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Es demasiado tarde cuando lo insólito comienza a ser sólito

Ya es tarde. Lo inhabitual se vuelve tradición, la falsedad se disfraza de verdad y pocos podrán desnudarla.
Foto: EFE
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Las explicaciones llegan después de los sucesos, tan obvio como insoportable. Ocurre que las advertencias, sea por desatención, desprecio o apuro, fabrican su propio oxímoron y pasan inadvertidas. El yo te dije, yo te avisé sólo tiene efectos vanidosos para quien lo pronuncia, pero inútiles e irritantes para quien lo escucha. Ya es tarde. Lo inhabitual se vuelve tradición, la falsedad se disfraza de verdad y pocos podrán desnudarla. Esos pocos, iluminados o genios, serán convenientemente aislados, desoídos o peor, desacreditados

La anécdota es lo que hoy gobierna

Cuando aparece el “yo te avisé” es demasiado tarde e irrevocable. Lo que ocurrió con el posteo que utilizó la imagen y la voz del ex presidente (de Boca y de Argentina) Mauricio Macri, es apenas un indicio de la fragilidad que ofrecen sistemas que hasta ayer lucían robustos. No todos pueden detectar que es una malversación, un video editado gracias al formidable avance de la Inteligencia Artificial y quizá peor, habrá quienes podrán considerar que el video expresó una contradicción íntima del líder del PRO. En un momento de veda, la circulación de ese video, además de violar la Ley, provoca daños inconmensurables a la institucionalidad y a la confianza de la sociedad. Este accionar confirma que el gobierno nacional carece de toda vocación republicana y atenta contra lo que predican: la libertad. La justicia seguramente ya estará actuando con la rectitud y celeridad necesarias ¿no?

Demasiados partidos y muchas partidas

La modificación de los métodos electivos colaboran para que los ciudadanos tomen su determinación de forma individual. Las listas sábanas se arrugan en recuerdos de muchas frustraciones y sueños incumplidos. Esto permite que los legisladores y funcionarios de los poderes ejecutivos en competencia, lleguen por mérito de sus propias acciones o, al menos, por la confianza que refleja la foto con la que aparecen en la boleta. Una de las frases más repetidas próximas a cualquier comicio es la que dice “la gente vota personas, no partidos”, algo que en esta rueda en la Ciudad de Buenos Aires cobra categoría irrefutable, hay tantos postulantes como partidos en la memoria colectiva.

La renovación y sus formas

Los nombres que ocuparán las bancas de la legislatura porteña no serán por orden alfabético ni por el linaje al que pudieran pertenecer cada cual sino a la predilección de cada ciudadano. Elección sesuda, en algunos casos, hepática, en otros y en defensa propia, en tantos otros. Pero cargar de responsabilidad a quienes expresan obligadamente su preferencia por un rostro, tampoco es justo. Justo sería que exista una politización activa, participación en los proyectos y uso de las facultades que la propia Constitución confiere, para que esos que hoy sufragan, mañana controlen. La proclamada renovación está garantizada: si acaso no hay actores nuevos, los que están, seguramente mudarán de ropa, de pertenencias y de ideas, certificando lo que Mercedes Sosa inmortalizó de Julio Numhauser: todo cambia.

La imagen ya no es todo

Aunque no fue precisamente un eslogan, el concepto que reza “la imagen es todo” se hizo popular en 1990, a través de la figura del imbatible tenista André Agassi, quien promocionaba las cámaras de fotografía Canon. El por encontences pelilargo, número uno del ranking ATP durante 101 semanas decía “Image is Everything” idea que se expandió hacia todo el occidente. Filósofos y teóricos de la comunicación coincidían en la prevalencia de las imágenes en detrimento de las palabras, de los discursos, de los relatos Fenómeno disparador para conceptualizar sin pudores la postmodernidad. Todo se resume en el estímulo de lo aparente y a la vez, reduce el debate y amplifica la individualización de lo público. Hoy, esa idea de que todo se resuelve desde la construcción de las formas, forma parte del pretérito. Lisa y descarnadamente, la distorsión y la metamorfosis de la Historia, es lo que concentra la discusión, en sus escasas apariciones.

Lo inocuo versus lo inicuo

Plantear el Apocalipsis por el avance de la Inteligencia Artificial es el camino que han elegido grandes pensadores contemporáneos, tal el caso de Yuval Harari. Otros, como Benasayag y Pennisi, le bajan el precio. Y como ocurre siempre, hay quienes pretenden beatificar la irrupción de esta tecnología que, aunque tiene sobrados antecedentes,se ignora su capacidad integral y la velocidad de su desarrollo. Debido a esto último y por acciones que la I.A. realizó sin el consentimiento, aunque peor aún, sin el conocimiento de sus creadores, la Unión Europea dictó leyes para impedir algunas cuestiones puntuales, entre muchas otras, esto que ocurrió con el video apócrifo de Macri. Claro que la ley de poco sirve ante la inteligencia artificial y ante la desinteligencia (o maldad) humana. No votar a una legisladora que sí está en competencia es dañino, pero más aún incitar al odio o recomendar beber dióxido de cloro. Para ambas actividades están contempladas en el Código Penal, lo que no se traduce en que la administración de Justicia haya hecho su labor.

Increíble

Frente a leones animados que emiten mensajes de desprecio, voceros que insultan, perros muertos que hablan y un presidente que ignora el primer nombre de pila del prócer máximo de la Historia de Argentina, pocas cosas resultan sorprendentes. Pero la confusión del presente puede atemperarse con las pocas certezas del pasado. No mediante las rimbombantes denuncias ni esa tentación de reducir todo a un nombre, a un calificativo o, como se dice ahora, a una etiqueta. En la mínima indagación de los invariables manuales, en la memoria decente de los viejos, y en testimonios inocultables (edificios, fábricas, máquinas, centrales nucleares, diques, universidades) se puede auscultar que lo simbólico era hijo de lo concreto y que lo insólito (o sea, lo inhabitual) era cotizar a la falacia con mejor precio que a la verdad. La manipulación grosera no es un chiste. La insania no es un mérito. El odio no es una virtud. Aceptarlo mansamente, solidifica esa política. La sensatez, la decencia y la solidaridad deben recuperar su condición,en la cotidianeidad de la palabra y en la belleza de la imagen, ahí reside la auténtica inteligencia humana. Emular aquello que combatimos no es humorístico, es lo que nos trajo hasta aquí.