¡Vivan los zurdos!
A lo largo de la historia, los procesos autoritarios comenzaron con una alta dosis de violencia verbal. Sólo basta con analizar los regímenes de la Venezuela chavista o la Italia de Mussolini.
Elon Musk, el hombre más rico del mundo, está exultante. No es para menos, su inversión más reciente, Donald Trump, acaba de asumir por segunda vez la Presidencia de los Estados Unidos. El día de su asunción, Musk bailó, si es que así se puede denominar a esos movimientos casi convulsos que exhibió, surcó la alfombra roja como un rayo y llegó hasta el atril. La alegría de Musk era contagiosa. Las gente lo vitoreaba. Todos celebraban.
El mega millonario, llevó su mano derecha al pecho y luego extendió su brazo hacia arriba. Las imágenes de ese “saludo” rápidamente generaron una polémica a nivel mundial: ¿Musk había hecho el saludo nazi? Más tarde, cuando su gesto se había convertido en una polémica mundial, el magnate reaccionó de forma irónica desde su red social X donde escribió: "Francamente, necesitan mejores trucos sucios. El ataque de 'Todos son Hitler' está muy desgastado". La aclaración de Musk es suficiente. Tampoco hay que dramatizar. Démosle a Elon Musk el beneficio de la duda.

El presidente Javier Milei, que días atrás había cruzado en X mensajes de “amor” con Elon, salió a defender a su amigo fiel a su estilo: agrediendo, insultando y, lo que es más grave, amenazado. El posteo de Milei, titulado “Nazi las pelotas”, es muy preocupante. Al final de la publicación afirma: “No sólo no les tenemos miedo. Sino que los vamos a ir a buscar hasta el último rincón del planeta en defensa de la libertad. Zurdos hijos de putas tiemblen. La libertad avanza. "Viva la libertad carajo”; posteó desde su cuenta de X.
Las expresiones de Milei son muy preocupantes, incluso mucho más que el controvertido saludo de Musk. En primer lugar, porque el que lo dice es el presidente de la Argentina y lo hace como tal, algo que no es un dato menor, ya que cuenta con los medios para salir a cazar zurdos. En segundo término, porque revela que cree que es válido perseguir a alguien que piensa distinto y esto no se trata de una ninguna retorcida interpretación de algún periodista ensobrado. Es lo que se desprende de su propia publicación.
Probablemente, habrá quien piense que la preocupación que se plantea en estas líneas es exagerada. Los explicadores del presidente también aducirán que sólo se trata de una muestra más del estilo Milei, apenas una pintura casi folclórica de esta época. Otro argumento que seguro blandirán, los mismos exegetas, es que hasta ahora el gobierno no persiguió a nadie, no cerró ningún medio de comunicación y que el presidente simplemente ejerce su libertad de opinar. Es cierto, todavía no lo hizo pero también cabe preguntarse ¿y si lo hace en el futuro? El solo hecho de imaginar un escenario de esas características es inquietante.

Un verdadero demócrata no concibe la posibilidad de perseguir a alguien por el solo hecho de abrazar una ideología distinta. Le importa derrotarlo en un debate público y finalmente en las urnas. En todo caso en el juego democrático se combaten ideas, nunca personas. Al menos en el mundo civilizado, esa tierra prometida cada vez más difusa, solo se persigue a los delincuentes, que incluso aun siendo autores de delitos aberrantes gozan de garantías constitucionales.
No se puede dejar de condenar el violento posteo de Javier Milei, que no se trata de un ciudadano común sino del presidente de la Argentina. ¿Qué hubiera sucedido si Cristina Fernández de Kirchner publicaba algo así? Seguramente y con razón, muchos defensores de las instituciones y de la democracia hubieran salido a condenarla. Esos mismos que hoy están callados y que su silencio los hace cómplices.
La Argentina conoce muy bien de qué se tratan las persecuciones políticas y desde la recuperación democrática desarrolló anticuerpos muy fuertes afortunadamente. Un límite que hasta ahora nadie se atrevió a cruzar. El posteo de Milei es una alarma que se enciende y que hay que prestarle atención antes que se convierta en un problema, no sea cosa que en un futuro no lejano se persiga a la gente por el solo hecho de pensar distinto.
* Martín Pittón, analista político y conductor del podcast Micro Mundos.

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