntas.
MDZ/Santiago AulicinoHay fechas y sucesos que tienen la singularidad y la potencia de transformarse en memoria, de grabar la identidad de una sociedad, de hacer historia. El Juicio a las Juntas fue uno de esos momentos. Por eso hoy, 40 años después, MDZ entrevistó a León Arslanian, el presidente del tribunal civil que, en un hecho inédito para la historia mundial, juzgó y condenó a las cúpulas militares que habían sembrado el terror en la Argentina entre 1976 y 1983.
"Tenemos una democracia realmente saludable, fuerte, respetada, en donde las libertades esenciales están protegidas. Esto es el gran triunfo que deberíamos pensar que celebramos a los 40 años", subrayó Arslanian al recordar los vaivenes del proceso y su legado.
Te Podría Interesar
No fue un camino excento de dudas y temores. "Había peligros que acechaban", explicó el exjuez federal, que describió un clima de época marcado por una democracia todavía endeble, una opinión pública dividida y una sensación de estar solos, ellos y su misión.
Desde el rol de la Conadep y el impulso del Gobierno de Raúl Alfonsín hasta el punto de inflexión que marcó la difusión de los testimonios o los debates internos de seis jueces que se abroquelaron en un equipo macizo para hacer justicia, Arslanian repasó los nudos centrales de uno de los hitos fundacionales de la nueva democracia argentina.
La entrevista completa a León Arslanián
Un juicio que "se les vino encima"
- Cuando Raúl Alfonsín decide iniciar el juicio a las juntas, le encarga esa tarea a los propios tribunales militares. ¿Ustedes esperaban que el juicio pudiera caer en sus manos?
- Las cosas se precipitaron de una manera tal que nada en principio resultaba previsible. Sí sabíamos que, de acuerdo a promesas electorales del presidente, su voluntad era la de llevar adelante un juicio y un castigo respecto de quienes habían cometido delitos gravísimos durante la represión contra la subversión. Eso se distinguía de la propuesta de Ítalo Luder, que chocaba con la Constitución Nacional porque se trataba de una autoamnistía absolutamente inválida que habían dictado los militares. En función de eso, de las expectativas y de la velocidad con que empezó a tomar decisiones, se nos vino todo encima.
- Describe ese proceso como vertiginoso, ¿por qué?
- Fueron muy pocos los días que se sucedieron entre que recibimos el ofrecimiento de integrar ese tribunal y se fueron instrumentando las distintas decisiones escalonadas que permitieron que el juicio se llevara a cabo. Primero, una decisión nodal, que fue la del juzgamiento de quienes actuaron como victimarios y de los que resultaron víctimas o sus familiares. Y esto se tradujo en dos decretos, el 157 y el 158. Ellos preveían el juzgamiento de las cúpulas militares y de las cúpulas guerrilleras. Hay un día de diferencia entre estas decisiones y se suceden una gran cantidad de circunstancias, como por ejemplo la creación de la Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas que dio lugar al famoso informe de la Conadep. Un informe que tuvo un valor extraordinario por las cosas que logró revelar y por el uso que después se hizo de toda esa información.
La conformación del tribunal
- En general los tribunales están compuestos por tres jueces. Sin embargo, en el juicio a las juntas se unificaron dos salas y fueron seis. ¿Por qué? ¿Había alguna expectativa formar parte de un juicio histórico?
- En primer lugar, hubo una decisión por parte de Alfonsín para que los militares fuesen juzgados por tribunales militares por el Código de Justicia Militar, que preveía a la sazón órganos predispuestos con jurisdicción para llevar adelante juicios por actos de servicio. Los militares obviamente que recababan para sí el “juez natural”, que en realidad es el de la Constitución Nacional. Pero ellos invocaban mucho la circunstancia de que todos los hechos que se les atribuían eran fruto de órdenes que ellas estaban cumpliendo y órdenes que habían recibido y que en consecuencia tenían las características o la calidad de actos de servicio.
- Se vencen los plazos, ellos no avanzan y la causa pasa a lo civil.
- Contestando a tu pregunta de por qué dos salas y no una sola. Dado que se daba un fenómeno muy peculiar, como era juzgar a los militares por hechos para nosotros comunes, queríamos darle más jurisdicción al tribunal que iba a decidir. Nosotros éramos seis, podía ser cualquiera de las dos salas, pero pensamos: "Tenemos un consejo supremo multitudinario, tenemos distintas instancias donde intervienen factores militares y yo creo que está bien que que todos juntos nos pongamos de acuerdo en trabajar en común y llevar adelante este este juicio".
