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AFA, Chiqui Tapia y el Gobierno: la Justicia que corre y la que espera

El caso Tapia reaviva una sospecha persistente: una Justicia veloz cuando hay poder en juego y lenta para los conflictos cotidianos del ciudadano común.

La sensación de que la ley puede ser rápida, pero solo en determinados contextos, se instala con facilidad.

La sensación de que la ley puede ser rápida, pero solo en determinados contextos, se instala con facilidad.

Archivo.

El caso de Claudio Chiqui Tapia y la conducción de la AFA volvió a colocar a la Justicia en el centro del debate público. No solo por las cifras investigadas ni por los nombres involucrados, sino por un dato que no pasa desapercibido para el ciudadano común: la velocidad con la que el sistema judicial decidió actuar.

Mientras el conflicto entre la AFA y el Gobierno nacional escala, las causas avanzan con una celeridad poco habitual. Y aunque nadie discute que los dirigentes deben rendir cuentas si existieron delitos, la pregunta que aparece en la calle es incómoda pero legítima: ¿por qué ahora y no antes?

La Justicia que el ciudadano no suele ver

Para la mayoría de los argentinos, la experiencia con la Justicia es diametralmente opuesta. Denuncias que no prosperan, expedientes que duermen durante años y procesos que se vuelven interminables. Esa es la Justicia que conoce la víctima de un robo, el comerciante estafado o el trabajador que espera una sentencia laboral. Por eso, cuando una causa vinculada al poder político o económico avanza incluso en períodos de feria judicial, la reacción social no es alivio. Es sospecha. La sensación de que la ley puede ser rápida, pero solo en determinados contextos, se instala con facilidad.

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Claudio

Claudio "Chiqui" Tapia.

Contexto político y percepción social

El avance judicial contra dirigentes cercanos a Tapia ocurre en medio de una disputa abierta entre la AFA y el Gobierno. No hace falta hablar de conspiraciones para entender el malestar. El contexto político condiciona la percepción pública y debilita una idea central en cualquier democracia: la independencia judicial. Cuando el ciudadano percibe que los tiempos de la Justicia parecen sincronizarse con las disputas de poder, la igualdad ante la ley deja de ser una certeza. Se transforma en una promesa selectiva, válida para algunos y lejana para muchos.

Una Justicia de dos velocidades

El problema no es únicamente el caso Tapia. Es lo que expone. Una Justicia que parece funcionar a dos ritmos. Uno rápido, visible y contundente cuando hay intereses políticos en juego. Otro lento, burocrático y agotador cuando se trata de los conflictos cotidianos de la gente común. Esa diferencia no solo genera enojo. Genera resignación. La idea de que la ley es estricta con quienes resultan incómodos y tolerante o indiferente con quienes no alteran el equilibrio del poder.

El costo institucional de la selectividad

Si hubo delitos en la AFA, deben investigarse y sancionarse sin excepciones. Eso es incuestionable. Pero cuando la sociedad empieza a creer que la Justicia se activa según el clima político del momento, el daño ya está hecho.

No se pierde una causa mediática. Se pierde algo más grave: la confianza del ciudadano en que la ley también está pensada para él. Y cuando esa confianza se erosiona, ninguna sentencia alcanza para reconstruirla.

* Lic. Eduardo Muñoz. Criminólogo. Divulgador en Medios. Análisis criminológico aplicado a temas sociales de actualidad y seguridad.

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