Forma y contenido: claves de la democracia en medio de la incertidumbre
La tensión política entre forma y contenido refleja los desafíos de la democracia actual, donde el debate se redefine en medio de la incertidumbre.

El Estado de Derecho, sin el cual la democracia es autoritaria, se nutre de formas.
Archivo MDZSe discute un tema, vigente en la teoría y la praxis política, acerca de si debe prevalecer, la forma o el contenido. ¿Debe priorizarse el fondo, aquello que se busca lograr, o el modo en que se alcanza ese objetivo? Este dilema atraviesa cuestiones de la vida de la democracia: desde cómo se dictan las leyes hasta cómo se gobierna.
La forma suele identificarse con el procedimiento: las reglas de juego, las instituciones, los límites legales, los pasos establecidos. El contenido remite a la finalidad, a lo sustantivo: los derechos que se reconocen, las políticas que se implementan, las decisiones que se toman. En contextos autoritarios, la forma es prescindible. Lo único que importa es la voluntad del poder. Pero en democracia, la forma es esencial, no como un corsé, sino como una garantía. Porque las formas estructuran la convivencia y limitan la arbitrariedad.
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Decía Carlos Nino que la democracia no es solo una técnica de selección de autoridades, sino una forma de vida fundada en el respeto recíproco. Y ese respeto se encarna en procedimientos, formas deliberativas, métodos que evitan la imposición unilateral. No se trata de caer en un formalismo estéril, donde lo procedimental eclipse lo sustantivo. Pero tampoco puede sostenerse que el fin justifica los medios. El contenido no puede validarse si la forma que lo expresa es ilegítima. No basta con tener buenas intenciones: también importa cómo se las realiza.
En tiempos de crisis institucional o polarización, la tentación de sacrificar la forma para “salvar el contenido” es fuerte. Gobiernos que gobiernan por decreto, poderes que se solapan, debates que se omiten “por urgencia” o “por el bien común”. Pero esos atajos erosionan la legitimidad democrática. Lo que empieza como excepción, termina como norma.
Por eso es crucial comprender que forma y contenido no se excluyen, sino que se complementan. Una ley justa dictada sin debate ni procedimiento puede ser ineficaz o rechazada. Una política popular implementada sin controles puede devenir autoritaria. La forma no es enemiga del fondo: es su vehículo más noble.
El Estado de Derecho, sin el cual la democracia es autoritaria, se nutre de formas. La separación de poderes es una forma de organización del poder destinada a impedir el absolutismo. En materia judicial, los juicios deben seguir escrupulosamente ciertos procedimientos. Y cuanto más grave sea el eventual resultado de un juicio, más se exige que se respeten tales formas, como en el ámbito penal. Son las garantías que permiten que la verdad procesal se acerque lo más posible a la verdad real.
El actual gobierno nacional suele expresar cierto desdén por las formas. Aquellos que las consideran imprescindibles son rápidamente descalificados como “ñoños republicanos”. Es un fenómeno que se da hoy en muchas partes del mundo, aún en aquellos países que solíamos mencionar como ejemplos de sólida institucionalidad, como los Estados Unidos. Los “hombres fuertes” se sienten liberados de obrar con los límites de las formas. Muchas personas aplauden este ejercicio del decisionismo cuando favorece las políticas que estiman adecuadas. Sin embargo, no advierten que de tal manera abren el camino para que gobiernos de signos ideológicos opuestos actúen igual.
Cuando eso ocurra, ya será tarde para las lágrimas. Un ejemplo muy ilustrativo es el abuso de los decretos de necesidad y urgencia. Quien está en la oposición se desgarra las vestiduras por esa falta de republicanismo que importa ignorar el carácter absolutamente restrictivo con que la Constitución los admite; ya en el gobierno, descubre que esas facultades legislativas “están” en la Constitución.
En definitiva, no hay verdadera democracia si no se respetan las formas que le dan estructura. No hay soberanía popular si no hay procedimientos que la canalicen. No hay libertad si no hay límites al poder. Por eso, en democracia, la forma es también contenido: es el contenido hecho República.
* Dr. Jorge R. Enríquez, exdiputado nacional – Presidente de la Asociación Civil JUSTA CAUSA
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