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Al final, era con los viejos meados

El nuevo paisaje electoral argentino tiene un actor principal. Por primera vez, los votantes mayores de 50 años superan numéricamente a las generaciones más jóvenes. Mientras los estrategias políticos se obsesionan con capturar el voto juvenil, un electorado fiel, de perfil moderado y alta participación se consolida como la base decisiva. Lejos de ser una amenaza para los libertarios, hoy es una base que sostiene el gobierno.

viejos

Un giro demográfico silencioso está redefiniendo el poder real en la política argentina. Si vamos a los datos del padrón electoral, por primera vez los ciudadanos mayores de 50 años constituyen el segmento más numeroso. Esta información pareciera, en teoría, representar una debilidad estructural para un movimiento que se presentó como una revolución joven pues la narrativa inicial de La Libertad Avanza se construyó sobre el ímpetu de los millennials y la generación Z, al punto de que sus militantes estigmatizaron a la competencia –macristas en especial- con el despectivo "viejos meados". Sin embargo los números pre y pos electorales muestran un fuerte apoyo en ciudadanos mayores de 60 años, algo impensado si miramos el 2023.

La encuesta realizada por la consultora AtlasIntel para Bloomberg a mediados del mes de octubre es elocuente. Mientras la aprobación de Milei se desploma entre los jóvenes de 25 a 34 años (38.9%) y se mantiene baja en adultos de 35 a 59 (alrededor del 37%), experimenta una recuperación significativa entre los argentinos de 60 a 100 años, alcanzando un 40.2%. Este grupo no solo es el segundo con mayor apoyo al Presidente –el primero se da entre los 16 a 24 años con el 52% de aprobación-, sino que su respaldo supera holgadamente el de la población económicamente activa.

elecciones legislativas 2025 21
Moises, de 100 años, votó en la última elección aunque no era obligatorio.

Moises, de 100 años, votó en la última elección aunque no era obligatorio.

Este apoyo se vuelve aún más decisivo al cruzarlo con otro dato crucial: la participación electoral. La elección de 2025 registró una participación del 67.9%, la segunda más baja desde 1983, confirmando una crisis de representación que ahuyenta, sobre todo, a los votantes más jóvenes y descreídos. Sin embargo, los mayores de 60, con patrones de voto más arraigados y una mayor percepción del deber cívico, son históricamente el segmento que menos deserta de las urnas. En un contexto de abstención récord, su fidelidad al acto de votar multiplica el peso específico de su boleta. Su apoyo no solo es más sólido, sino que cuenta doble cuando los más jóvenes deciden quedarse en casa.

Este fenómeno del voto longevo no es una excentricidad argentina; es un patrón que se repite en las democracias occidentales y por ello los libertarios no deben despreciarlo. Si observamos experiencias, sin dudas el caso más emblemático fue el Brexit en 2016. Para demostrar el poder de la tercera edad, un arquitecto británico, Steve Lawrence, realizó un cálculo escalofriante. Según publicó el diario español El Mundo, sólo seis meses después del referéndum, 123.411 personas que habían votado a favor de la salida de la UE habían fallecido, la mayoría por edad avanzada. En contraste, el número de europeístas fallecidos no llegaba a 30.000. La brecha generacional fue tan determinante que, de haberse votado medio año después, el resultado histórico podría haber sido diametralmente opuesto.

A contramano de los padrones electorales, los inventores “del caos” prefieren apuntar a las minorías para ganar elecciones como es el caso de Beppe Grillo, fundador del Movimiento 5 Estrellas en Italia. El político y comediante planteó en su blog una pregunta incómoda apuntando directo a la maquita de votos longevos: "¿Y si les quitáramos el derecho al voto a las personas mayores?". Su argumento era brutalmente pragmático: "Si un joven de 15 años no puede adoptar una decisión sobre su propio futuro, ¿por qué puede hacerlo quien no va a ver ese futuro?". La pregunta, aunque polémica, pone el dedo en la llaga de una lucha intergeneracional por el control del mañana, donde la demografía se convierte en destino pues los abuelitos de canas grisáceas son los que tienen el poder del voto.

La provocación de Beppe Grillo no es meramente filosófica; es un cálculo político de supervivencia. Al ser un personaje profundamente disruptivo, cuyo movimiento se nutre de la protesta y la anti-política, Grillo no tiene otro camino que apuntar al electorado más joven para ganar relevancia. Es la estrategia de un actor que, al no poder ampliar su coalición hacia el centro moderado, opta por profundizar la grieta etaria como único camino posible hacia el poder. Bueno, la estrategia, a mi entender, no debería ser utilizada por el mileismo.

De hecho, si hacemos una mirada aguda a la campaña legislativa por parte de LLA, podemos observar que la conducción ya había identificado este vector. La prueba más elocuente fue la decisión de Santiago Caputo, el estratega estrella del gobierno y vértice del llamado "triángulo de hierro" presidencial, de elaborar un spot de cierre de campaña con una canción de Cacho Castaña, un ícono musical de los 70 y 80. La elección no fue inocente: fue un guiño calculado, un mensaje directo a una generación que se siente culturalmente interpelada por ese registro. Lejos de la estridencia del reggaetone, el gobierno optó por la melodía nostálgica y el tono canchero para conectar con el votante que, en silencio, tenía la última palabra.

Si la narrativa de "Las Fuerzas del Cielo" aspira a trascender el primer mandato con proyección y pensar un segundo gobierno, deberá poner sus ojos donde reside el nuevo actor de estas legislativas: los "viejos meados". Este segmento, lejos de ser el lastre que alguna vez se quiso combatir, se ha revelado como el activo más estable. Su apoyo no se basa en la efervescencia emocional, sino en una evaluación pragmática de resultados y estabilidad social y económica. Por lo tanto, la continuidad del proyecto mileista ya no dependerá únicamente de capturar el descontento juvenil, sino de consolidar y retener esta lealtad madura que, con su alta participación y voto constante, posee la llave no solo de la gobernabilidad inmediata, sino de la reelección misma.