Cristina Kirchner y el autogolpe, Ruckauf vs. Menem, Cobos "el traidor" y Villarruel en jaque
El "no positivo" de Julio Cobos y la ira de Cristina Kirchner y Alberto Fernández. Complementariedad de Gabriela Michetti, la memoria de Carlos Menem y la incapacidad de apoyar el DNU de Villarruel.
Javier Milei no analiza volver a hablar con Victoria Villarruel. Lo mismo hizo Cristina Kirchner con Julio Cobos y Alberto Fernández. El vice suele ser el que complementa y hace equilibrio. Un radical para dotar de progresía o hipotética transparencia a un candidato peronista, un porteño para acompañar al interior profundo y transmitir federalismo, o un peor enemigo para simular una reconciliación en la que no creen ni los propios protagonistas. El vicepresidente es en Argentina una figura de poca envergadura que en general acompaña en silencio durante la campaña, para entonces después buscar posicionarse hasta la máxima tensión, y a veces, riesgo de golpe de estado auto generado.
El rol del vicepresidente enemigo entonces no es original, pero no tiene solución aparente. Javier Milei está convencido de que la relación podría ser mejor, que el trabajo conjunto debería ser distinto. Ella cree que el vínculo se contaminó, que jamás trabajaría para perjudicarlo y que son sólo diferencias a la hora de analizar el tratamiento o no de DNU. El Gobierno ahora enfrenta una crisis política innecesaria en una gestión signada por los problemas económicos. Lo mismo había pasado quince años antes.
Cristina Kirchner fue una piedra en el zapato de Alberto Fernández desde el día que proclamaron por Twitter su amor borgeano para ganar una elección en el experimento electoral más exitoso de la historia moderna. Tres personas con profundas diferencias políticas pero con sobre todo rencores personales se unieron para ganar el país y la provincia de Buenos Aires. Al año no se hablaban y una noche de 2021 el presidente se enteró por los medios que el Gabinete renunciaba generando un auto golpe al propio Fernández. Sergio Massa tejía en silencio y empezaba a adueñarse de un Gobierno sin rumbo.
Alberto Fernández tenía imagen positiva por encima de Cristina Kirchner, la pandemia lo había puesto en lo más alto de la popularidad, pero la foto del cumpleaños de Fabiola Yañez mientras el país se encerraba y quebraba al mismo tiempo fue su epitafio y no lo pudo ver. Esa noche conversó con este cronista, al que le confirmó que esa foto no tendría repercusiones. Las elecciones legislativas fueron las peores de la democracia moderna, pero la vice tejió de paso la caída del Gobierno que había inventado dos años antes desde la imposibilidad de ganar sola una elección. La tensión entre ambos fue manifiesta durante todo el mandato.
Carlos Menem no lo podía entender, Carlos Ruckauf no quería que haya otro periodo presidencial. Lo odió y se lo dijo, el riojano no cultivaba el rencor, pero sí la memoria, nunca lo perdonó. "Rucucu" hizo bien, logró ser gobernador y en 2001 juró que su proyecto progresista le ganaría al conservador de Carlos Menem. No pasó nada de lo planificado, y así nació el kirchnerismo, al compás de la interna irresuelta del peronismo del interior, que desembocó en un desconocido gobernador sureño que adulaba a Carlos Menem y explicaba por televisión por qué había que privatizar YPF, entre otras declaraciones liberales.
Julio Cobos llamó a Alberto Fernández y avisó que no podía votar a favor con Cristina Kirchner. Un día antes habían confirmado que un intendente riojano, Ricardo Quintela, había logrado que su hermana, senadora nacional, vote en contra de las retenciones por viejos rencores con Néstor Kirchner y su apoyo a Luis Beder Herrera. Alberto Fernández era uno de los cinco hombres más poderosos del país y no dudó: "Pero entonces hubiera puesto a tu hijo de vicepresidente, dejame de joder y vota con el Gobierno, después, lo que quieras".
La historia es conocida, Cobos votó en contra a las 4.25 del 17 de julio de 2008 y a sus ojos pacificó el país, catalizó la salida de Néstor Kirchner del PJ y posicionó a la UCR, sumida en la decadencia desde el 2,34% de Leopoldo Moreau de 2003 como apogeo del desastre. Comenzó la caza de brujas encabezada por el ultra entonces kirchnerista Miguel Ángel Pichetto, jefe de la bancada kirchnerista, quien le dijo en la cara traidor con cita bíblica de por medio aquella histórica noche.
La venganza kirchnerista no se hizo esperar. Echaron funcionarios y empleados que respondían a Cobos de todo el estado nacional. El rencor de Cristina y Néstor Kirchner no tuvo límites: lo dejaron esperando un avión de la flota presidencial en Aeroparque para visitar las víctimas de Tartagal durante el desastre natural. También le negaron el avión para despedir los restos de su madre. Cobos pasó a ser mala palabra y todo lo que pudiese estar ligado a su figura.
El vicepresidente es escurridizo, callado y convocado siempre por la oposición para que traicione las ambiciones del Ejecutivo. La excepción fue del PRO con Gabriela Michetti. Sostuvo a Mauricio Macri a pesar de las innumerables ofertas para traicionarlo. Lo acompañó en su aventura política en 2007 para ser vicejefe de Gobierno, sufrió el ostracismo al perder la interna con Horacio Rodríguez Larreta y se retiró a su Laprida natal sin pretensiones ni beneficios. Fue la única que empezó y terminó con un abrazo y beso con su presidente, nunca opinó en contra del espacio y hoy no le interesa recuperar protagonismo.
Así entonces, el Gobierno ahora enfrenta sus días más duros: una ruptura anunciada puede precipitar otras renuncias o bloqueos en distintas aristas de la gestión. Patricia Bullrich no quiere que nada altere a Javier Milei, pero menos que menos una mujer que disfruta del cargo de vice y que, siempre se rumoreó, no descarta ser presidente algún día.