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Javier Milei: la fragilidad y pobreza política detrás del show

El espectáculo mediático de Javier Milei oculta una realidad política frágil y un modelo de gestión que aún no logra consolidarse.

Presidente Javier Milei.

Presidente Javier Milei.

Archivo MDZ

En política, la pobreza no siempre se mide en indicadores sociales. También existe una pobreza política: aquella que se revela en la falta de herramientas para construir consensos, en la incapacidad para conducir con grandeza y en la contradicción permanente entre lo que se promete y lo que se ejecuta. Esa es la pobreza que exhibe el presidente Javier Milei.

Desde su llegada al poder, Milei confundió liderazgo con espectáculo. Redujo la política a un escenario de gritos, memes y sobreactuación, tanto en el plano económico como en el institucional. Donde se requería diálogo, eligió la confrontación. Donde debía ofrecer certezas, cultivó la improvisación. Y donde hacía falta empatía, mostró una gestualidad desbordada, incapaz de controlar incluso sus propias emociones.

La historia de los grandes líderes enseña otra cosa. Luiz Inácio “Lula” da Silva, por ejemplo, comprendió que para transformar Brasil necesitaba tender puentes incluso con sectores que le habían sido adversos. Lula no renunció a sus convicciones, pero entendió que la política se construye sobre el arte de persuadir, no de destruir. Milei, en cambio, se enorgullece de dinamitar los puentes: alardea de no necesitar a nadie, mientras se va aislando tanto en el frente interno como en la escena internacional.

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Presidente Javier Milei.

Presidente Javier Milei.

Las contradicciones son el sello de su gobierno. Prometió “no tocar un peso en educación y salud”, pero el presupuesto que envió al Congreso recorta el financiamiento universitario y reduce el gasto educativo a niveles extremos, castiga a los trabajadores de Garrahan y reduce el gasto en salud de manera abrupta. Aseguró que no iba a subir impuestos, pero reimplantó el IVA a los productos de la canasta básica, que beneficiaba a jubilados y beneficiarios de la AUH. Restituyo el impuesto a las ganancias a los trabajadores, aumento varias veces el impuesto a los combustibles líquidos que impacta en el precio de la nafta, ni hablar de los aumentos desmedidos en los servicios de luz, gas, agua y transporte público. Juró que jamás pactaría con “la casta política”, pero “negocia” con los mismos gobernadores a los que insultaba en campaña.

La corrupción también atraviesa su gestión

Javier Milei había prometido que sería inflexible frente a cualquier irregularidad, sin importar de dónde viniera. Sin embargo, su propia hermana –a quien él mismo define como “el Jefe” del espacio– apareció mencionada en audios donde se reclamaban retornos a prestadores vinculados a la atención de personas con discapacidad. Un episodio que no solo exhibe hipocresía, sino que hiere a uno de los sectores más vulnerables de la sociedad.

En el plano internacional, Milei despliega una sobreactuación que contrasta con su altanería doméstica. Su reciente visita a Donald Trump mostró un presidente dispuesto a la genuflexión, exagerando gestos de sumisión para conseguir auxilio financiero. La imagen de un mandatario argentino mendigando favores personales revela más debilidad que estrategia, y erosiona la seriedad de la política exterior del país. La dependencia política y económica que generó en su última visita a Trump bloquea la libertad que tanto pregona.

La pobreza política de Milei no reside solo en la contradicción entre sus palabras y sus actos, sino en su incapacidad para generar un horizonte. La política no es un ring ni una tribuna: es el espacio donde se definen rumbos colectivos. Y un presidente que gobierna a fuerza de insultos, improvisaciones y contradicciones transmite, más que autoridad, una peligrosa fragilidad.

La Argentina no necesita un showman. Necesita un estadista. La sobreactuación de Milei podrá dar titulares, pero no resuelve el terrible endeudamiento, no genera empleo, no promociona la industria nacional, no construye desarrollo y no genera confianza. Por el contrario, amplifica la sensación de que el país se encuentra a la deriva, atrapado en un gobierno que parece disfrutar más de la confrontación que de la solución de problemas.

En definitiva, Milei llegó al poder prometiendo riqueza de ideas y valentía transformadora. Hoy ofrece apenas pobreza política: carencia de diálogo, déficit de empatía, abundancia de contradicciones. El resultado es un país que retrocede en institucionalidad como en calidad de vida de sus habitantes, y asiste perplejo al espectáculo de un presidente atrapado en su propio personaje.

* Víctor José Colombano. Dirigente del NEP. Congresal Metropolitano y Nacional PJ