Los obstáculos del tribunal militar y la decisión de dar un paso al frente
- ¿Esperaban que su papel tomara la dimensión que finalmente tuvo?
- No sabíamos el grado de participación que íbamos a tener. Al principio sabíamos que íbamos a tener una competencia de apelación. Íbamos a revisar el fallo dictado por el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Hasta ahí era el límite que nos estaba imponiendo el Código de Justicia Militar que se estaba reformando en ese momento en simultáneo en el Congreso con una enorme participación de todos los sectores. Hubo una reforma que fue superadora, por así decir, que consistió en que el Consejo Supremo iba a tener un tiempo para poder emitir una opinión y juzgar a los militares imputados y la Cámara debía controlar que esos tiempos no se dilataran y no se frustrara de esa manera los fines del proceso.
- Lo que terminó sucediendo.
- La consigna frustratoria estaba de alguna manera impregnándose en los papeles que manejaba el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas. Cuando nosotros lo advertimos, los intimamos, pedimos que nos mandaran las actuaciones para verificar cuál era el grado de la investigación, que cosas habían investigado. Y nos llevamos una sorpresa con que no habían investigado nada y que lo que habían hecho era juntar papeles, artículos periodísticos, fotografías, etcétera, de los hechos cometidos por la insurgencia.
- Fue entonces cuando ustedes intercedieron.
Ellos tenían la decisión de que antes de juzgar a los militares por los hechos que se les atribuían, que para ellos eran actos legales lícitos, había que investigara a los que fueron la causa de la represión, la subversión. Cuando advertimos que tenían este sesgo, que se estaban desviando y que el propósito era distinto, nosotros, con la facultad que nos daba la reforma hecha al Código de Justicia Militar, asumimos la competencia, detraímos del conocimiento que el Consejo Supremo y la capacidad de juzgar los hechos y nos hicimos cargo de la investigación.
Los peligros que acechaban
- ¿Cómo fue el momento en el que usted le dice a su familia y sus amigos “voy a formar parte del tribunal que tiene que juzgar a Videla, Massera y compañía”?
- Era una época muy, muy difícil. Primero porque teníamos una opinión pública dividida. La opinión pública en realidad por entonces no era celebratoria de los planes de Alfonsín. Una parte importante, que justamente votó al candidato Luder, tenía la la mirada de “bueno, son hechos terribles, está todo muy bien, reconocemos eso, pero dejemos el pasado atrás y avancemos hacia adelante". Toda una mirada justificatoria y tendiente a eludir un juicio contra los militares.
- Además, imagino un temor a represalias futuras. La democracia todavía era muy endeble. No se sabía si iba a continuar en el tiempo.
- Si, había peligros que acechaban. Uno y principal, que este no era un problema realmente de cumplir con una orden que daba un presidente, si no un poco más. El problema era conseguir que la opinión pública entendiese cuál era la necesidad, la conveniencia y el deber moral ético de poder juzgar. Porque si no, nos sentíamos un poco solos nosotros. Teníamos incertidumbre. ¿Y nosotros qué hacemos con esto? ¿Y si todo esto después no se cumple, no se respeta? En un país que no está acostumbrado de ninguna manera el respeto por la ley.
- ¿En ese contexto de fragilidad democrática, cuánto pesó la figura de Alfonsín y su decisión de avanzar con el juicio?
- Admirábamos la actitud del presidente Alfonsín. Había en él una determinación muy fuerte de restablecer el principio de legalidad en la República Argentina, las bases de una República y fortalecer las bases de un Estado de Derecho. Obviamente todo esto en realidad, visto desde las decisiones que el presidente iba tomando, daban sentido a sus propuestas y a sus manifestaciones públicas. Se advertía que había un compromiso en serio, que no era una chantada. Se fue avanzando a partir de que nosotros asumimos el control del expediente y nos abocamos y empezamos a juzgar, etcétera. La opinión pública fue girando, y fue tomando una posición más amigable con el juicio.
El punto de inflexión: los testimonios y el giro de la opinión pública
- Un juicio que fue oral y público, a la vista de todos.
