El primer golpe de estado: 95 años del desembarco del fascismo en la Argentina
En medio de la crisis que golpeó al mundo, en Argentina se gestó el primer golpe de estado que empezó con la interminable inestabilidad democrática.

José Félix Uriburu, líder del golpe de estado de 1930.
X/@OldArg1810El 6 de septiembre de 1930 tuvo lugar el primer golpe de estado y en consecuencia la primera caída de un Gobierno democrático en la Argentina en las manos de uno de facto. Este hecho fue la piedra fundacional de "una forma de resolver problemas" en la política nacional que perduró varias décadas.
En aquel acto contra la ley, las líneas fascistas del Ejército Argentino se alzaron contra el Gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen, constituyendo la primera dictadura en la Argentina. José Félix Uriburu asumió ese día y, tras el rotundo fracaso de su sistema, abandonó la Casa Rosada en 1932.
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Años más tarde, parte de su aparato logró reconstruirse tanto en práctica política como en el sistema, para llevar adelante un nuevo golpe de estado en 1943 y luego alcanzar la validación popular.
Las bases ideológicas del golpe de estado de 1930
En la década del 20 desembarcó en el mundo una corriente política forjada en base al nacionalismo: el fascismo. Esta tendencia, primero marginal y luego de gran alcance popular, tuvo sus bases en Italia, donde los fasci di combattimento (veteranos de la Primera Guerra Mundial y sindicalistas) comenzaron a protestar contra la corona de Savoia bajo el liderazgo de Benito Mussolini.
El carismático exintegrante del Partido Socialista Italiano (expulsado del partido por apoyar el ingreso de Italia en la Gran Guerra) logró agrupar a distintos actores sociales de Italia y conformó un gran partido de masas inculcado de obediencia al líder, en este caso il Duce (caudillo o líder en italiano). Benito Mussolini, con esta estructura detrás, llevó adelante la Marcha sobre Roma en 1922 y tomó el poder.
A partir de ese momento comienza un tiempo de transformación en Italia que se centra en mantener todo dentro del Estado y con corporaciones o gremios que funcionan bajo la propia estructura estatal. Además de la propaganda, la desinformación, la construcción de una narrativa épica y la fuerte mecánica violenta, el fascismo se centra en construir una ética a partir de la exaltación nacional y popular por encima del individuo; por ejemplo, no es extraño encontrar adjetivaciones de "solidario" a obligaciones que tienen los ciudadanos.
El jurista y exsenador italiano Norberto Bobbio (1909-2004) explica en su Diccionario de Política: "El fascismo es un sistema político que trata de llevar a cabo un encuadramiento unitario de una sociedad en crisis dentro de una dimensión dinámica y trágica promoviendo la movilización de masas por medio de la identificación de las reivindicaciones sociales con las reivindicaciones nacionales".
"La hora de la espada"
Fue en el marco del crecimiento del fascismo italiano que se construyó el fascismo argentino, con internas en las Fuerzas Armadas y discusiones a un sistema político que funcionaba. En 1925, el escritor Leopoldo Lugones expresaría en un discurso la célebre frase "llegó la hora de la espada", la cual apuntaba a que lo militar debía inmiscuirse en lo político, algo que hasta el momento no sucedía.
El Gobierno de entonces, liderado por el radical antipersonalista Marcelo Torcuato de Alvear (presidente entre 1922 y 1928), gozaba de bonanza económica tras la corrección de las arcas públicas y la recuperación de Europa tras la Primera Guerra Mundial. El fascismo, entonces, solo podía llegar a las entrañas de la clase obrera, entonces dominada por corrientes de izquierda. El desafío era grande para los líderes de este movimiento, hasta que la crisis cayó sobre el país: El crack del '29.
Con la crisis mundial, el sistema colapsó y, ya en la segunda presidencia de Hipólito Yrigoyen, el fascismo formó a sus masas y dijo presente en la alta política argentina. En este sentido cabe señalar que el personalismo ya era una estrategia en la política. Julio Argentino Roca había sido un líder popular (aunque con la peña en la clase alta) e Yrigoyen ganó, radical personalista, ganó las elecciones con más del 60% de los votos.
El primer "General"
Antes de la existencia de Juan Domingo Perón como "El General" (entonces solo era un capitán del Ejército Argentino que integraba las filas golpistas), José Félix Uriburu se constituyó como el líder de la revolución. Él mismo encabezó las protestas y la toma del Gobierno, con el apoyo de decenas de oficiales.
Con apoyo de un sector del Ejército, buscó la reforma integral de la Argentina liberal vigente en la Constitución sancionada en 1853 con inspiración de Juan Bautista Alberdi. A pesar de haber jurado por ella y decir respetarla, comenzó la construcción de la doctrina corporativista en el país.
Desconfiado de la democracia, instauró un régimen de represión que constituyó detenciones ilegales y sometimientos a la tortura, entre las cuales se instauró la infame picana eléctrica, creada por Leopoldo "Polo" Lugones, hijo del escritor. Además, llevó adelante la creación del Partido Nacional, intentando obligar a todos los partidos a unirse por la fuerza a la nueva entidad que apuntaba a ser la única del país, pero fracasó.
Así fue como, a modo de prueba, llamó a elecciones provinciales en la provincia de Buenos Aires, donde ganó airosamente Honorio Pueyrredón, del radicalismo personalista, marcando una baja aprobación popular que desencadenó en su salida de la Casa Rosada. Vendría entonces Agustín Pedro Justo, radical antipersonalista, para el fugaz retorno de la democracia que logró salir de la Gran Depresión.
El corporativismo en Argentina
El fracaso de José Evaristo Uriburu hizo eco dentro de la facción nacionalista del Ejército Argentino, el cual comenzó a construir una nueva identidad para responder a la llamada "década infame" tras el golpe de estado de 1943. Esta apuntó, entonces, a la formación de la Alianza de la Juventud Nacionalista y la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios.
En Tres Revoluciones Militares, Juan Domingo Perón cuenta su interés durante el golpe de estado del 30: "Desde ese momento traté de convertirme, dentro de esta agrupación, en el encargado de unirla con las otras que pudieran existir y tratar por todos los medios de evitar, que por intereses personales o divergencia en la elección de los medios, se apartara la revolución del "principio de la masa" tan elementalmente indispensable si se quería llevar a ella a buen termino".
Esta vocación de Perón se basaba en algo que explicaría tiempo después sobre el golpe de estado de 1930: "Nunca en mi vida veré una cosa más desorganizada, peor dirigida, ni un caos tan espantoso como el que había producido entre su propia gente el comando revolucionario desde los últimos días del mes de agosto de 1930 (…) Sólo un milagro pudo salvar la revolución. Ese milagro lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de avalancha humana se desbordó en las calles al grito de ¡Viva la revolución!
Así, se construyó un corporativismo nuevo, sin el sistema fascista creado por Mussolini, pero tampoco con las garantías de la democracia liberal. Un sistema que se ancló en el sindicalismo y construyó un discurso en base keynesiano sin keynesianismo real, sino forzando la solidaridad y exaltando ideas moldeadas de "patria" y "pueblo".
El legado del golpe de estado
Estas fueron las bases de las décadas venideras, tanto para la construcción de un movimiento nacional como el peronismo, como también de la fuerte interna militar entre nacionalistas y conservadores, como así también del ingreso de las Fuerzas Armadas en la política civil.
El 6 de septiembre es el recuerdo de la caída de un sistema que no pude recuperarse y consolidarse hasta más de cincuenta años después, con un baño de sangre mediato en el que toda la política tuvo algo de responsabilidad.