Wokismo: qué es y cómo nació la ideología a la que Milei tildó de "virus mental"
Desde Davos, el presidente señaló que se trata de un "cáncer que hay que extirpar". Los orígenes del movimiento y por qué enoja tanto al presidente.
Milei volvió a convulsionar a la prensa nacional e internacional con su discurso en el Foro Económico Mundial de Davos. Desde Suiza, el presidente señaló que "hasta que las ideas de la libertad no sean la moneda común de eventos como este no podemos bajar los brazos". Ante la atenta mirada de los empresarios presentes, el líder libertario disparó contra la ideología woke: "Es un cáncer que hay que extirpar", advirtió.
Y señaló: "Hasta que no saquemos esta ideología de nuestra cultura, la sociedad occidente, e incluso la especie humana, no logrará retornar en dirección al progreso”.
Pero ¿Qué significa ser woke? El término ha experimentado una evolución interesante, desde sus humildes orígenes en las comunidades afroamericanas de Estados Unidos hasta convertirse en un concepto global con una connotación ambigua, e incluso polarizada. En sus primeras décadas, “woke” era un símbolo de conciencia social, una forma de estar alertas ante las injusticias, particularmente en relación con el racismo. Desde sus orígenes en los años 40, este término no solo reflejaba un llamado a la acción, sino también una actitud ante las desigualdades y la opresión.
De acuerdo con lo que plantea el Diccionario Oxford, “woke” se refiere a estar "alerta ante la injusticia en la sociedad, especialmente el racismo". Por su parte, el Merriam-Webster lo define como una actitud de "consciencia y atención hacia los hechos y problemas importantes", en particular aquellos relacionados con la justicia racial y social. En este sentido, la palabra es un reflejo de un compromiso ético y político en tiempos de mayor visibilidad de las luchas sociales.
En este contexto, el auge del movimiento Black Lives Matter a partir de 2013 fue crucial para que la palabra se instalara en el imaginario colectivo más allá de los círculos afroamericanos. Lo que antes era una alerta dentro de una comunidad en particular, se expandió a un fenómeno global con la llegada del #MeToo, luchas feministas, y otras demandas de justicia social. El término se asoció con el activismo social en general y fue adoptado por una variedad de movimientos políticos y culturales en todo el mundo.
Sin embargo, como sucede con muchas palabras que se popularizan, el uso de “woke” se ha diversificado y, en algunos casos, se ha distorsionado. En ciertos sectores políticos, sobre todo en Europa y América Latina, “woke” ha adquirido una connotación negativa. Es común ver que se le atribuyan características de un “exceso” de corrección política o de un compromiso desmesurado con causas sociales, lo que ha generado críticas desde los sectores conservadores. Esta distorsión y el uso peyorativo del término se relacionan con la percepción de que los movimientos progresistas están “imponiendo” sus valores sobre los demás.
Para los detractores, el “wokeísmo” parece un exceso de activismo, que, en su visión, puede llegar a ser divisivo o a obstaculizar el debate público. Sin embargo, para quienes siguen abrazando el concepto, “ser woke” es una muestra de estar comprometido con la lucha por un mundo más justo, donde las voces históricamente marginadas encuentren finalmente un lugar para ser escuchadas.
Por lo tanto, más allá de la disputa por la definición del término, lo cierto es que la palabra “woke” continúa siendo un campo de batalla ideológico, que refleja las profundas divisiones sociales y políticas que atraviesan el mundo actual. En resumen, estar “woke” puede ser tanto una señal de conciencia como un estigma, dependiendo del punto de vista desde el cual se lo observe.

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