- Claro, un punto de inflexión extraordinario. Cuando empezamos el juicio propiamente dicho fue como si se corriese el telón de un escenario y se viera en vivo los dramas personales a los que quienes representaban esa tragedia estaban refiriendo. El primer testimonio fue el de Calvo de Laborde, fue la verdad durísimo.
- Cuentan que cuando da su testimonio, fue tan contundente que ni la Fiscalía ni la defensa le hizo ninguna pregunta. Quedaron todos sin palabras.
- Sí, es cierto. Con cierta emotividad, porque nos llegó. A esa altura del partido nosotros ya sabíamos que no era una fabulación la represión. Sabíamos que la había habido, estaba muy llena de casos y de denuncias que habíamos ido recolectando del resto del país para tener todo unificado. Y ahí ya teníamos la noticia de cuál había sido el plan trazado por las Fuerzas Armadas. Con lo cual el relato de Calvo de Laborde cerraba perfectamente bien. Era eso era aquello que nosotros estábamos viendo en las miles.
- Sin embargo, que te lo cuenten en la cara debe ser impactante.
- Era una víctima súper doliente. Ese es el punto de inflexión. A partir de ahí la opinión pública cambia radicalmente y empieza a tener una mirada distinta. Empieza a haber una voz de demanda de verdad y justicia, que insufla las peticiones y las presentaciones de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, hijos de víctimas de los hechos de represión, etcétera. Hubo una hipérbole que de alguna manera no solamente nos llevó una tranquilidad para hacer nuestro trabajo, sino que mostró la firmeza de una vía correctamente elegida.
- Cuenta Luis Moreno Ocampo que había un cierto temor de parte de los testigos de salir a brindar su testimonio porque todavía había primaba a nivel social esa idea de "algo habrán hecho", algo en lo que se focalizó la defensa. Algunas organizaciones de DD.HH. cuestionaron ese hostigamiento y corrimiento del eje, ¿cómo lo vivieron ustedes?
- En realidad lo vivimos como un debate, fundamentalmente. Estamos trabajando con hechos históricos, con lo cual había una etapa heurística que hacía que tuviésemos la necesidad de verificar cada una de las cosas que se decían para ver el peso de verdad. En esa labor heurística, como digo, no hacíamos más que ratificar o de alguna manera reafirmar las denuncias y los hechos.
El equipo de astronautas
- En estos momentos que se sentían tan solos, ¿cómo fue la relación entre los propios miembros del tribunal? Ricardo Gil Lavedra habla de como si fuera un equipo de astronautas.
- Está muy bien el título que usó Ricardo Gil Lavedra, porque se selló entre nosotros una amistad pétrea. Ricardo Gil y D’Alessio éramos tres muy amigos que además teníamos el mismo perfil y pensábamos de manera muy parecida, pero el problema es un tema de escolástica. Cuando nosotros tomamos este trabajo, veníamos con una formación de dogmática penal muy importante. Veníamos estudiando las distintas corrientes interpretativa de la ley penal argentina y nos sumábamos en debates e íbamos tomando posición respecto de la escuela alemana o la española, etcétera.
- ¿Debatían mucho durante el juicio?
- Sí claro, discutíamos, porque siempre hay una mirada posible distinta. Pero nosotros nos propusimos de entrada producir un veredicto dictado por unanimidad. Primero y principal, porque todos nosotros no tuvimos la más mínima duda en admitir que los hechos eran tal cual se estaban presentando durante las etapas probatorias que además estaban reflejados en el Nunca Más de la Conadep. A partir de esa sólida creencia y de la necesidad que teníamos de tener un juicio justo, se conformó un macizo.
Una pizzería y la servilleta más pesada de la historia
- Hay una anécdota que cuenta que el día que tenían que definir las penas, se juntan en una pizzería cerca de Tribunales y anotan en una servilleta lo que decide cada uno. ¿Fue realmente así o hay un poco de folclore?
- La verdad. Eso fue un domingo y el lunes emitíamos el veredicto, estábamos sobre la hora. Obviamente que el tema de la responsabilidad de cada persona y de la pena eventual que entreveíamos fue un tema de discusión durante mucho tiempo. No menos de 30 días. Y llegamos de alguna manera a un punto. Digo de alguna manera porque esto no terminaba de dejar de moverse. ¿Estas son las penas que queremos poner? Efectivamente. Pero pasaban dos o tres días y otra vez se empezaba con distintas opiniones que de alguna manera ponían en entredicho lo que ya se había resuelto.
- ¿Qué era lo que provocaba que fuera tan difícil? ¿Cuáles eran esas posiciones encontradas?
- Por ejemplo, cómo se podía calificar la grabación de los hechos, las circunstancias agravantes del código Penal y penas en función de lo que nosotros habíamos visto y de la impresión particular que teníamos acerca del grado de responsabilidad de cada uno.
- La fibra personal jugó un papel importante.
-Sí, claro, pero además remitía a un problema más complejo todavía, que era ¿cómo se aprecia esta responsabilidad? ¿Son todos responsables? ¿Las tres Fuerzas Armadas y sus intervinientes tienen el mismo grado de responsabilidad o no? Lo primero que hicimos, y muy al principio, fue decir "cuidado, acá la responsabilidad no es por junta militar, ha sido una responsabilidad por fuerza". Osea que el Ejército tomó una decisión a través de su Estado Mayor general, la Armada, lo mismo y la Fuerza Aérea lo mismo.
- Es decir, veían cierta independencia en el funcionamiento de cada rama.
- Claro, eso obligaba a que uno discriminar un poco más qué fuerza es la que más ha tenido intervención en todo esto. Rápidamente llegamos a la conclusión de que la responsabilidad primaria la tenía el Ejército. Primero por su organización y el despliegue en todo el territorio de la República Argentina, una fuerza vasta, muy organizada. En segundo lugar, porque el Ejército asumió la responsabilidad y la supeditación del resto de las fuerzas de seguridad que quedaron afectadas a la represión: la Policía Federal, las policías provinciales, la Policía aeronáutica, la Gendarmería, la Prefectura etcétera. Esto ya marcaba una situación que permitía diferenciar.
- Entonces llegamos ese domingo, estamos en la pizzería…
- Ya estaba todo resuelto y a alguien se le ocurre que quiere hacer una acotación sobre la cuestión. Yo agarré una servilleta, escribí rápidamente la decisión que teníamos cada uno de nosotros y que conformaba el veredicto y le dije firmen acá. Acá no se modifica absolutamente nada. Lo que tenemos que resolver está resuelto. Acá vinimos a comer una pizza y a distendernos para seguir con la tarea.
¿Hicieron justicia?
- Jorge Rafael Videla, perpetua; Emilio Eduardo Massera, perpetua; Roberto Eduardo Viola 17 años; Armando Lambruschini, 8 años; Orlando Ramón Agosti, 4 años y seis meses. Graffigna, Lami Dozo, Galtieri y Anaya, absueltos. ¿Hicieron justicia?
- Sí, estamos seguros de eso. Marcamos las diferencias que surgían de la investigación, de la adjudicación de los hechos, de las responsabilidades. Y a mí me parece que el juicio ha tenido un consenso público importante, basta ver esta celebración de los 40 años la fuerza que ha tenido. Yo en mi vida había pensado que nos iban a premiar con doctorado honoris causa en varias de las universidades nacionales argentinas. Eso ocurrió y sigue ocurriendo y sigue encendido el interés público y de quienes no satisfechos con el resultado de la sentencia, buscan el obtener más pruebas para poder seguir investigando.
- ¿En algún momento de todo el proceso debatían entre ustedes o hacia adentro si estaban siendo incluso demasiado justos con los acusados cuando estamos hablando de crímenes aberrantes como puede ser violaciones, torturas, desapariciones?
- Sí, tuvimos una deliberación sobre cuál era la postura como jueces profesionales que debíamos adoptar frente a las características institucionales de todo esto. Primero y principal, porque se presentaba el fenómeno de que estaba interviniendo en el juicio un Tribunal Militar. En segundo lugar, estábamos sometidos también a una suerte de observación y de crítica de las organizaciones de derechos humanos, cuyas pretensiones particulares, como no podía ser de otra manera, eran exorbitantes y no discriminatorias en el sentido que nosotros deseábamos que fuera. Entonces, nos quedó claro que íbamos a aplicar la ley tal cual regía para el juzgamiento de cualquier persona en Argentina a la época en que los hechos de represión se cometieron para dar seguridad y certeza. Punto dos, discriminar el quién es quién y la responsabilidad que le cupo a cada fuerza que operó.
- ¿Qué diferencias sustanciales encontraron entre cada fuerza?
- Nos criticaron muchísimo la pena de Agosti porque se presumía que eso era pura lenidad, pero no advirtieron ni sabían que la Fuerza Aérea casi no tenía casos o la escasísima intervención militar que tuvo la Aeronáutica, con muy poca gente implicada para cometer los hechos y ningún desaparecido hasta ahí. Entonces dijimos "está claro que esta situación no podemos compararla con el ejército". Empezamos a enumerar la cantidad de las fuerzas de seguridad bajo su mando, los lugares clandestinos de detención que tenían pululaban y los pozos donde quemaban a las personas...era todo dantesco. Era un escenario distinto, en orden de las responsabilidades. Y después la Armada un desastre. Esto es una opinión personal, pero a diferencia del ejército, en donde no se veía algún interés de tipo particular, personal, político de sacar provecho, en el caso de la Armada fue muy distinto. Se generó allí un fuerte liderazgo con objetivos políticos que perseguían vinculados a la captura o mantenimiento del poder.
El juicio que consolidó la democracia y sus repercusiones
- Fue un juicio que tuvo repercusión a nivel global, único en su historia. Incluso las comparaciones con el Juicio de Nuremberg tienen diferencias por sus características muy notables. Aquí fueron tribunales civiles juzgando a los autores de estos crímenes.
- Y sin respetar ningún principio legal, porque ellos (Nuremberg) no respetaron, por ejemplo, la ley anterior al hecho del delito, que era una garantía constitucional occidental. Y sin embargo, nada de eso tuvieron en consideración.
¿Y qué condiciones había en Argentina que permitieron que se llevara a cabo un hecho tan singular como este juicio?
- Seis golpes militares hubo en Argentina y de una intensidad creciente. El golpe de Onganía fue una catástrofe desde el punto de vista de la pérdida de capital humano. Profesores ilustres científicos, matemáticos, gente de primer nivel que fue acogida en distintos países del mundo por su sapiencia, por su capacidad, por su su trayectoria, etcétera. Esto es algo realmente que hay que tener muy en cuenta y el daño que se le hizo después a la educación. Era un golpe católico nacionalista extremo y mostraba un precedente que no se iba a ir. No estaba agotado, podía llegar a tener otros frutos y fue así. Es muy difícil omitir en la explicación y en la causalidad del golpe el 76 lo que pasó en el gobierno de Onganía.
- ¿El juicio a las Juntas vino de alguna manera a consolidar esa democracia que necesitaba dejar atrás todo ese proceso?
Absolutamente. Y este fue el gran triunfo de Alfonsín, porque tenemos una democracia realmente saludable, fuerte, respetada, firme, en donde las libertades esenciales están protegidas, los derechos fundamentales. Esto es el gran triunfo que deberíamos pensar que celebramos a los 40 años.
- ¿Ha vuelto a ver el juicio en alguna vez o alguna parte?
Muchas veces, claro. Pedazos. Nosotros llevamos a Noruega para protegerlos de lo que podría pasar los carretes que contenían la grabación del juicio. Los seis fuimos recibidos por el Parlamento noruego. Aceptaron la documentación y la guardaron junto a la Constitución histórica de Noruega. El Parlamento nos recibió de pie en un aplauso extraordinario y quedó consagrado el valor que la civilización occidental le daba a nuestra respuesta.
El negacionismo y la memoria, 40 años después
- Hoy en día, argumentos como los que esgrimían los militares como que todo se trató de una guerra donde se cometieron excesos se siguen escuchando, lo contrario a lo demostrado en el juicio. ¿Qué le produce el resurgir de esas afirmaciones?
- Que cada vez son menos y más débiles los puntos de vista que se pretenden imponer.
- Esos argumentos se dicen desde algunos lugares de poder.
- Sí, efectivamente, pero no es lo que cree ni lo que siente ni lo que ha vivido ni lo que se puede leer por parte de toda la ciudadanía, los estudiantes, etcétera. Esto fue un juicio con todas las de la ley, respetando todos los principios y garantías. Y sobre todas las cosas, no fue Nuremberg, porque Nuremberg no tuvo una ley previa, sino que se manejó con un estatuto, con gente iletrada y desconocedora del derecho, manejada por representantes de las fuerzas triunfales militares. Nada que ver con esto. Este fue un juicio, como se hace en un verdadero Estado de derecho.
